Capitulo 74

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El Comienzo de Nuestra Historia.
Mackenzie

El día siguiente a la boda se sentía surreal. Había despertado en los brazos de Frederick, en nuestra cama, como su esposa. La luz del sol se filtraba por las cortinas, llenando la habitación de una calidez que me envolvía, haciéndome sentir segura y feliz. Era una sensación tan nueva, tan llena de promesas.

Deslicé mi mano por su pecho, disfrutando de la sensación de su respiración tranquila bajo mi palma. Frederick, siempre tan reservado, había sido tan cariñoso durante la noche. Aunque seguía siendo ese hombre duro y dominante en muchos aspectos, había una ternura en él que solo yo podía ver. Me hacía sentir como la mujer más afortunada del mundo.

—Buenos días, señora Montgomery,—murmuró con su voz ronca por el sueño, sin abrir los ojos.

Sonreí, amando cómo sonaba mi nuevo apellido en su boca. —Buenos días, señor Montgomery,—respondí, acercándome más a él.

Nos quedamos en silencio por un momento, simplemente disfrutando de la compañía del otro, hasta que escuchamos un suave golpe en la puerta. Antes de que pudiera decir algo, la puerta se abrió lentamente y una cabecita rubia asomó por la rendija.

—Mamá... ¿puedo entrar?—La voz de Emily sonó suave, pero enérgica, como siempre.

Mi corazón se derritió. —Claro, cariño. Ven aquí.—

Emily corrió hacia la cama y se subió con agilidad, metiéndose entre nosotros dos. Frederick la recibió con una sonrisa y le acarició el cabello mientras ella se acurrucaba entre nosotros. No pasó mucho tiempo antes de que escucháramos los pasitos de James y William, que no tardaron en unirse a nosotros en la cama. Nos encontrábamos en un amasijo de brazos, piernas y risas, con April observando desde su cuna cercana.

Este era mi nuevo mundo, mi nueva familia, y no podía ser más perfecta.

***

La mañana transcurrió entre juegos y desayunos tardíos, hasta que finalmente, después de asegurarnos de que todos estuvieran alimentados y listos para el día, Frederick y yo decidimos comenzar a planificar el siguiente gran paso: la mudanza a la nueva casa.

Habíamos acordado que, aunque la mansión en la que vivíamos era majestuosa, no era exactamente el hogar que imaginaba para nuestra familia. Quería un lugar que nos perteneciera a todos, una casa que reflejara quiénes éramos juntos y lo que estábamos construyendo como familia. Así que, con la tarjeta de Frederick en mano y mi mente llena de ideas, comencé a diseñar la casa de nuestros sueños.

Pasé la mayor parte del día revisando planos y hablando con arquitectos y diseñadores de interiores. Sabía que Frederick confiaba en mí para crear algo que fuera hermoso y funcional para nuestra creciente familia. Sin embargo, entre todos los llamados y correos electrónicos, noté que Emily no se despegaba de mí. La llevaba a todas partes, desde la oficina hasta las reuniones con los diseñadores. Se aferraba a mi mano con una devoción que me hacía sonreír y a la vez me preocupaba.

Sabía que, con la llegada de April, Emily podría sentirse un poco desplazada, pero había hecho todo lo posible por incluirla en cada paso del camino. Aun así, su comportamiento mostraba que necesitaba aún más atención, más seguridad de que siempre sería mi pequeña niña.

—¿Qué te parece este?—le pregunté a Emily mientras revisábamos muestras de pintura para la nueva casa. —¿Te gusta este color para tu habitación?

Emily asintió con entusiasmo, pero sus ojos seguían fijos en mí, como si tuviera miedo de que desapareciera si miraba hacia otro lado.

—¿Mamá, dónde va a dormir April en la nueva casa?—preguntó de repente, su vocecita llena de curiosidad.

—En su propia habitación, justo al lado de la tuya,—le respondí con una sonrisa. —Y podrías ayudarme a decorarla, si quieres.

Emily pareció pensar en esto por un momento antes de asentir. —Quiero que tenga estrellas en el techo,—dijo con decisión.

—Entonces eso es lo que haremos,—le prometí, besando su frente.

Mientras Emily continuaba revisando las muestras con renovado interés, no pude evitar pensar en lo rápido que habían cambiado nuestras vidas. Hace unos meses, era una arquitecta dedicada, completamente enfocada en mi carrera. Ahora, estaba planeando una nueva vida como madre de cuatro niños, diseñando una casa que sería el epicentro de todo lo que habíamos soñado.

***

La tarde pasó rápidamente, y antes de darme cuenta, estaba de vuelta en casa, supervisando a los niños mientras April dormía en mi regazo. Frederick estaba en su oficina, trabajando en uno de sus proyectos, pero sabía que no tardaría en unirse a nosotros.

Sentada en el sofá, con April en brazos, sentí una ola de emoción al pensar en todo lo que habíamos construido juntos. Este era solo el comienzo, y aunque habría desafíos, sabía que estábamos listos para enfrentarlos.

La puerta de la oficina de Frederick se abrió y él salió, con esa expresión de concentración aún en su rostro. Cuando me vio con April en el sofá, su rostro se suavizó y caminó hacia nosotros, sentándose a mi lado.

—¿Cómo ha ido todo hoy?—preguntó, su mano acariciando suavemente la cabecita de April.

—Productivo,—respondí, inclinándome hacia él. —Emily y yo hemos decidido que la habitación de April tendrá estrellas en el techo.—

—Me parece una excelente elección,—dijo con una leve sonrisa. —Eres increíble, Mackenzie. Lo estás manejando todo tan bien.

Sentí que se me formaba un nudo en la garganta por la emoción. —No podría hacerlo sin ti,—murmuré, inclinándome para besar su mejilla. —Somos un equipo.

Frederick me miró a los ojos, su expresión se endureció levemente. —Y como equipo, quiero que sepas que estoy aquí para lo que necesites. Si hay algo que te preocupa, cualquier cosa, quiero que me lo digas.

Asentí, entendiendo lo que intentaba decir. La vida había cambiado rápidamente, y con ella, nuestras responsabilidades. Pero sabía que, aunque a veces parecía impenetrable, Frederick estaba tan comprometido con esto como yo.

—Te lo prometo,—le dije con una sonrisa tranquila. —Y lo mismo va para ti. Estamos en esto juntos, Frederick.

Nos quedamos en silencio por un momento, simplemente disfrutando de la compañía del otro. Luego, Emily entró corriendo en la sala, seguida de cerca por James y William, quienes se habían quitado los zapatos y ahora corrían descalzos por la casa.

—¡Papi! ¡Mamá!—gritó Emily, lanzándose a los brazos de Frederick.

Frederick la levantó y la sostuvo en su regazo, mientras James y William se acomodaban a su lado. Miré a mi familia, sintiendo una paz y una felicidad que nunca antes había conocido. No era solo la boda, o la nueva casa, o incluso la carrera que amaba. Era la sensación de que, después de todo, había encontrado exactamente donde pertenecía.

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Cabe aclarar que ellos tienen dos casas. Una que no les gusto (que es de la que hablamos capítulos atrás) y esta nueva construida desde cero. La diferencia es que una está en la ciudad y la otra está en las afueras. Lo otro es que no quiero terminar este libro!! Ya nos quedan justo cinco capítulos! Disfrútenlos demasiado!
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