Celos -6-

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Se dice que, de una intensa oleada de calor nocturna, no te recuperas tan fácil... es verdad.

¿Preciosa?

Seguía repitiendo la misma palabra en mi cabeza y cada vez que lo hacia mi corazón sonreía. Abrí mi red social y escribí en mi blog al menos una hora, para después dormir con él en mis pensamientos.

En la primera clase del día siguiente recibí un mensaje a mi celular, lo saqué despacito de mi bolsa y lo acomodé encima de mis piernas para que la maestra no se diera cuenta, lo abrí y era José, mi corazón comenzó a latir muy fuerte y sentía una presión en el pecho de los nervios.


¡Hola! ¡Buenos días preciosa!, ¿tienes libre?


No, tengo clases y trabajos que entregar así que no puedo faltar a ninguna.


Trataba de no bajar mucho la vista mientras escribía para no levantar sospechas, puesto que el celular por lo regular les molestaba a los profesores.


¿Y en la tarde?


Tengo práctica en el laboratorio, salgo hasta noche.

Le contesté triste.


Quería verte, Vi.


Yo también, deja veo si alguien puede entregar mis trabajos.


¿Verme? ¡no lo podía creer! —
pensé.


No, no quiero que faltes a ninguna clase por mí, no quiero que empecemos mal, ya llegó mi profe, al rato te llamo.


¿Empecemos mal? ¿Comenzar?, ¿Algo entre nosotros? —mordí mi labio mientras sonreía.


Esperé su llamada y puse mi celular en vibrador por si llamaba entre clases, pero no lo hizo. Eran las 9 de la noche cuando al fin llamó y mi corazón dio tres vuelcos.


—¿Hola? ¿Preciosa?, ¿ya te desocupaste?


—Sí, voy saliendo de la escuela —dije mientras me subía al carro en el estacionamiento casi vacío.


—¿Vas a ir mañana a verme tocar? —se escuchaba música y tráfico, supuse que también iba manejando.


—Mmmm puedo un rato, porque tengo dos prácticas que entregar para el lunes, ¿te parece? —estaba nerviosa.


—Si, un rato me parece muy bien, nos vemos mañana.


—Nos vemos mañana –colgué sonriendo.


Al día siguiente en la noche, llegamos al antro mi amiga Libe, Ángel y yo, la música se escuchaba hasta afuera, pero no lograba distinguir su voz.


—Te están sudando las manos.

Se burló Ángel de mí mientras las sostenía, yo solo me limité a sonreír, estaba demasiado nerviosa para contestar. La entrada estaba demasiado oscura y un guardia nos pidió identificaciones, se las mostramos y nos las devolvió rápido, supongo que por puro protocolo las semi observó puesto que las fotos ni se veían bien debido a la ausencia de luz. Luego hicimos fila para pagar la entrada, el encargado me tomó de la muñeca y me puso un sellito negro; eso significaba que por fin podíamos entrar.

El ruido retumbaba en mi pecho, el olor del humo de cigarro me era tan conocido y embriagador, me quede ahí simplemente parada a la entrada viendo arriba de la plataforma tratando de distinguir entre tanta gente a José.

Ángel me tomó de nuevo de la mano y nos dirigimos cerca de la tarima para saludarlo. Había tanta gente que estábamos demasiado apretados cerca de las bocinas, pero no me importaba yo solo quería que supiera que ya había llegado.

Malos EntendidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora