Música -88-

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Cuando las personas se convierten en letras…, y éstas en canciones…, y ellas en música del alma…

 

El sol comenzó a dar señales de huir, dando paso a una noche fresca y cyan. No hablé en todo el camino. Y mis amigos no insistieron mucho, sabían que esa noche iba a exorcizar mis demonios ocultos.

            El lugar estaba repleto de personas vibrantes, incluyendo a mis amigos. Nerviosa, un poco asustada y arrepentida, sólo atinaba a responder cualquier monosílaba cuando mis compañeros se dirigían a mí.

-No lamentas el haber venido, ¿cierto?

-Un poco, sí –no los miraba mientras respondía con voz muy bajita.

-Te vas a divertir, vas a ver a tu ex novio sobre el escenario como un cantante más,  cantaremos todas las canciones a gritos, luego nos iremos a casa.

-Tienes razón Javier –contesté un poco más animada- es solo uno más.

No era verdad, no era una voz más, era el gran amor de mi vida, el único hombre que yo amaba y que después de dos largos años, volvería a ver. Nuestros boletos nos dirigieron hacia unos metros debajo del escenario. Tendría a mi Jos a una distancia tan corta. ¿Y si él me miraba? ¿Cómo reaccionaría al hacerlo? Tal vez me ignoraría. O quizá su nueva novia ya lo espera a un lado del escenario, o a un costado mío, tal y como yo solía hacerlo. La ansiedad me mataba mientras esperaba la salida del grupo. Luego de largo rato las luces bajaron la intensidad y el silencio terminó por hacer caos mis nervios.

Ahí estaba mi Jos. Tan cerca de mí. Canté y grité las canciones con fuerza liberando toda mi tristeza, esa que acumulé por tantos meses y que ahora flotaba por todo el ambiente cargado de voces ansiosas de ser escuchadas. Después de pasar poco más de una hora, me miró. Lo hizo y sentí un calor recorrer mi cuerpo. No me moví, tampoco lo saludé ni le sonreí. No supe cómo actuar, claro que antes del concierto siempre imaginé que podía pasar, pero me bloqueaba al pensar qué haría al respecto. De pronto, dedicó la siguiente y última canción a la mujer que le destruyó la vida. Todas las personas comenzaron a silbar y protestar en señal de apoyo. Sentí desfallecer en ese instante. No lloré, continué sin moverme, estaba en shock por la inesperada dedicatoria. Mis amigos me tomaron de la mano y me sacaron del lugar sin pronunciar palabra alguna. Llegamos al estacionamiento y Lili me abrazó, Javier me acariciaba el brazo sonriendo con compasión.

-¿Nos podemos ir por favor? –dije mientras bajaba la miraba.

Ellos asintieron y me llevaron en silencio a mi departamento. En el camino las palabras hirientes de Jos retumbaban en mi cabeza. Era mi culpa, yo sabía que él hacia tiempo me había dejado de amar, que incluso salía con otras mujeres, cuestión que yo no podía imitar. Me despedí de mis amigos y bajé del carro. Ausente de sentimientos y cansada caminé por inercia hacia las escaleras, luego bajé mi mirada hacia mi bolsa buscando mis llaves. Las tomé y al final del pasillo vi una silueta recargada en mi puerta. ¿Alan? Supongo que no fui lo suficiente clara. Subí las escaleras y al hacerlo sentí el vibrar en mi pecho. Dejé caer las llaves al suelo y me sujeté de las barras de acero a mi derecha.

-¿Jos?

-¿Esperabas a alguien más?

Negué con un movimiento lento de cabeza. Sin dejar de verlo.

-Vengo de tu concierto.

-¿Por qué fuiste?

-Me invitaron…, deseaba…, conocer el nuevo material –titubee un poco.

El continuaba inmóvil recargado sobre mi barandal negro, fumando despacio. Dejó caer el cigarro desde la altura y se acercó un poco a mí. Yo continuaba petrificada. Se paró frente a mí, acercó su cuerpo caliente un poco más y su esencia de loción mezclada con nicotina penetró en mis recuerdos, en mi piel y lo miré a los ojos. Unos segundos en silencio, Jos levantó mis llaves del suelo y al hacerlo rozó un poco mi cuerpo que respondió estremecido. Extendió su mano abierta hacia mí sin apartarme de su mirada. Yo tomé las llaves nerviosa, lento y toqué su palma, al retirar mi mano él la tomó, sujetándola firme y me atrajo hacia su cuerpo. Solté mi bolsa y las llaves de nuevo, su cuerpo pegado al mío con fuerza, sus manos sobre mi espalda y su boca inhalando mi aliento. Tomó mi rostro como solía hacerlo, estaba a milímetros de mis labios. Nuestras respiraciones se tornaron una sola y su mirada penetró en mi alma. Mi mente ausente de pensamientos solo sentía el palpitar de su pecho sobre mi corazón. Presionó de nuevo con fuerza mi cuerpo y me recargó sobre la pared tibia, una de sus manos descansaba sobre ella y la otra continuaba sin dejarme ir.

Malos EntendidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora