Mi mejor amigo -1-

44.6K 254 32
                                        

 *******^^^^^^*******

Las mujeres siempre nos enamoramos del chico malo, pero no solemos quedarnos con él...

Caminé desnuda, sin importar su presencia. Me faltaba aire. Fui hacia la ventana y me recargué con pesadez sobre el marco. Bajé la cabeza y las lágrimas comenzaron a caer, contenidas, sin movimiento alguno... luego, imparables bañaron mi rostro, recorrieron el cuello y descendieron hasta mis senos desnudos. Ya no sentía nada por mí. Lo había perdido.

Pero hacerme esto... Venir a reafirmar su masculinidad, humillarme de esta manera, decirme que en realidad no le apetecía estar conmigo, como si yo fuera una más. Como esas mujeres que se le lanzan al escenario, que le envían fotos semidesnudas y mensajes provocativos en sus redes sociales.

No. Yo no era como ellas.

Y lo sabía.

Debía recomponerme. Sacarlo de mi departamento. De mi cuerpo. De mis pensamientos.

—Vete —dije, levantando la mirada. Lo observaba a través del reflejo en el vidrio: inmóvil, en silencio, mirándome—. ¡Que te vayas! —grité.

Avanzó hacia mí y giré lentamente para enfrentarlo.

Se detuvo. Me miró de pies a cabeza.

—Hazlo —le dije—. Mírame desnuda. Porque será la última vez que lo hagas.

Código: 1304124936009

*******^^^*********

MALOS ENTENDIDOS

Mi mejor amigo –1 –

Una decisión ajena, puede tener el poder de cambiar toda tu vida...

El divorcio de mis padres trajo consigo una nueva ciudad, una nueva escuela. Pensar en ser el centro de atención en la secundaria y, aun así, no sentirme extraña, me resultaba extraño. Invadida por una sensación de tranquilidad, me senté a su lado. Piel nívea, cabello oscuro, ojos grandes y rasgados: Ángel. Nos volvimos amigos. Compañeros de laboratorio, de tareas, de receso. Sin embargo, nunca sentí que me viera de otra forma. Solo amistad. Y eso fuimos: mejores amigos.

Ingresamos a la preparatoria y, para mi suerte, quedamos en el mismo grupo. Ahí conocimos a Ernesto. Hablar con él era como hablar con Ángel, pero con otro tono de piel. Descubrí que habían sido vecinos y amigos de la infancia, y que su amistad solo se había pausado con el tiempo. A veces me sentía desplazada, aunque sabía que no era así. Entre ellos existía un vínculo especial: en la forma en que se hablaban, se sonreían... en sus miradas.

Pasando el quinto semestre, supe que Ernesto tenía leucemia. Su último año lo vivió entre su casa, el hospital y su enorme jardín. Ese jardín se convirtió en nuestro refugio: bajo el techo marmoleado, en esos sillones cafés tan cómodos, hablábamos hasta tarde, compartíamos tareas, apuntes, películas... de todo. Ángel iba más seguido que yo. Pasaba los días enteros a su lado, como si no quisiera perder ni un instante, ni una palabra, ni un segundo de tiempo. Tiempo... justo lo que Ernesto ya no tenía.

Falleció poco antes de nuestra graduación. Ángel cayó en depresión. Necesitó terapia y medicación para poder continuar con la rutina escolar, como si la vida siguiera, aunque él no pudiera verla avanzar. Nunca había visto a alguien tan triste. Estaba completamente perdido. No sabía qué decirle, aunque lo intenté muchas veces. Tardó un largo tiempo en recuperarse, en poder hablar de Ernesto sin que su mirada se extraviara en el vacío.
Ambos sabíamos que entre ellos había algo más que amistad. Nunca lo dijimos. Es uno de esos secretos de la vida que no requieren preguntas ni respuestas, porque las verdades están ahí, frente a ti.

Entramos a universidades distintas. Ángel decidió estudiar Derecho, y yo, Química. Mis clases estaban en otra institución, algo alejada de él. Lo extrañaba mucho. Por eso, nuestras visitas se volvieron frecuentes. Ajustábamos nuestros horarios para coincidir: desayunos, comidas, o simplemente nuestro café... esa era nuestra rutina más preciada.

Las cosas no cambiaron demasiado, salvo que a él sus padres le regalaron un departamento pequeño pero lujoso, cerca de su facultad. Así, las pijamadas se volvieron parte de nuestra cotidianidad. Ya en el tercer semestre, un día fui a su facultad para ir a desayunar. Sentada en una banca de cemento, bajo la sombra de un gran árbol, lo vi.

Venía de lejos, contra la luz del sol. Parecía irradiar destellos a su alrededor.
Mi mente se quedó en blanco.

________*________

¡Agradezco tu voto!

Malos EntendidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora