Guarida secreta -11-

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Las niñas buenas van al cielo y las malas a todas partes.

—¡Hola!, ¿cómo estás? —dijo José sorprendido y la saludó dándole un beso.

Ella lo abrazó colgándose del cuello, pero mi Jos con un movimiento rápido se libró de ellos.

—Ella es Violeta —y me miró nervioso.


—Hola —saludé sin ánimo; ella parecía sacada de una película pornográfica: alta, rubia artificial, y obviamente exuberante.

¿Por qué lo abrazó así?

¿Habrán tenido algo ellos dos? ¿Por qué siento celos?

Volteé a ver a Ángel, pero él seguía platicando muy sonriente con los amigos de José.


—Ah, hola soy Ángela —dijo ella viéndome de pies a cabeza. Me sentí humillada por su mirada retadora e intimidante.


—¡Ángel! —le habló José. Él llegó enseguida y la presentó, ella lo abrazó no tan fuerte ni exagerado como a José, pero si cariñosamente. Mi amigo no dijo nada solo sonrió y aceptó el gesto.


—¡Vaya! ¡Ángel y Ángela! —ella le sonrió esperando una reacción de aceptación a su comentario la cual no hubo por parte de él.


¡Qué mal se escuchó! solo porque se encontró con un hombre demasiado amable y caballeroso.


—¿Y a qué debo tu honor? —interrumpió el silencio ya prolongado e incómodo.


—Te traje la invitación a mi cumpleaños —le extendió un sobre negro con plateado.

—Como sé que no puedes el sábado, pues organicé la cena el viernes y el sábado festejaré en un antro que reservamos.

Al darle el sobre no desaprovechó la oportunidad para tocarle la mano, la cual José retiró enseguida y sin remordimiento.

¿Honor? o sea, él no la invitó a su casa, ello solo entró con confianza.

—¿Pero, por qué el viernes?, no te creo que lo hallas hecho por mí, además si ese fuera el caso no tendrías por qué molestarte —dijo mientras observaba la invitación sin siquiera abrirla.


—Bueno ahí te espero, ya invité a tus papás también —se despidió abrazándolo de nuevo del cuello, esta vez sin intentar aprisionarlo y él solo la rozó mientras ella lo besaba en la mejilla dejándole el labial rosa pintado.

Cómo odiaba ese tipo de marcas y que a él nunca le había visto. Después se dirigió a Ángel y comenzó a platicar con él, quería escuchar qué le decía, sabía que estaba interesada por él, ¡claro!, mi amigo era tan guapo y amable que no la pensó dos veces para ahora atacarlo a él.


—¡Vaya! —me dijo José viéndome a los ojos —Ven te quiero enseñar algo.

Me sostuvo de la mano de nuevo y caminamos hacia la mini casita que estaba al fondo del jardín; dejábamos detrás a la actriz porno que seguía entretenida con mi pobrecito amigo. Cuando caminábamos sentí su mirada de odio seguirme; claro que no me importó, bueno un poco, ya tenía una enemiga segura, algo nada común en mí.


—¿Quién es ella? —lo cuestioné en cuanto supe que estábamos lo suficientemente lejos para que no me escuchara.


—Es mi vecina, nuestros papás son socios en el mismo buffet —dijo despreocupado.


—¿Tu papá y él son socios de un buffet jurídico? —dije un poco sorprendida.


—Si, ya conocerás a mis papás en la cena, él es muy serio, formal y correcto, pero mi mamá te va a adorar, ella no trabaja... –


—¡En la cena! —interrumpí—. ¿Cuál cena? ¡Si a mí ni me invitó! —con su mirada seria y juguetona, se colocó frente a mí.


—Si estás conmigo significa que eres mi muñequita de aparador, a donde yo vaya con gusto te llevaré para estar contigo, quiero que conozcas a toda la gente con la que me rodeo, y acostúmbrate a eso —sonrió de nuevo, medio un besito en la nariz y me abrazó.


—¿Tu muñequita de aparador? —reí mientras le limpiaba la evidencia del beso de Ángela.


—Sí, vente muñequita preciosa, te voy a enseñar tu nueva casita para jugar —reímos mientras abría la puerta de madera—, ¡bienvenida a mi guarida secreta! —abrió los brazos en señal de felicidad.


—¡Wow! ¿Qué es aquí? —entramos, prendió la luz y cerró la puerta detrás de nosotros.


—Ven —me tomó de las manos y me condujo suavecito enmedio de la gran sala, de hecho, era solo un cuarto grande lleno de instrumentos, un sofá café y un baño chiquito al final—. Es mi guarida secreta, aquí ensayamos todas las canciones desde hace ya varios años – tomó la guitarra que estaba recargada en la esquina del sofá y nos sentamos.


—Todo me imaginé menos esto —dije asombrada mientras mis ojos vagaban por el espacio, entre todos los instrumentos acomodados a nuestro alrededor.


Comenzó a tocar y cantar una pequeña parte de una canción despacito, yo lo veía atónita. Una vez en el antro lo escuché cantar, pero esas canciones no eran para mí, la segunda lo escuché a través de unas ventanas de vidrio y la última vez que fui al antro solo recibí miradas de odio desde el escenario, pero ahora esa canción, su mirada, su voz y su música eran solo para mí.


Dejó la guitarra a un lado, se sentó enseguida de mí y comenzó a besarme, primero sus besos eran lentos y suaves, pero al cabo de unos minutos cambiaron de intensidad, me soltó un poco y me sonrió, luego sentí su aliento embriagante en mi cuello que fue deslizándose poco a poco a hacia abajo, lo detuve con una mano y levante su cabeza hacia mí, el soltó mi mano y me sujeto fuerte de la cintura, sentía el calor de su cuerpo presionando el mío, sentía su boca húmeda pasarla por mi hombros para terminar besándome de nuevo; sus manos que hacia un minuto presionaban mi cintura empezaron a bajar poco a poco pero con la misma intensidad por mis caderas hacia mis piernas, las comenzó a presionar y deslizo sus dedos a través de mis muslos, yo instantáneamente los cerré y tomé sus manos diciéndole apenas con un movimiento de cabeza que no; él me ignoró sonriendo e intentó nuevamente subirme el vestido... lentamente.


—¿Por qué no preciosa? —dijo murmurando cerca de mi oído. Su aliento era caliente y me enviciaba.


Sentimos un portazo y yo me enderecé enseguida acomodándome el vestido para taparme de nuevo las piernas, José volteó molesto.


—¡Ah! ¡Perdón! ¿Interrumpí? —dijo irónicamente Ángela—, quería usar el baño porque me tengo que ir —entró directo al baño, no sin antes dedicarme otra mirada de odio.


José se acomodó el cabello con las manos y yo me levanté del sofá.


–Me tengo que ir, tengo mucha tarea, ¿recuerdas? – apenas pronuncié palabra, sentí caliente la cara, tenía tanta pena. José me dio la mano para acompañarme a la salida, ahí estaba Ángel y me sorprendí un poco.


–¡Interrumpió! ¡Perdón!, traté de convencerla para que entrara al de tu casa, pero no quiso y... – dijo Ángel también apenado.


–No te preocupes, no pasa nada, así es ella – José siguió serio y nos acompañó a la salida.


Me abrazó suavemente y nos despedimos con un beso sencillo. Yo seguía apenada por el episodio anterior y a él lo veía aun molesto, comenzaba a conocerlo bien y sabía que la interrupción de Ángela era ajena al baño.

¡Hola!


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Malos EntendidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora