Mente versus Corazon -22-

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Dicen que la mente humana domina al cuerpo en cuanto a cualquier dolor... no es verdad.

Me senté en el sillón con mi mente llena de voces, risas, burlas, groserías, malos comentarios, ruido y luces sofocantes; me quedé ahí, encorvada observando la oscuridad y absorbiendo un poco de ese silencio. Sé que por educación Josué no iba a tratar nada para no despertar a mi mamá y a mis hermanas, puesto que mi cuarto está al fondo y difícilmente se escucha el timbre de la casa; lo que si estaba segura es que estaba hablando a mi celular, pues ignoraba que no lo traía conmigo.

Me sentí tentada a abrir la cortina y ver qué era lo que hacia, si seguía parado detrás de la puerta, si estaba dentro del carro; no debía, así que envolví mi cabeza con mis brazos y la escondí entre mis piernas. No sé cuantos minutos habían transcurrido, cuando escuché al fin el motor de su carro alejarse. Se había ido.

Sentí cómo la nostalgia me invadía de nuevo, así que me quedé sentada otro rato mientras me quitaba los zapatos; bajé lentamente el ziper escondido de mi vestido y sentí como un aroma ajeno en mi piel me envolvía en un instante, estaba impregnada con una mezcla de su aliento, su loción y cigarro. Disfruté respirándolo, era la última vez que mi piel despediría su humor, su amor, su saliva; limpié mis lágrimas temerosa de que se llevaran con ellas todo último trazo de su olor. Me obligué a levantarme para dirigirme a mi cuarto, tenía que forzar a mi cuerpo a dormir.

No tuve mucho éxito.

Eran apenas las 7 am y ya estaba levantada; fui directo a la ventana, -qué tonta y patética soy-, decepcionada me bañé, me arreglé y salí dejando una nota detrás de mi, para recordarle a mi mamá que tenía que salir.

Soy la encargada del material de mi laboratorio en microbiología; y tenía cita con el proveedor a las 10 am, miré mi reloj mientras manejaba, era las casi las 8 am, así que me dirigí a mi café favorito dispuesta a que entrara cualquier cosa en mi organismo que me mantuviera consiente mientras manejara.

Pedí un café y me senté en el rincón, luego observé cómo las computadoras que tienen como servicio gratuito estaban milagrosamente desocupadas; me senté en la más alejada y abrí inconscientemente mi blog, puse mi café hasta el otro extremo temerosa de un accidente y comencé a escribir.

Describí mí larga noche, omitiendo los detalles del estacionamiento pero centrándome en la cena, reviví cada palabra, cada mirada de los clones de Ángela y la humillación entró de nuevo en mi mente.

Rectifique mi decisión sobre dejar a tiempo mi relación con Josué. -No soy para él, no pertenezco a su mundo- traté de consolarme.

Miré de nuevo el reloj y me fui; llegué antes como era mi costumbre, y esperé en mi carro fuera del local, no quería pensar, ¿por qué dolía tanto?, lo extrañaba y dudé en mantenerme firme, me sentía totalmente vacía, quería escucharlo, necesitaba su voz cerca de mi, sus manos alrededor de mi rostro forzando a mi mirada cruzarse con la suya.

Lo último que necesitaba en ese momento era tiempo para pensar, volví a ver mi reloj y eran pasadas las 10 am. -¡Impuntua!- me puse los lentes del sol y cerré mis ojos, me quedé así y recordé que no traía mi celular.

-Quizá me está llamando para decirme que no va a venir-, maldecía en mi interior por mi falta de irresponsabilidad al no traer algo ya necesario en estos tiempos.

Seguía ahí, haciendo lo peor que puedo hacer: ¡esperar!, solo dándole cabida a mi corazón de luchar contra mi dignidad como mujer.

Luego escuché unas llaves y bajé del carro acalorada. El proveedor ni se disculpó conmigo al echarle en cara la espera, al contrario, yo tenia que regresar en unas horas a surtir lo que a el le faltó pedir.

Salí furiosa del local y me dirigí a la casa de mi amiga Libe que vivía cerca de ahí, debía perder tiempo con alguien ajeno a mis problemas. Llegué a su casa y al verme mi rostro no preguntó, solo se dedicó a hablar y hablar de temas divertidos.

Por eso me gustaba hablar con ella, es de las pocas personas discretas que saben guardar silencio a su tiempo. Pasé horas con ella y mi mente se distrajo pero mi corazón seguía dolido, sentía vacío el pecho y al cabo de un rato todas sus palabras estaban huecas, todas las risas eran absorbidas por mi dolor.

Me despedí de ella; pasé por el local de nueva cuenta y surtí el material faltante. Eran no mas de las 6 de la tarde y no quería regresar a mi casa, llegué a comer a un restaurante y pensé en hablarle a Ángel para ver si podía llegar a donde quiera que él estuviera, pero volví a maldecir en mi mente al recordar que estaba incomunicada; no me quedó otra que dirigirme directo a su casa para ver si estaba. Me estacioné y toqué.

-¿Pero dónde andas chaparra?- se acercó y me abrazó.

-¿Hola?- me sorprendí con su expresión, -¿me hablaste o qué pasó? no traigo celular...-.

-Lo sé, ¿por qué?- respondió incrédulo. - Josué vino hace rato a buscarte aquí, ¿qué pasó chaparra?- el seguía hablando mientras yo ponía mi bolsa y mis llaves en la mesita de entrada.

No contesté.

Se paró asustado frente a mí y yo lo abracé; me quedé llorando amargamente en sus brazos por mucho rato, estaba liberando todo el dolor que había guardado en mí, estuve conteniendo todo el día las lágrimas pero ya no podía más.

Por un instante pensé que podía ser más fuerte, pero no era verdad, mi debilidad salió a la vista.

........

Gracias x leerme.

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Malos EntendidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora