Final -82-

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¿Lo quieres? Ve por él. AEG

 

 

Luego de la emotiva despedida con Lukas, me fui al aeropuerto. Ángel lleva mi maleta azul cielo y yo una floreada. Horas antes amenacé a mis lágrimas para que no se asomaran en al menos dos horas, ¿me obedecieron? Claro que no.


-Chaparra, un regalito de despedida.


-Ángel... -ladeé mi cabeza.


-Bueno, dos regalitos -Y me extiende la otra mano.

Lo abracé y me quedé de esa manera un gran rato. Levanté mi rostro una y otra vez. Me centró la mirada con sus manos.

-¿A quién buscas?

Lloré y lo miré a sus ojos.

-¿No vendrá verdad?

-No lo sé chaparra –continuaba sujetando mi rostro con sus manos.

De pronto una mano tibia en mi brazo.

-Hola.


Volteé con luz en mi mirada y una sonrisa llena de esperanza.

-Hola -mis labios curvados regresaron a su lugar.


-¿No te da gusto verme?

-Si, claro.


Alan me vio algo más que destrozada y me abrazó tan fuerte que se sintió bien, esta vez no rompí el abrazo, ni me separé antes de tiempo, solo me dejé querer. Levanté mi mirada de nuevo y me paralicé al creer ver a mi Jos, quise caminar y Ángel me detuvo del brazo.


-Chaparra, no.


-¿Y si es él?


-No. Te haces daño, ¿te das cuenta? –reclamó indignado.


-¿Y si lo es?


-Si lo fuera estaría frente a ti, ¿no lo crees?

Lloré y Alan intentó abrazarme de nuevo, no lo dejé.


-Voy a abordar ya.

 
-Te quiero amiga.


-Yo también Ángel.


-Nos vemos mañana allá Tania –se despidió Alan.


Asentí con la cabeza, intentando parecer feliz.

Me fui. Dejándolo todo atrás, a mis amigos, a mi familia; mis calles y casa; mi vida y la mitad de mi corazón.


Me dejó ir. Jos, no me dejes ir, no lo hagas.

****


Entré y aspiré olor a soledad, esencia que envolvió aquel gran cuarto, me encerré y me acosté. Comencé a acostumbrarme a escuchar el silencio. Abrí mi bolsa y saqué mi cartera, de ella mi calendario en miniatura. Con una pluma negra comencé a marcar con una cruz el primer día sin mi Jos. Día cero, tacharía uno a uno hasta que este dolor aminorara.

Luego del episodio de masoquismo mental, abrí la llave para llenar mi tina de agua caliente. Las ondulaciones en mi piel delataron el tiempo que llevaba sumergida, donde mis lágrimas se mezclaron una y otra vez con el agua ya tibia. Acostada en mi cama, abrí uno de mis regalos y leí su notita.

Malos EntendidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora