Muerte es igual a funeral -51-

6.2K 75 8
                                    

Ayer el abuelo le regresó su cuerpo a los prestamistas del cielo,

volvió a la tierra,

al polvo

e hizo de su traje los sueños.

Se fue con sus historias

para dormir a las aves que llegan hasta allá.

-Diario Garabato- E. Trevizo.

 

Ese olor nada familiar, sin embargo muy característico. El llanto de toda la gente, me recordaba un poco el funeral de mi amigo Ernesto. Ángel me tomó de la mano y me sonrió apenas con un leve movimiento de labios. Yo no pude corresponderle, mi estómago daba veinte vueltas a la vez, para luego depositarse pesadamente. No quería ver a Ángela, ni a su papá que me odiaba, pero lo hacia por mi Jos, solo por él.

-Vamos.

Mi novio me acomodó un mechón de mi cabello y me besó despacio cerca de mi boca. Yo solo cerré mis ojos al sentir el contacto de sus labios tibios y húmedos. Pasé saliva y nos dirigimos a los asientos de enfrente para dar el pésame.

Ángela estaba totalmente destrozada, abrazaba el ataúd y lloraba en silencio. Yo me desmoroné al ver la escena. No puedo decir que la entiendo, pero el imaginar que mi dolor sobre la ausencia de mi familia viva, era fatal para mi; ahora el quedarte sin tu madre, no verla jamás, ni tocarla, sin volver a escucharla, ni ver esa carita sonriente de nuevo.

¿Cómo sobrevivir a eso?

 

Mi Jos se acercó a ella y la acarició del brazo. Ángela volteó y se refugió en él con un gran abrazo.

El llanto no paraba, al contrario pareció intensificarse mientras algo le musitaba mi novio a su oído.

No me quise acercar aun. Por lo que miré a mi amigo y me sonrió de nuevo, esta vez si le correspondí. Era al segundo funeral al íbamos Ángel y yo, en toda nuestra existencia.

Luego buscamos con la mirada al papá de ella y nos acercamos, él me miró como era de esperarse con odio y solo le di el pésame sin tocarlo ni nada.

-Gracias Tania.

La seriedad en su voz era un pequeño recordatorio de que yo poseía lo que su maleducada y altanera hija quería. Y él ni con todo su dinero e influencias podía darle. Claro, está también el pequeño detalle del golpe. El cual nunca pasó a mayores por intervención de mi suegra, que me adoraba a diferencia de ellos.

También a ella le di el pésame en cuanto la vi, y mi amigo y yo nos quedamos sentados haciéndole compañía a su dolor. Mi Jos tenía razón en cuanto al dolor de mi suegra, lloraba tanto que me dolía. La abracé de nuevo y me disculpé.

Las lágrimas y el dolor son penas fácilmente contagiables, así que huí al baño por un momento y limpié mi rostro, luego me senté en un silloncito y saqué mi celular.

Comencé a escribir un mensaje:

Buenos días Alan. Hoy no podré ir al laboratorio…

 

Lo borré y comencé de nuevo.

Alan, perdóname, mañana hablamos…

Malos EntendidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora