Es verdad la frase “la vida te guarda sorpresas”. Cuando el alma comienza a marchitarse se lleva consigo tu alegría; prolonga, abre ausencias en huecos tan complicados de llenar – tanto- que un día despiertas… y tu vida se fue.
Estos días han sido de lo más difícil para mí. Mis compañeros de laboratorios son amables, sobre todo Javier –que aún guarda su secreto sobre aquel día que me vió llorar en el parque- y su novia Lili, la cual se había convertido en una buena amiga. Ambos sabían a la perfección sobre mi relación con Jos, de hecho eran sus fans.
Algunos días se me complicaban más que otros, las miradas y el murmuro de personas, hacían viajar mi imaginación al mil, sentía que me señalaban con pena, y en extremos mi paranoia gritaba que recordaban que fui novia de una persona pública.
Intentaba no salir mucho, vivía en el laboratorio y en clases. Ese día desperté nerviosa, las ansias dominaban mis movimientos. Mi manera de pensar se obstruía con imágenes más intensas que otros días de mi Jos. En el laboratorio mi guapo profe había prohibido la música para evitarnos distracción, pero en el fondo todos sabíamos que era por mí. Debido aun pequeño colapso que tuve cuando una de las canciones de mi ex novio vibró en el silencio de aquel lugar. Aníbal portaba siempre su Ipod, él y su novia me ignoraban, no éramos muy compatibles en carácter. Pero se había convertido en excelente compañero de mi profe afro. Siempre reían y hablaban de temas que no eran precisamente escolares.
El aire me abandonó por unos momentos, así que salí del laboratorio y dirigí mi mirada hacia el exterior. Desde aquellas ventanas de vidrio resaltaba perfecto la explanada repleta de alumnos, cada uno sumido en sus propios mundos, muy diferentes al mío. Vi que mi gran amigo Aníbal y mi profe venían caminando, algo les molestaba y discutían. Yo los observaba con atención y en cuestión de minutos llegaron al segundo piso donde me encontraba. Me extrañó la mirada de sorpresa que expresaron al verme. Me incomodaron, así que los saludé y me justifiqué para salir un rato del edificio. Alan me detuve suavecito del brazo, nervioso.
-No, espera. Tenemos mucho trabajo Tania.
La expresión en su rostro continuaba. Me liberé de su mano y sonreí nerviosa.
-Regreso rápido profe, además… tengo hambre –expliqué.
-En ese caso te acompaño, yo también quiero algo de la cafetería.
No respondí. Ellos giraron y murmuraron algo que no alcancé a escuchar. Continué con la mirada entre todas las personas por eso enormes ventanales. De pronto… mis ansias recorrían uno a uno mis pensamientos, mi imaginación, la cuál me hizo ver a mi Jos entre aquel tumulto de personas caminantes. Erguí mi espalda y caminé un paso más cerca hacia los vidrios.
¿Jos?
Reconocía ese caminar aunque fuera de espaldas. Desdoblé mis brazos que llevaban cruzados un gran rato y pegué mis manos sudorosas al cristal. Era él.
Salí del edificio escuchando mi corazón latir en mi cabeza, sus punzadas obstruían cualquier voz y sonido externo, incluyendo la de mi profe que venía detrás de mí. Lo ignoré y seguí el rumbo que había tomado mi Jos. No lo veía. Tomé mi celular y marqué su número desesperada. Ya no existía. Me detuve en medio de toda aquella gente, éstas pasaban a mi lado sin mirarme y yo a todas ellas las observaba a los ojos.

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Malos Entendidos
Teen FictionLas mujeres siempre nos enamoramos del chico malo, pero no solemos quedarnos con él... Novela registrada en safe creative código 1304124936009