Eran las doce del día, las chicas habían tenido una noche muy pesada y apenas habían dormido máximo 4 horas, pero eso no era impedimento para que Mario les exigiera levantarse a ensayar sus números de baile.
--Vamos, chicas, no paren...no hay descanso en este trabajo.
Mario era un hombre interesante, de aproximadamente 30 años, alto, fornido, piel canela al igual que el color de sus ojos y que a pesar de ser muy rico, seguía soltero, según él, porque el matrimonio no estaba en sus planes.
Su fortuna la heredó de una manera muy extraña...
Cierto día, cuando tenía 19 años iba pasando por una iglesia, se detuvo en la puerta de ésta y miró hacia adentro...un ataúd estaba ahí al final del pasillo, justo frente a la cruz.
Mario nunca se ha podido explicar el motivo por el cual entró a la iglesia y se sentó en una de las bancas de atrás.
A los pocos minutos se hizo presente un sacerdote y un hombre vestido de negro. El sacerdote empezó a orar por el difunto y el hombre de negro se sentó muy cerca del ataúd. El chico notó que de vez en cuando dirigían sus miradas hacia la última banca de la Iglesia, mirándolo a él.Al rededor de 20 minutos después el hombre de negro se levantó y caminó hasta donde estaba sentado Mario, el cual al ver que iba directo hacia él, se levantó para retirarse pero el hombre lo tomó del hombro y Mario se dio media vuelta mirándolo de frente.
El desconocido le dio una tarjeta... Le dijo: llámame mañana. Sin falta.
Mario se guardó la tarjeta en el bolsillo de sus jeans y se fue.
Cabe mencionar ahora que Mario era estudiante de la Facultad de Derecho y Criminología, carrera que pagaba con lo que ganaba de su trabajo limpiando oficinas en el turno de noche. Aun le faltaban 3 años para recibirse ya que no era nada fácil trabajar y estudiar. Una noche, una chica de la vida galante lo embaucó y lo hizo gastar el sueldo de quince días, cosa que no le hizo mucha gracia a Mario y juró que no dejaría que nunca nadie le quitaría su dinero y menos una mujer.Al siguiente día de que pasó lo de la iglesia, Mario llamó al número impreso en la tarjeta.
--Diga -le contestó una voz grave.
--Disculpe -le dice Mario- soy el chico de la Iglesia...
El hombre no lo dejó terminar de hablar, lo interrumpió para darle una dirección y decirle que lo esperaba ahí lo más pronto posible.
Mario desconfió pero tenía la intriga de saber para qué lo quería aquel hombre.
Se dirigió al lugar, que no estaba tan lejos de donde estaba la caseta telefónica desde donde hizo la llamada.
Tremenda sorpresa se llevó al escuchar las palabras del hombre.
Ahora era dueño de 35 mil millones de dólares, una mansión en Hampton y otra en San Francisco, y eso sin contar los coches, los yates y un jet privado.
--¿Yo dueño de todo eso? ¿Pero, por qué?
--Porque así está estipulado en el testamento de quien en vida respondía al nombre de Melissa Lewis: "Quiero y deseo que toda mi fortuna pase a manos de las personas que asistan a mi funeral... Exceptuando a mi abogado y al sacerdote, o a cualquier persona que sea invitada por alguno de ellos" -dijo el hombre- y como tú fuiste el único que asistió, entonces todo es tuyo.
--¿Es una broma, verdad? Es cámara escondida o algo así... -se levanta Mario dispuesto a salir de la oficina pero el hombre le explica que es verdad lo que le dice y le muestra el testamento.
El joven tenía ya nociones de leyes y sabía que el testamento era válido.
Y así fue como Mario se convirtió en millonario o mejor dicho, en multimillonario, de la noche a la mañana.
ESTÁS LEYENDO
Mario y... Valentina
RomanceMario es un hombre muy atractivo e inmensamente rico pero sin sentimientos. Para él todo son sus negocios, dinero, dinero y más dinero... Hasta que conoció a la pequeña Valentina y sin saberlo le cambió la vida.