CAP 26 sueño erótico de Valentina

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Con los ojos cerrados, recostado en su cama, aún sin desvestirse... Mario pensaba en Valentina muy intensamente...

Al mismo tiempo... no muy lejos de ahí...

Cuatro de la mañana... acostada en su cama... con ropa de dormir... su cuerpo sudaba... sí... Valentina dormía intranquila, se movía constantemente. Por su mente entregada al sueño pasaban cosas:

Había un árbol muy grande y frondoso en lo alto de una colina... ella podía distinguir la silueta de un hombre recargado en el árbol. Comenzó a avanzar sin dejar de mirar al hombre. Su corazón latía muy fuerte. Conforme avanzaba pudo distinguir que el hombre iba vestido de sacerdote, entonces se tranquilizó un poco y avanzó más rápido. Sintió la necesidad de hablar para confesarse.

Cuando llega hasta él, se arrodilla y le toma la mano. Levanta la vista para mirar su cara pero era borrosa... no podía distinguirla.

--Padre, quiero confesarme -le dice ella.

--Levántate, pequeña -le contesta el extraño hombre.

Valentina se incorpora y se recarga en el árbol junto a él.

--Dime tus pecados, hija -continúa el "sacerdote".

--Antes que nada, Padre, dígame lo que es estar enamorada.

--Esa es una pregunta muy difícil pero trataré de contestarte lo más acertadamente posible.

--Gracias, Padre. Lo que sucede es que conocí a un hombre que es muy malo y a la vez tan interesante. Cuando estoy a su lado mi corazón late con mucha fuerza. Y en una ocasión forcejeamos y nuestros cuerpos quedaron juntos... él me aprisionaba con sus brazos y sus piernas. Yo sentía desmayarme.

--Pero tú eres una religiosa, hija. No debes sentir esas cosas.

--Lo sé, Padre. Pero no puedo evitarlo. Cada vez que lo miro o pienso en él siento como unos choques eléctricos en mi estómago.

--¿Esos sensaciones nunca las habías sentido?

--No, jamás.

--Si él te toca la mano así... ¿qué sientes? -le dice el padre tomando la mano de Valentina.

Ella cierra los ojos y le dice:

--Siento lo mismo que ahora -y suelta rápidamente la mano del padre.

--¿Tienes miedo?

--No.

Entonces él se pone frente a ella y la mira; pero ella no puede distinguir su rostro. Él la toma por la cintura y la acerca a su cuerpo. Valentina se retuerce pero no logra zafarse o mejor dicho no quiere zafarse de esos brazos.

--Déjate llevar, Valentina. Tienes que enfrentar tus sentimientos. Tienes que saber lo que sientes por él para que tomes decisiones importantes en tu vida -le dice el hombre- ahora te besaré.

--No sé besar. Nadie me ha besado jamás.

--Ya te lo dije... sólo déjate llevar... cierra los ojos.

Ella obedece y después de unos segundos, que parecieron siglos, siente la respiración de él muy cerca de su cara. Sentía calor y estaba muy inquieta pero no se movía. En el fondo pensaba que ese hombre era un sacerdote y lo que estaba pasando era un horrible pecado el cual los condenaría al infierno eterno. Pero aún así no se movió y se dejó llevar por ese hombre.

La sensación de esos labios presionando los suyos la hizo dar un pequeño gemido. Esos labios le succionaban los suyos y ella sentía desmayar. Y cuando él metió su lengua en la boca de Valentina... ella abrió los ojos y entonces pudo ver el rostro que hasta ahora había sido borroso a su vista. Ahora podía verlo... era él... era Mario. Él tenía los ojos cerrados y seguía besándola con desespero mientras con sus manos recorría el cuerpo de la joven. Valentina ya no podía más pero a la vez quería que él siguiera.

Cuando él bajó una de sus manos y la metió entre la ropa interior de ella tocándole el sexo se escuchó un estruendo y los dos se apartaron.

De pronto comenzó a llover y él la abrazó. Ninguno de los dos dijo nada... así se mantuvieron un rato hasta que el cuerpo de Mario comenzó a desvanecerse. Valentina se quedó sola bajo aquel árbol... estaba mojada por la lluvia y llena de confusiones la mente. Dio un paso para comenzar el descenso por la colina pero cayó en un pozo... fue cayendo, cayendo, cayendo... y luego nada.


Valentina despertó en su cama... Sobresaltada, asustada o emocionada. No sabía lo que sentía en ese momento. Se tocó entre las piernas y se dio cuenta que estaba mojada. Algunas chicas en el internado le contaban que a veces amanecían mojadas porque soñaban cosas prohibidas pero a Valentina nunca le pasó... hasta hoy.

Ya eran las 7 de la mañana y decidió levantarse para preparar el desayuno.

¿Desayuno? ¡Qué va! Si en esta casa no hay nada para desayunar. Pobre de mi padre... Bueno... le pediré dinero para ir a comprar algo.

Se duchó y decidió no usar el hábito de monja. Fue a la habitación de su hermana y encontró unos jeans despintados y una blusa a cuadros. Se vistió y bajó a buscar a su padre... lo encontró en su despacho; parecía que había bebido pero ella no hizo alusión a ello. Se acercó a él y le dio un beso en la mejilla, luego le pidió dinero.

--No, hija, perdóname pero no me queda nada de dinero. Solo una tarjeta de crédito y ya está casi al límite.

--La usaremos, papá. Ven, arréglate un poco para ir de compras. Necesito que tengas fe, papá.

--Como tú digas, hija.

En pocos minutos ya estaban en el coche rumbo al centro comercial.

--Papá... quiero hacerte una pregunta..

--Dime. ¿Qué pasa? -pregunta Julio un tanto temeroso.

--No te asustes, papá. No es nada malo. Solo quiero saber unas cosas de ti y de mi madre.

--Bueno, pregunta lo que sea... te prometo que no tendré secretos para ti.

--Emmmm... bueno, pues... ¿Tú amabas mucho a mi madre?

--Sí, muchísimo.

--¿Y ella a ti?

--También, hija -contesta Julio con nostalgia- ella me quería mucho. Nos enamoramos desde la primera vez que nos vimos.

--¿En serio? -Valentina se veía entusiasmada- ¿Y cómo supieron que era amor? emmm, quiero decir... ¿Qué se siente estar enamorado? ay bueno, papá, tú sabes...

Julio miraba a su hija... no se había dado cuenta que esa mañana Valentina irradiaba felicidad.

--¿Estás enamorada, mi pequeña? -le pregunta Julio achicando los ojos.

La chica se encogió en el asiento sin contestar. Pero no había necesidad de que dijera nada pues su actitud contestaba por sí sola. Lo único que él temía era de quién se había enamorado su hija. Y por el momento no quiso preguntar más.


Mario y... ValentinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora