El ensayo transcurría tranquilamente... Juan David dirigía los pasos de las bailarinas y Salomón no dejaba de mirarlas. Sobre todo a una... Hanna. Hacía tiempo que ellos mantenían un romance a escondidas y aunque todas lo sabían, ninguna se atrevía a decir nada por temor a que el jefe se enterase.
--Es todo por hoy, chicas!! -les dice el instructor de baile- será mejor que vayan a prepararse porque la noche está por llegar.
Melinda estaba a punto de abrir la puerta para salir cuando ésta se abre intempestivamente dando paso a la pequeña Valentina quien llevaba unos papeles en la mano. Se notaba furiosa y con la mirada buscaba a alguien. Era obvio que a Mario.
--¿Dónde está? -pregunta dirigiéndose a Salomón.
--¿Quién? -responde éste poniéndose de pie.
--No se haga el loco. Sabe muy bien a quien me refiero -Valentina estaba roja de coraje, sus ojos parecía que le iban a estallar y con sus manos arrugaba las hojas acercándolas a la cara de Salomón- él tiene que explicarme esto.
Melinda se acerca a ella y la toma por los hombros para calmarla.
--Tranquilízate, Vale. Si estás buscando a Mario, te digo que él no ha venido por aquí desde que salió contigo... emm... bueno, desde que te llevó a rastras.
Valentina baja la cabeza mirando el piso. Su respiración estaba muy agitada pero se mantiene callada.
El silencio lo interrumpe Salomón.
--No entiendo. ¿Qué son esas hojas? ¿Acaso es tu contrato de trabajo?
--Ajá... "Mi contrato de trabajo"... Si es que a esto se le puede llamar así. Yo jamás he trabajado y no sé nada de estas cosas pero no creo que tenga que casarme con el jefe a cambio de que me dé empleo. ¿Una cláusula de matrimonio en un contrato de trabajo? No creo que esto sea legal. Miren, miren todas y todos lo que hago con el contrato -y delante de todos los presentes rompió las hojas, las tiró al piso y salió del salón.
--Oye, espera... -Salomón sale tras ella y tras él, Hanna.
Las otras chicas se dispusieron a recoger los papeles y tratando de unir los pedazos buscaron lo que Valentina decía: la cláusula de matrimonio.
Después de unos momentos se quedaron todas desconcertadas. La chica tenía razón.
--Ay, qué envidia -decía Juan David- quién no va a querer casarse con el jefe.
--Yo no.
--Ni yo.
--Tampoco yo.
--Ni que estuviera loca.
--De nada le sirve estar tan guapo si es tan odioso.
--Bastante tenemos que aguantarlo siendo nuestro jefe.
--Ay no... con ese carácter que se carga creo que nadie se casaría con él.
Las opiniones no se dejaron esperar.
En eso estaban cuando entra Mario.
--¿Qué pasa aquí? ¿Por qué no se han ido a arreglar? Vamos... vamos... andando... que ya voy a abrir el bar. Y tú, Juan David, hoy te harás cargo de las bebidas, por favor. Ya pasa de las 5, es muy tarde.
--Sí, jefe. Lo que tú digas. -le contesta el instructor de baile que a veces cubría la barra.
--Espera, David ¿Has visto a Valentina? -le pregunta Mario antes de que abandone el salón para dirigirse a trabajar.
--Mmmm... pues... ella estuvo aquí.... y estaba... emmm... estaba muy...
--Muy qué... -grita Mario agarrando al pobre hombre de un brazo.
--Ayyyy, suéltame... me haces daño -se queja.
--Sólo contesta.
--Ya. Está bien. Estaba muy enojada.
--¿Por qué? ¿Dijo algo?
--Parece que no quiere casarse contigo. Mira -dijo Juan David apuntando al piso donde estaban los pedazos de papel que Valentina rompió hacía unos momentos.
Mario se agacha y recoge algunos trozos de papel, los mira y los arruga con la mano. Luego se dirige nuevamente a su empleado.
--¿Dónde está ella?
--No sé. Después de romper esos papeles salió de aquí y Salomón fue tras de ella... también Hanna.
--¿Hanna? ¿Y a esa qué le pasa? Qué ya nadie me obedece aquí. Pero bueno, dime, para dónde se fueron.
--Ya te dije que no lo sé. Tan solo salieron de aquí y ya. Es todo lo que sé. Aunque sí te puedo decir que la pequeña niña se veía muy enojada. Estaba colorada de rabia. La verdad no creo que vuelva.
Mario se quedó por un momento pensativo y muy en el fondo le preocupó que Valentina no volviera. Unos segundos después salió del salón y se dirigió al dormitorio de las chicas pero no estaba ahí a quién él buscaba. No preguntó nada y las chicas le dijeron nada. Salió y buscó en el área de las mesas pero tampoco ahí estaba ella. Ni rastro de Salomón ni de Hanna tampoco.
Fue hacia su oficina y le marcó a su amigo al móvil pero éste no le contestaba. La desesperación de Mario comenzaba a crecer. Sentía mucha intranquilidad.
Bueno, pues que se vaya... si eso es lo que quiere... que se vaya y que no vuelva... a mí no me hace falta.
Fue hasta su apartamento y abrió la caja fuerte... sacó el original del contrato firmado por Valentina. Lo arrojó en la cama y luego se echó en ella boca arriba, mirando el techo. Pensaba sin pensar nada. Veía sin ver. Hacía mucho tiempo que nada ni nadie lograba intranquilizarlo.
Agarró los papeles y buscó la firma de ella... pasó sus labios por encima de la tinta y cerrando los ojos imaginó tenerla frente a él. Sus ojos negros mirándolo, sintiendo su respiración junto a su boca.
Vaaaa, a la mierda.
Se levantó de un salto y rompió los papeles. Por supuesto que ahora no tenían ningún valor.
Pero eso no le bastó, sino que fue de nuevo a la caja fuerte y sacó los pagarés que el Lic. Altamirano le había firmado a cambio del dinero que Mario le había prestado. Los rompió también.
Ahora no me deben nada. No quiero saber nada de ellos. El show debe continuar.
Suena su móvil y lo responde:
--Hola... ¿Salomón? ¿Dónde estás?
--Voy de regreso al bar. Vamos de regreso...
--¿Vamos? ¿Quiénes? -por un momento Mario pensó que se refería a Valentina y el corazón se le aceleró.
--Hanna y yo.
--¿Y ella, dónde está?
--Te explico al llegar. Tranquilízate, hermano.
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Mario y... Valentina
RomanceMario es un hombre muy atractivo e inmensamente rico pero sin sentimientos. Para él todo son sus negocios, dinero, dinero y más dinero... Hasta que conoció a la pequeña Valentina y sin saberlo le cambió la vida.