nueve

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--Hola, madre... tienes alguna noticia de ese señor?  -pregunta Salomé pasando de largo por donde se encontraba su progenitora sentada en un viejo sillón.  

La chica había entrado a la unidad habitacional donde el señor Martin les rentaba un pequeño apartamento a ella y a su madre  y ni cuenta se dio que la habían seguido.

--Desgraciadamente no -contesta la mujer levantándose y siguiendo a su hija pocos pasos atrás.

--Todos los días es lo mismo... nunca sabes nada de él -Salomé abre el refrigerador pero, como siempre últimamente, estaba vacío... lo volvió a cerrar y se paró de frente a su madre a la cual se le quedó mirando- hace falta que ese desgraciado aparezca, mira, no tenemos nada para comer... nos moriremos de hambre... y a ese viejo de don Martin no me atrevo a pedirle un adelanto de mi miserable sueldo.

--Perdóname, hija... ya sabes que he buscado a tu padre desde que llegamos acá pero nadie me da noticias de él -se lamenta la mujer.

--Ese señor no es mi padre, no lo vuelvas a repetir.  Si te pregunto por él es porque hace falta que se haga cargo de sus obligaciones.

--Salomé... hija... perdón, yo...

--Ay noooo, ya te he dicho que no me llames Salomé... no sabes cuanto odio ese nombre.  Por qué tuviste que ponerme así?  Cada vez que escucho mi nombre es recordar el de él.. Salomón... Oh Dios!!!  noooo...  -la chica se cubre la cara con las manos y luego agrega- lo odio sin conocerlo y a veces no estoy segura de querer que aparezca.

--Sally, lo siento tanto pero tengo que encontrarlo.  Necesito de él económicamente y lo sabes muy bien -la mujer abraza a su hija quien se tranquiliza al sentir el cariño de su madre.

--Discúlpame, mami pero es que me da rabia pensar que nos abandonó.

--Yo lo abandoné, eso te lo he dicho muchas veces y no quise saber nada de él. Me engañaba -agrega ella volviendo a sentarse en el sillón.

--Sí lo sé y creo que hiciste bien en dejarlo pero no tenías derecho de privar a una niña de su padre.  Va... pero eso ya no importa -la chica se acerca a la mujer y se sienta en el piso dejando que su madre le acaricie el cabello.

--Sabes, madre... me invitaron a una fiesta -continúa diciendo Sally reflejando tristeza en sus palabras.

--¿Y por qué lo dices de esa manera?   ¿Cuándo será la fiesta? -pregunta con interés.

--En dos sábados. Es la inauguración de un hotel.  Supongo que será algo muy lujoso y es una lástima que no pueda ir.

--¿Por qué dices eso?  Si quieres, puedes ir.

--Madre... por favoooooor...   No tengo la ropa adecuada para asistir a un lugar así.  Es más, ni siquiera tenemos para comprar un café... menos para comparme un vestido y zapatos.  No... es mejor que me olvide de eso.  Ah, ahora recuerdo que te traje un trozo de pizza, lo tengo en mi mochila.

Salomé le da a su madre un pedazo de pizza que guardó entre su ropa en un descuido de Danny.

--Gracias, -la señora lo toma es sus manos y mira tristemente a su preciosa niña- ¿te comiste la manzana que te di?

--Sí, mamá -contesta ella sonriéndole luego se quita los audífonos que llevaba colgados al cuello y se los da a su madre.

--¿Y esto? -pregunta sorprendida la mujer.

--Véndelos, o empéñalos... deben valer bien pues son de marca, de hecho son mejor que los que ese muchacho averió.

--No es necesario... 

Mario y... ValentinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora