cincuenta y seis 😔

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Mario, al darse cuenta que Valentina se encontraba en los separos, se desesperó por completo. Quería verla. Quería pedirle perdón y decirle cuánto la amaba.

Se encontraba muy demacrado, no había podido dormir ni un solo instante.  La barba comenzaba a rasparle en las manos cuando se las pasaba por la cara en señal de impotencia.

Qué bueno que traía suficiente efectivo en mi cartera, de no ser así no hubiera podido extorsionar a esos policías para que dejaran entrar a Valentina. Ay Dios...qué nervios siento!!! ¿Y si no me perdona? ¿Y si solo viene a decirme que me merezco estar aquí por lo malo que me he portado con ella?

Caminaba de un lado a otro en el pequeño espacio donde se encontraba.  Los minutos se le hicieron interminables antes de oír que una puerta se abría del otro lado de la ventana de cristal.

Cerca de ahí Erick le ofrecía un vaso de café a Melinda.

--Gracias, Erick -le dice sin mirarlo.

--Debieron pasarla mal en esa casa...verdad.

--Sí... Muy mal. Pensé que ese desgraciado nos iba a hacer daño.

--Tal vez lo hubiera hecho si siguieran ahí pero me alegro mucho que hayan podido salir.

Erick hace una pausa y luego continúa

--¿Por qué acudieron a mí para pedir ayuda? ¿por qué no fueron directo a la policía?

--La verdad, yo no quería confiarte lo que sucedió. Eres un patán y creí que no te ibas a interesar en ayudar. Pero ella insistió, dijo que Mario era tu hermano y tenía fe en que lo ayudarías.

--Me alegra que lo hayan hecho. Yo tengo muchos defectos, lo reconozco, pero quiero a Mario, él es mi única familia.

--Te has portado muy bien, Erick, no me lo esperaba -le dice ella mientras le toma la mano.

Erick la mira a los ojos y le sonríe.

--Vaya, vaya... Pues no me había fijado que tienes unos ojos muy bonitos.

--¡Cállate, Erick....no cambias!

--Es una broma -dice él.

--¡Ah, siiiiii...!!!!

--Eso de que tienes unos ojos hermosos lo dije muy en serio.

Los dos se rieron y luego ella colocó su cabeza en el hombro de él, momento que aprovechó para pasar su brazo alrededor de ella, ofreciéndole protección. 

Valentina vestía unos jeans, una blusa de cuadros con botones al frente. Tenis negros. Y su larga cabellera la traía tejida en una trenza que estaba ya muy descompuesta.  Se le marcaban las ojeras por el cansancio pero aún así no perdía su peculiar belleza natural. Mario se acercó al cristal que lo separaba de ella y colocó las manos abiertas en él.  El corazón le latía rápidamente al ver a su amada caminar hacia el otro lado del cristal. Y cuando ella colocó sus manos a la altura de las de él, comenzó a llorar.

Mario y... ValentinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora