💖sesenta y seis💖

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Voy a volver a escribir los últimos párrafos del capítulo anterior para no perder la secuencia.

Cuidados intensivos se vuelve una locura ante los ojos de Mario, Erick y Melinda que veían cómo atendían a Valentina quien comenzó a toser porque le molestaba el tubo que le metían por la boca.

--No le pongas el respirador, no lo necesita -ordena uno de los médicos a la enfermera.

Y ante la mirada escéptica de todos los presentes, Valentina abrió los ojos.

Mckenzie rompió el silencio que durante 5 segundos reinó en el área, donde solo se escuchaba el resonar pausado de las máquinas que mantenían con vida a las demás pacientes.

Al ver la expresión de dolor en la cara de Valentina que le causaba la herida en el cráneo, ordenó:

--Deme una jeringa con morfina, enfermera, rápido.

En menos de 10 segundos el doctor mismo estaba inyectando la droga en una pierna de la joven, la cual casi de inmediato relajó los gestos que mostraba en su rostro. Pero seguía consciente, aún mantenía los ojos abiertos dirigidos hacia las luces del techo.

--Señora Murillo... ¿Puede oírme? -le pregunta el médico sin obtener respuesta.

--Vuelvan a canalizarla -agrega el galeno.

Dos enfermeras preparan a Valentina como el médico indicó. Suministraron suero a  cuenta de 1 gota por cada 10 segundos.

Mario y sus acompañantes observaban lo sucedido a menos de dos metros de distancia a través de una ventana de cristal. Quería acercarse a Valentina pero Erick y un enfermero lo mantenían sujeto. No le quedaba más que esperar y ver cómo los médicos y enfermeras atendían de la mejor manera a su esposa.

Valentina no responde a las preguntas del médico pero logra girar un poco la cabeza de lado dirigiendo la mirada hacia donde estaba Mario, quien al ver sus hermosos pero cansados ojos le grita.

—Valentina...estoy aquí, no me alejaré de ti ni un segundo.

En ese momento la monja presiona la mano de la enfermera que le estaba poniendo una pinza en el dedo para checar su pulso.

—Doctor, vea...la señora reacciona al oír la voz de su esposo.

Valentina no dejaba de ver a Mario. En el fondo quería hablarle pero no podía.

—Proporcione al señor ropa adecuada para acercarse a la paciente, por favor -le dice el médico a una enfermera.

—Sí doctor, enseguida.

Erick y Melinda tuvieron que regresar a la sala de espera mientras Mario se desinfectaba las manos y la cara; después se puso la ropa desechable que una enfermera le entregó.  Se puso el cubre boca y se dirigió nervioso hacia su esposa.

—Hablele suave, no vaya a gritar, por favor. Tiene que ponerse guantes, tome unos de aquí –el médico le da un sobre para que Mario saque un par de guantes de látex y se los ponga– puede tomarla de la mano solamente. No toque ni una otra parte del cuerpo. ¿Entendió?

—Sí. He entendido.

—Esta bien...vaya con ella. Yo estaré observando en los monitores cada reacción de la paciente. Pero escucheme  bien...si algo va mal, tendrá que irse a la sala de espera y no quiero tener problemas con que no quiera salir. ¿de acuerdo?

—De acuerdo, doctor.

Por fin Mario pudo acercarse a Valentina.  Una enfermera le acercó una silla y él se sentó junto a la cama.

Ella lo seguía con la mirada, le temblaban los labios y al sentir la presión de la mano de Mario contra la de ella, su corazón comenzó a agitarse y su pecho subía y bajaba rápido al ritmo de su respiración.

—Mi pequeña... Gracias a Dios que has reaccionado.  Te vas a poner bien.  ¿Sabes que te amo? ¿no lo sabes?  -le decía él y ella lo miraba directo a los ojos– pues ahora te lo digo.....TE AMO. TE AMO, TE AMO. Y cuando salgas de aquí nos casaremos y tendremos dos hijos.

En ese momento Valentina derramó una lágrima.

—No llores, mi vida...si quieres solo tendremos un hijo o los que tú quieras. De ahora en adelante solo viviré para ti, mis ojos solo tendrán vista para ti.

—Es increíble lo que está pasando. Ella debería estar inconsciente por el efecto de la anestesia, pero ahí está... Milagrosamente recuperándose y dando positivo a todas las pruebas –le dice Mckenzie a su colega.

–Pero, ¿por qué no puede hablar? -interrumpe un enfermero.

—Por el efecto de la morfina –contesta otro de los médicos– Pero estoy seguro que si ese hombre le sigue hablando como hasta ahora, se seguirán rompiendo las reglas de la medicina, y esa mujer hablará aunque esté con el efecto de esa droga.

¡¡¡Cuánta razón tenía el médico!!!

—El primer día que te vi, me atrapaste con esos ojos tan bellos, recuerdo que usabas esa ropa de monja tan horrible -Mario sonríe un poco- y me fascinó que no me demostraste ni una pizca de temor. Ahí estabas defendiendo a tu padre a capa y espada...  Desde ese día algo se alojó en mi corazón...el amor... Sí, mi Valentina...el amor que siento por ti.

—Ma...mma..rio  ... A aa..mmo..rr. –logró decir ella difícilmente y dejando ver lo blanco de sus dientes tras la sonrisa que se dibujó en su rostro.

–Hace más de 35 años soy médico y todavía esta profesión no deja de sorprenderme -afirma Mckenzie tratando de disimular el nudo que siente en la garganta.

El personal de terapia intensiva volvió a sus labores cotidianas atendiendo a las demás pacientes que por unos momentos parecía que habían desaparecido. 

Capítulo pequeño, pero creo que les va a gustar muchoOjalá no los haga llorar como el anterior.   





Mario y... ValentinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora