CAP 15 una monja en el bar

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--Esos pasos no coordinan, Hanna, tienes que seguir el ritmo de Walkiria -indicaba Juan David, el coordinador de baile de las chicas- yyyy uno, dos, un, dos tres...izquierda... Uno, dos, un, dos tres...derecha yyyyyy... abajo. Mueve esas piernas Hanna. 

Las chicas no estaban al 100%... La muerte de Samantha las afectó emocionalmente y la calidad de los bailes habían bajado. 

Mario miraba el ensayo desde una mesa pero no decía nada. 

--¿Por qué tan callado, hermano? Me extraña que no reprendas a las muchachas... Desde que llegamos de la casa de Altamirano estás como ausente ¿Qué pasa eh? -interroga Salomón a su amigo al tiempo que le ofrece una bebida. 

--No, gracias, no me apetece tomar nada -le contesta éste con la mirada perdida. 

--Huy, huy, huy... Aquí pasa algo grave... Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea. Te conozco y sé que algo te preocupa -Salomón espera respuesta pero Mario sigue callado, como si su mente estuviera en otro lugar- oye bro ¿te sientes mal? Digo, mal de salud... O es el problema de Altamirano el que te tiene así? 

Mario seguía sin atender... Miraba los ensayos pero sin ver, sin poner atención y no pareciera que estuviera escuchando a Salomón. Fue cuando éste último decidió darle una palmada en la espalda. 

--Mario... ¿Qué te pasa? -le dijo. 

Por fin reacciona. 

--Ehh.. Qué... No... No tengo hambre, gracias -atina Mario a responder. 

--¿Hambre? ... ¿Quién habla de comida?... Oye, hermano, no te veía así de despistado desde que estábamos en la preparatoria, cuando Verónica te traía arrastrando el ala. ¿Te acuerdas? La porrista aquella que nunca te hizo caso. Hasta parece que estuvieras enamorado!!! 

Al escuchar esas palabras, Mario se incorporó a la realidad. 

--Ja ja ja ja ja... ¿Enamorado yo? Para nada. -luego se levanta de su silla y empieza a regañar a Hanna. 

En eso se oye el timbre de la puerta de entrada y Salomón va a ver quién es.

El ensayo de las chicas lo estaban haciendo en un salón que estaba en la planta alta, lejos de la puerta de entrada. El timbre vuelve a sonar seguido de unos golpes a la puerta... 

--Voy, ya voy... ¡Pero quién toca de esa manera, por Dios¡  

Salomón abre la puerta y.... Oh sorpresa, sus ojos no dan crédito a lo que están viendo... Era la monja y su padre, el Lic. Altamirano. Se les queda mirando y por un momento no sabe cómo reaccionar. 

--¿Nos va a dejar pasar o nos tendrá toda la tarde parados aquí? -le dice Valentina al hombre atontado- Necesito hablar con su jefe, el señor Mario Murillo. 

--P.. Pasen, por favor están en su casa, bueno, digo, están en su bar, o mejor dicho, están en el Bar de Mario. 

--Papá, es mejor que tú me esperes en el coche, por favor. 

--De ninguna manera. Yo te acompaño.

 Valentina mira fijamente a su padre e insiste... 

--Entraré sola, padre. Y no admito discusión. 

Altamirano accede a regañadientes irse a su auto. 

--Está bien. Pero si no sales en 15 minutos entraré por ti. 

Valentina cruza la puerta. Salomón la hace pasar a la oficina que está al final de un pasillo por el lado derecho de la puerta de entrada o sea del lado contrario de donde estaba el área de espectáculo. 

--Sientese, por favor. Ahora mismo voy a llamar a Mario. Con su permiso. 

Salomón corre dando enormes zancadas con sus piernas tan largas. Llega y se para frente a su amigo el cual estaba aún regañando a la pobre de Hanna porque no le salía bien uno de los pasos. A medio resuello le dice... 

--Mario, tienes visita. 

--¿Quién es? 

Salomón no pudo decir más... Se echó a reír. Y Mario lo miraba sin entenderla locura de su amigo. 

--¿Acaso es un payaso el que me busca? -le dice Mario, irónico.

 --Nooooo.... Jajajajaja. Es alguien mejor. Ve a tu oficina y compruébalo por ti mismo. 

La risa de Salomón era por lo extraño que le parecía que una monja pusiera sus santos pies en un bar. Mientras tanto Mario termina de dar indicaciones a Juan David y se encamina a su oficina.


Mario y... ValentinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora