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Las chicas no podían tener visitas ni siquiera de sus familiares. Firmando el contrato, ya pertenecían a Mario y si alguna se quería ir, tan sólo él rompía el contrato y la echaba a la calle sin finiquito... Solamente con lo que pudo reunir de lo trabajado, y eso ya era una fortuna. Las que renunciaban, se iban siempre contentas pero bajo el entendimiento que no podían volver nunca más.

Esa noche no parecía distinta a las demás. Algunas practicando sus pasos de baile y otras afinando la garganta pues había quienes también cantaban, cosa que a los clientes les fascinaba y las propinas que dejaban a los pies de ellas eran exuberantes. Cabe mencionar que todas las propinas iban a parar a manos de Mario; las chicas solo gozaban de un sueldo fijo cosa que ya era más que suficiente para ellas.

El salón era de un tamaño normal, ni grande ni pequeño, pero de lo más lujoso que pudiera imaginarse, las luces de colores se encendieron y la música llenó el ambiente. Al ritmo de los aplausos de los asistentes, Xiomara hizo su aparición en el escenario, una chica hermosa de larga cabellera teñida de rojo y luciendo un pequeño atuendo de dos piezas en color violeta, con pedrería brillante que caía graciosamente en sus bien torneadas piernas. Su contoneo era sexy pero sin caer en lo vulgar; Mario siempre les decía que ese lugar no era uno más de San Francisco donde las chicas aparecían con poca ropa y al final terminaban casi desnudas, nooooo... ese era El Bar de Mario, muy distinto a los demás y ellas sabían cómo comportarse.

Algunos asistentes se levantaban de sus asientos para acercarse a Xiomara y dejarle lo que consideraban que merecía según la actuación; la chica lo hacía muy bien así que siempre se iba con las manos llenas de dólares. Terminó su número y se despidió repartiendo besos con sus manos a todos los presentes, caminando en retroceso salió del escenario.

--Muchachas, vean, tengo dos invitaciones -Xiomara mostró a sus compañeras dos servilletas con un nombre y un número de teléfono cada una que estaban entre los billetes que recogió del escenario. Estaba emocionada pues sabía que uno de esos nombres era del hombre que a ella le atraía.

Mario le arrebató el dinero y examinó los nombres en las servilletas... vio la cara de emoción de Xiomara y la reprimió.

--No te hagas ilusiones... aquí el que decide con quién te vas esta noche soy yo -le dijo en tono autoritario, luego se dirigió a Samantha.

--¡No oyes la música! Estás sorda o qué te pasa. Ya deberías estar en el escenario -le dijo dándole un empujón por la espalda.

Las demás chicas corrieron a sus lugares para seguir ensayando sus pasos y Mario se guardó el dinero para luego dirigirse a ver la actuación de Samantha desde una mesa, como siempre lo hacía con todas.

Un cliente se acercó a la bailarina y le dejó unos billetes en el piso pero cometió un grave error...

Mario y... ValentinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora