--No sé para qué te puede servir una invitación.
--No seas tonta... en una invitación siempre hay datos importantes... fechas, direcciones, nombres. Además no quise perder la oportunidad de tener cerca a Mario y su monja.
--No soy tonta... y lo sabes; lo que pasa es que sentí tanta rabia de ver a Murillo disfrutando de lo que es mío. Y la mojigata esa... la odio. Debí vaciarle todas las balas el día en que le disparé. Debí matarla.
--Pues yo no la odio. Los años le han sentado muy bien... está hermosísima y elegante.
--Qué va.... si es fea y sin chiste.
--Ja, ja, ja... solo es envidia lo que sientes... Heyyyy... no camines tan rápido, tenemos que seguir en el papel de abuelo y nieta hasta que lleguemos al coche.
--Pfff...
Salomon y Lulu continuaron su camino conversando hasta llegar al parque donde habían dejado su auto... en el trayecto se toparon de nuevo con los custodios quienes los saludaron muy amablemente. No habían levantado la más mínima sospecha. Se sentían triunfantes.
--En el interior de la casa de Mario estaba a punto de comenzar una charla muy intensa entre él y su esposa.
La pequeña Val estaba preparándose para dormir cuando entró su madre para darle un beso y desearle buena noche.
Danny pensaba en Salomé. Descubría un nuevo sentimiento que lo llenaba de felicidad y a la vez de tristeza.
Felicidad al tenerla cerca, tristeza al no saber de ella. Él le había pedido su número de celular pero ella le dijo que no tenía porque se le extravío y no había tenido tiempo de comprar otro pero no estaba muy convencido de que eso fuera verdad. Mas bien Danny creía que no podía comprar otro porque no tenía dinero para hacerlo.En su cabeza rondaba una idea que lo llenaba de alegría. El lunes le daría una sorpresa a Sally.
En la habitación principal de esa bonita casa comenzó un diálogo de dos.
--No me gusta que me ocultes cosas Mario -afirmó Valentina sentada en una orilla de la cama.
Llevaba puesta una blusa de dormir y un bóxer negro. Sus pies descalzos jugueteaban con la alfombra a la cual no dejaba de mirar. Sentía decepción de que su marido no hubiera sido sincero con ella y no quería siquiera mirarlo.
--Entiéndeme, cariño -se sienta al lado de ella y le toma la barbilla para levantar su cara y poder mirarla a los ojos- yo sufrí todo el dolor que tú sufriste aquella vez, todo lo viví contigo, cada lágrima que derramaste me arrancaba el alma a pedazos. Y luego cada vez que hablabamos del tema y te ponías tan mal, te lo juro que todo ese dolor yo lo podía sentir. Por eso fue que decidí nunca más hablar de embarazos ni adopciones ni bebés. Simplemente no quiero que sufras. Yo también estoy feliz con Val y Danny... y por supuesto...contigo. No me hace falta nada más.
Ella no pudo evitar que algunas lágrimas mojaran su blusa. Sus bellos ojos negros estaban tan húmedos y reflejaban tanta tristeza.
Mario la abraza y ella accede. Los dos lloraron dándose consuelo uno al otro.
Varios minutos pasaron después de que ella se animó a preguntar.
--Y cómo te sientes ahora? Han pasado las molestias?
--Pensé que sí, pero hace unos momentos allá afuera cuando ese anciano tropezó contigo sentí un ligero mareo, sólo que me hice el fuerte y sin que te dieras cuenta hice la práctica de la respiración que me enseñó Mckenzie.
--¿En serio hiciste eso? No lo percibí.
--Te dije que lo hice sin que te dieras cuenta.
--Entonces los malestares siguen -dice ella tocándose el vientre.
--Pues sí -Mario se sienta sobre la alfombra abrazando las piernas de Valentina que continuaba sentada en la cama.
Él no llevaba puesta camisa, su espalda era tan fuerte y vigorosa como nunca. Ella sonríe para sí misma al observar a su marido.
--Te amo, Mario. Lamento tanto que hayas tenido que ser tú quien sientiera los malestares de mi embarazo.
--Eso no me importa. Mil veces prefiero ser yo y no tú quien tenga que pasar por eso.
--Gracias, amor... pero ahora debemos cerciorarnos de mi estado. Si acaso estoy esperando un bebé -se quedó callada por unos segundos-... si acaso eso es verdad, debemos estar preparados para todo.
Mario sabía muy bien a lo que ella se refería.
--Una cosa te voy a dejar muy clara, Valentina -se pone de pie y la toma de los brazos ayudándola a levantarse de modo que quedaron de frente- si estás embarazada, no voy a permitir que expongas tu vida, y tampoco voy a...
Mario no pudo decir más. Tuvo que ir al lavabo porque unas náuseas muy desagradables se apoderaron de él, tanto que lo hicieron vomitar.
Su esposa lo ayudó a componerse y luego estuvo junto a él hasta que los malestares pasaron.
--Mañana mismo iré a ver a mi ginecóloga -agrega ella- y no estoy de acuerdo con tu argumento.
--Yo te acompaño, por supuesto. Esto es algo de los dos.
--Pero tú tienes junta con los empleados del Green Place -era el nombre del nuevo hotel.
--No te preocupes por eso, llamaré a Erick para que se haga cargo. Mañana temprano iremos los cuatro a la ginecóloga.
--¿Los cuatro?
--Sí, los niños y nosotros.
--No creo que sea necesario que los niños nos acompañen.
Mario se incorpora y dice:
--Valentina, tengo que decirte una cosa -se aclara la garganta- no quiero separarme de ustedes por ningún motivo... en todo lo posible quiero que estemos juntos.
--Pero, eso por qué... no entiendo...
--Cariño, lo que pasa es que Lulú se escapó del manicomio y Ercik me dijo antes de comenzar la cena que hace unos días Salomón también se escapó de la prisión. Creemos que...
--¿Queeeeeeé... pero qué me estás diciendo? Por favor... dime que eso no es verdad -ahora era ella la que se sentía mal, se le nublaba la vista y no coordinaba las palabras.
--Perdón, perdón... por eso es que no quería contarte nada... no quería preocuparte -él le ofrece un vaso con agua, ella bebe un poco- ven, vamos a sentarnos aquí -la orilla de la ventana que daba a la montaña era su lugar preferido.
Después de una larga charla llegaron a la conclusión de que efectivamente los niños corrían peligro. Mario le contó que desde que supo lo de Lulú, había contratado más custodios que los vigilaban a ella y a los niños. Los seguían a todas partes sin que pudieran darse cuenta.
Al parecer todo estaba tranquilo pero con la noticia de la fuga de Salomón las cosas se complicaron.
--¿Crees que quieran hacernos daño? -pregunta ella.
--Salomón no lo sé. Pero ella, sí. Estoy seguro que quiere el dinero que me regaló su abuela y hará hasta lo imposible por conseguirlo.
--Deberías dárselo -Valentina mira fíjamente a su esposo- yo puedo trabajar y tú tienes una profesión... no será difícil que consigas un buen trabajo... no sé... El caso es que no podemos vivir siempre con la angustia de que quiera vengarse y...
Se queda callada y luego comienza a respirar agitadamente...
--Danny...-comienza a ponerse muy nerviosa- Danny es su hijo... esa loca es capaz de querer llevárselo... tengo miedo, Mario.
--Eso no va a pasar... no lo voy a permitir... confía en mí -la abraza para tranquilizarla- por ahora vamos a tratar de descansar que mañana veremos si dentro de esa barriguita crece un nuevo Murillo Altamirano.
ESTÁS LEYENDO
Mario y... Valentina
RomanceMario es un hombre muy atractivo e inmensamente rico pero sin sentimientos. Para él todo son sus negocios, dinero, dinero y más dinero... Hasta que conoció a la pequeña Valentina y sin saberlo le cambió la vida.