cincuenta y dos

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Erick y Lulú se encontraban en la oficina muy entretenidos haciendo el amor cuando Mario pasó por ahí; ni siquiera se dieron cuenta que llegó.

--Sí que estás muy bien, hermosa -galantea Erick mientras se abotona el pantalón.

--Ufff... y tú estás... wooowwww... Dios te dio una buena repartición -dijo ella mordiéndose los labios mientras se vestía también.

--Bueno, muñeca... ya es tiempo que me expliques por qué estás fingiendo un embarazo... ¿ A quién quieres estafar, eh???.....

--De eso hablaremos otro día, ok.  Ahora debo descansar un rato.

--Ok.... oye.... No olvides ponerte tu pancita falsa... jejeje...  Nunca sabes a quién te puedes encontrar en los pasillos de este bar.

Lulú salió de la oficina y el chico se quedó recostado en un sofá.  Se bebió lo que restaba en su copa y casi de inmediato se quedó dormido.


Dos pisos más arriba, en el bar...

Mario introduce la llave en la cerradura de la puerta de su apartamento,  Entra y cuelga el saco en el perchero.  Se quita la camisa y el pantalón... también los coloca en el perchero, luego se deshace de sus zapatos y calcetines los cuales pone en su sitio, quedándose solo con el boxer puesto. No quiso encender la luz, caminó a tientas hasta el baño. Y aunque ya se había dado una ducha en el hotel después de la vergonzosa escena de sexo con la chica extraña, decidió meterse bajo el agua de nuevo.

"Creo que tendré que visitar al médico, esto que me pasa no es normal.   No soy un viejo para que no me funciones -le decía a su pene- así que te me vas poniendo las pilas o te llevo al loquero".

Terminó de ducharse y tomó una toalla para secarse,  luego colgó la toalla en su respectivo sitio -cabe mencionar ahora que él era un hombre muy ordenado y pulcro, le gustaba que todas las cosas estuvieran en su lugar, no le gustaba la suciedad ni los malos olores, con las mujeres con las que tenía aventuras las escogía con minuciosa precaución.  Si la mujer olía demasiado a perfume, le sacaba la vuelta.  Tal vez por eso Valentina lo volvía loco con su naturalidad.

Salió de la ducha y se encaminó hacia su cama... las primeros rayos del sol reflejados en la ciudad entraban ligeramente por el ventanal y rozaban las sábanas blancas de donde un pequeño pie dejaba verse.

Él se quedó paralizado, no sabía qué hacer... ¿quién estaba en su cama? ... Aguantó la respiración por unos segundos, luego se acercó... Un diminuto cuerpo se formaba por debajo de la sábana.  Una almohada cubría la cabeza de aquella persona, pero el cabello largo la delataba... era ella... sí... era Valentina.

Mario se mordía un labio por la parte de adentro sin dejar de mirarla... Estaba recostada boca abajo.  Las curvas de su trasero le quitaron el sueño y el cansancio que hasta antes de mirarla sentía.  Pensó en acostarse a su lado y abrazarla... pero...

"Y si no es ella... no creo que después de cómo la traté en la boda, viniera a mi cama" -pensó.

Entonces recordó a las bailarinas de pelo negro pero todas ellas eran muy altas... ninguna podría ser porque este cuerpo era más pequeño.

Quizo salir de dudas y se acercó más a la cama por el lado donde ella estaba.  Pisaba de puntitas a cada paso para no despertarla, sigilosamente levantó un poco la almohada y pudo verla... era ella... era su amada... Su pequeña Valentina.

El corazón de Mario se convirtió en un potro desbocado.  

Y no solamente su corazón, sino también su amiguito de abajo, quien estaba tan erecto y tieso como una piedra.

Mario y... ValentinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora