CAP 14. la terca Valentina

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Altamirano no tuvo más remedio que explicarle a su hija todo lo que había pasado...

--Todo lo estoy entendiendo, padre.  Solo una cosa me da vueltas en la cabeza  ¿para qué necesitabas rentar mujeres, papá? No entiendo. ¿Cuál es el motivo por el cual un hombre renta una mujer? -pregunta Valentina, desconcertada- ¿y cómo es posible que la renta esté tan cara?

Claro estaba que en el internado no le habían explicado ese tema. Era obvio.

--Ay, pequeña... Si tu madre viviera...

--Si yo no hubiera nacido...ella estaría viva... Contigo.

--Tú no tienes culpa de nada, tu madre estaba muy enferma desde antes de quedar embarazada de ti.  En ese caso yo soy el culpable porque ella sabía lo mucho que yo deseaba tener un hijo varón. Dejó de usar el método anticonceptivo y quedó encinta.  Me ocultó el embarazo todo lo que pudo hasta que se decidió a contármelo.  Igualmente tarde o temprano me iba a enterar.

--Por eso me metiste al internado... Claro... Ahora lo entiendo. Pero no te preocupes papá, yo acepto la culpa.

--Pero qué tontería dices, mi niña. Tú no eres culpable de nada. Ven, acércate -Julio la abrazó con tanto cariño pidiéndole perdón por haberla dejado en ese lugar. Pero en la cabeza de Valentina ya se tramaba un plan.

--Papá, ¿De qué consta el trabajo que tenía que hacer Laura?

--Bailar y cantar en un bar.

Valentina meditó por un momento.

--¿Solo cantar y bailar?

--A veces tenían qué hacer otras cosas pero Laura solo iba a cantar y bailar.

La pobre Valentina no tenía la menor idea de lo que era un bar y se apresuró en decir...

--Dame el domicilio de ese lugar, por favor.  Yo te salvaré de la ruina.

--Jamás... Nunca permitiré que tú...

--Papá... Por favor...déjame hablar con ese hombre. Estoy segura que llegaremos a un acuerdo favorable para ti y para él.

--Prefiero ir a la cárcel o morir antes que vayas a ese lugar.  Cuando le propuse a Laura que me ayudara, no sé en qué estaba pensando.  Estaba loco de desesperación. Pero ahora no me importa ir a la cárcel.

--Muy bien, papá. Tú irás a la cárcel. Ese hombre se quedará con tus propiedades... ¿y yo? ¿acaso no piensas en mí?

--Tú has elegido tu camino, mi pequeña. Siendo religiosa nada te faltará.

--En eso tienes razón. Además las cosas materiales no son importantes para mí. Pero si en mis manos está salvarte de la cárcel o de la muerte, haré lo que sea.  Y si no me quieres dar la dirección de ese hombre, ya la buscaré yo.

Valentina tomó el citatorio que el mensajero entregó a Julio. Lo desarrugó y comenzó a leer.

--Mario Murillo Acosta... Saldré a la calle a preguntar en todos los bares de San Francisco.  Ya que tu no me quieres ayudar -dicho esto se encaminó hacia la puerta de salida.

Su padre la siguió...

--Está bien hija...tú ganas.. Pero no irás sola. Yo te acompaño.





Mario y... ValentinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora