CAP 17. planes para Valentina

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Más tarde, en el apartamento de Mario... el cual estaba en el tercer piso del bar.

--No puedo creer que la monjita sea tu empleada, jajajajaja, ¿y de qué va a trabajar? ¿exonerará de sus pecados a los clientes? jajajajaja. -Salomón tenía ya la panza dolorida de tanto reír.

--Pues no sé, pero creo que nos vamos a divertir mucho -Mario quería hacer como que no le importaba Valentina pero en el fondo le importaba más de lo que él mismo creía.

--Ya lo creo que nos vamos a divertir. Ya quiero verla sin ese hábito.

--Por eso es que te he llamado. Quiero que mañana pases por ella a su casa a las 8:00 A. M. y la lleves a comprar ropa. Toma, este es el número de teléfono de la casa de Altamirano; llámala y dile que esté lista a esa hora. Después de las compras, la traes para acá.

--¿Ropa? ¿Pero qué clase de ropa le voy a comprar?

--Ropa normal. Blusas, pantalones. Ropa interior. Qué se yo....!!!

--Está bien. Pero le pediré a una de las chicas que nos acompañe.

Mario, sin saber el motivo, sintió un gran alivio al oír a su amigo decir que una de las chicas los acompañaría.

"¿Estoy celoso? Noooo, claro que no. Si estuviera celoso no le pediría a Salomón que la acompañe. Además no hay ningún motivo para sentir celos; creo que necesito un descanso, últimamente he trabajado mucho"

--Que vaya Melinda; ya sabes que ella se sabe todas sus rutinas, no necesita ensayar mucho -le responde Mario, aceptando la propuesta de Salomón.


No lejos de ahí Valentina se dispone a hacer una llamada; a los poco minutos le contestan:

--Convento de la Divina Misericordia.

--Patricia, ¿eres tú?

--Sí, soy yo. ¿Quién habla?

--Soy Valentina. Oye, ¿puedo hablar con la Madre Superiora?

--Déjame avisarle, espera un momento.

Tras largos minutos de espera, se oye una dulce voz del otro lado del teléfono.

--Valentina, hija... me ha dicho Patricia que quieres hablar conmigo. ¿Sucede algo?

--Buenas noches, Madre... lo que pasa es que quiero avisarle que no podré tomar mis votos como lo tenía planeado -Valentina se siente apenada por las palabras que su boca dijo...

--¿Estás segura, hija? Ya sabes que no es una obligación tomar los votos... te lo hemos dicho muchas veces. Si ahora que has estado fuera del convento te has dado cuenta que no tienes vocación para ser religiosa, lo acepto -le dice la madre superiora resignada.

--No es que no tenga vocación, madre. Lo que pasa es que tengo que trabajar para sacar a mi padre de un problema muy grande. Pero en cuanto esto se resuelva, y si usted está dispuesta a recibirme, tomaré mis votos con todo gusto.

--Como tú lo decidas, Valentina. Aquí siempre te recibiremos con los brazos abiertos. Que Dios te acompañe en tu camino y guíe tus pasos.

--Amén.

Apenas la joven colgó el teléfono, éste comenzó a timbrar.

--Hola -contesta ella.

--Mm... mm... perdón... este.. ¿la señorita Valentina? -se oye una voz de hombre.

--Para servirle.

--Ah... este... hola... soy Salomón, el amigo de Mario... el del bar -titubeaba Salomón; no sabía cómo dirigirse a ella. No sabía cuáles palabras utilizar.

--Sí, dígame. ¿Qué se le ofrece? -contesta Valentina.

--Bueno... por órdenes de Mario, pasaré por usted mañana temprano para llevarla de compras.

--¿De compras? ¿por qué? ¿para qué? ¿qué es lo que hay que comprar? ¿El señor Mario nos acompañará?

--Usted solo espéreme a las ocho de la mañana -dicho esto, Salomón colgó la llamada.

Valentina se quedó pensativa... no entendía para qué tenía ella que ir de compras con ese hombre. Quería saber si Mario iría también con ellos.

--¿Qué pasa, hija, quién ha llamado? -pregunta su padre sacándola de sus pensamientos.

--Era el amigo del señor Murillo.

--¿Qué quería?

--Mañana empiezo a trabajar -le responde, dándole un beso en la mejilla a su padre y se dirige a la habitación de su hermana para descansar.

Altamirano la ve perderse entre las paredes de la casa y comienza a llorar en silencio.



Mario y... ValentinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora