sesenta y nueve

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Valentina se da cuenta que no contaba con efectivo para el taxi, entonces fue a la caja del bar para ver si había algo de dinero. 
Ahí se encontraba Juan David aún platicando con un chico encargado de las bebidas.

--¿Qué haces levantada, preciosa? -le pregunta.

--Qué bueno que te veo, necesito que me hagas un favor.  Préstame algo de plata, prometo devolvértelo.

--¿Y tú para qué ocupas plata, chica? Lo que deberías hacer es irte a la cama y dormir, anda...te acompaño a tu habitación -Juan David toma a Valentina del brazo pero ésta de opone.

--No, no..., por favor. Necesito un poco de plata. Por favor...por favor... Es urgente... Necesito ir al hospital.

--¿Qué...por qué... Qué te pasa... Te duele algo... Ay Dios.. Que me.da!!!  Vamos, vamos... Yo te llevo..  Pero muevete..... Qué desesperación contigo.... Y Mario... Donde está ese papuchi.. Vamos a buscarlo.

--Juan David... Espera... Callate... -El hombre seguía hablando- callateeeeeee..  Por Dios.. Me vas a volver loca con tanta palabra y tanta vuelta que das.  Tan solo acompañame al hospital, ok.  Mario no está, así que vamos.

Por fin salieron del bar y subieron al coche del maestro de baile.  En poco tiempo llegaron a su destino.

--Esperame aquí, por favor. Necesito entrar sola -le pide Valentina.

Por supuesto que Juan David no aceptó. Era más terco que una mula, así que entraron los dos y pronto estaban ya frente a Mckenzie.

--Valentina, me alegra que no haya venido sola -dice Mckenzie lanzando una ligera mirada a Juan David, quien no le quitaba la vista de encima al médico.

--Oh, disculpe doctor, él es Juan David, el maestro de baile del bar donde trabajo, bueno, donde trabajaba.

--Mucho gusto, doc, -estira la mano JD (voy a abreviar el nombre de Juan David porque está muy largo) para saludar- es un placer conocerlo.

Mckenzie era un hombre de edad pero conservaba su buen porte y elegancia. Se notaba que había sido un galán de galanes en su juventud. Y eso llamó mucho la atención a JD.

--Igualmente -contesta el doctor respondiendo al saludo de mano.

Luego continúa diciendo a Valentina:

--Pues verá, Valentina, como le dije por teléfono, sus resultados muestran que usted está perfectamente sana en lo referente al aspecto motriz. Su cerebro está funcionando al 100%, pero...

El doctor hace una pausa de unos segundos que a Valentina se le hacen eternos. Y no se diga a JD, que se levantó de su asiento y rompió el silencio.

--Ay no doc...diga lo que sea.. Hable yaaaa... -da unos pasos a un lado y al otro moviendo el trasero, luego se sienta de nuevo y comienza a morderse las uñas.

--¿Qué es lo que pasa, doctor? Digame ya qué es lo que tengo. Lo que sea...

--Es usted estéril. Nunca podrá tener hijos -dice por fin Mckenzie.

--Pero... ¿Cómo?... ¿Por qué?... ¿Acaso es una secuela del disparo que recibí? -pregunta ella asombrada.

JD se había puesto de pie nuevamente y se recargó en la puerta. Se notaba muy angustiado, pero se quedó mudo con la noticia del doctor.

--No, eso no tiene nada que ver con el disparo.  Su esterilidad viene de nacimiento.

--Y... Con tratamiento... No sé... Usted es el médico.. Digame si con medicinas o algo... Tal vez...

--Lo siento, Valentina, pero usted nació incapaz para tener hijos.  No quise decirles nada antes de irse del hospital porque preferí repetir los estudios y estar completamente seguro del diagnóstico.  Y cuando me dijo que mañana se casarían, me vi en la obligación de informarle.

Valentina sintió que se le cayó el mundo encima. JD se acerca a ella y la abraza para darle consuelo, pero ella no podía ni siquiera llorar.

--¿Los segundos estudios salieron igual que los primeros?-pregunta ella al médico.

--Sí.  Lo siento mucho... Pero... Esto no es el fin.  Sé que para una mujer es muy importante ser madre, pero siempre hay otras opciones.

--¿Otras opciones? ¿Cómo cuales, doctor?

--La adopción, por ejemplo.

Valentina y JD salen del hospital pero ella no quería volver al bar.

Inventó que necesitaba ir al tocador y pidió a su amigo que la esperase en el coche.

Pero ella no fue al tocador.

--Hola, disculpa, eres Maggie, verdad???

--Sí, soy yo. Usted es la esposa del señor Murillo -contesta la recepcionista.

--Sí. Disculpa que te moleste, lo que pasa es que mi tarjeta se quedó atorada en el cajero y no tengo nada de efectivo para regresar a casa.  No sé si me podrías prestar para un taxi. Mañana mi esposo te lo regresa. Lo prometo.

Maggie aceptó encantada y le dio un billete a Valentina, la cual salió rápidamente del hospital sin dejar que JD la viera.

Caminó unas calles hasta que un taxi se detuvo. Ella subió y le indicó una dirección.

Después de 30 o 40 minutos ya estaba tocando un timbre.

Al otro día, Mario se despierta y lo primero que mira es su celular. Más de 200 llamadas  perdidas y un sin fin de mensajes de texto y whatsapp.

Llama a Erick y así se entera que Valentina ha desaparecido.

--¿A qué fue al hospital?  No entiendo nada... Voy para allá. Y ese JD ya verá -Mario estaba furioso pero más que nada preocupado.

En pocos minutos ya estaba en su negocio poniéndose al tanto de la situación.  Llamó a Mckenzie quien le confirmó lo que JD le dijo sobre la imposibilidad de Valentina para tener familia.

Había llamado a la policía para que la buscaran pero dijeron que no podían hacer nada hasta que pasaran 48 horas.

--Esto no puede estar pasando. ¿Dónde estará? -Mario daba vueltas en su oficina, pensando.

--Tal vez fue a casa de su padre -sugiere Erick.

--Ya había pensado eso pero si ella quiere alejarse de mí, ese sería el primer lugar donde yo buscaría, entonces no creo que esté ahí. Pero por no dejar pasar, ve a investigar por favor.  No está de más.

Erick, Melinda y Cindy fueron a casa de los Altamirano.

No muy lejos del bar (a 30 o 40 minutos en coche) se encontraba Valentina durmiendo en una cama.

Una mujer se acercó y le habló.

--Vamos, Valentina...es hora de despertar. Anda, ve a darte un baño y ponte ropa decente.  La hermana Teresa te acompañará.

--Sí, madre superiora -responde Valentina poniéndose de pie y cubriendo con las manos el escote de su blusa.










Mario y... ValentinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora