--Papá, ya llegaron por mí; recuerda que te quiero mucho y deja ya de preocuparte por el problema que tienes con ese hombre. Te prometo que pronto se solucionará -le dice Valentina a su padre dándole un beso en la frente.
Julio Altamirano se la había pasado bebiendo casi toda la noche. Se sentía un desgraciado al dejar que su pequeña diera la cara por él. Se levantó de la silla donde estaba desayunando y le dio un fuerte abrazo a su hija.
--Perdóname, pequeña. -No pudo decir más pues un nudo en la garganta se lo impidió.
La chica salió de la casa tranquilamente. Afuera la esperaban Salomón y Melinda.
Pero oh, qué sorpresa se llevó Valentina al ver a la mujer... Llevaba puesta una blusa straple color rojo. Los senos se le desbordaban y eso no era todo...usaba una falda tan corta que si se agachaba un poco más podría verle la ropa interior.
Salomón hizo las presentaciones correspondientes y luego de eso se subió al coche en el lugar del conductor.
Las mujeres se sentaron en la parte trasera.Un silencio incómodo hacía difícil el momento... Hasta que Valentina preguntó:
--¿Parte de mi trabajo consistirá en ir de compras? -dijo dirigiéndose a Melinda- ¿Qué tipo de cosas vamos a comprar?
La bailarina miró a Salomón y este le hizo una seña para que no contestara pero ella no le hizo caso.
--Bueno, mujer, no querrás andar por el bar vestida con esas ropas -le dice mientras agarra con sus manos el hábito de Valentina- te morirás de calor.
--Yo puedo hacer el trabajo vestida así como estoy -la interrumpe- pero bueno, creo que no me vería bien bailando con esto, verdad.
--Ya lo creo que no -contesta Melinda y se echa a reír- espantarías a los clientes y eso molestaría mucho a Mario.
Después de unos momentos Salomón detuvo el coche aparcando frente a una tienda de ropa de dama.
--Vayan ustedes solas; la verdad yo me aburro mucho en esos lugares. Mario quiere que le compres ropa del diario y para dormir... También ropa interior.
--Hey, Salo, ¿también le compraré la ropa de baile?
--Dijo el jefe que no. Solo ropa del diario. De lo otro dio órdenes de esperar. -Extendió la mano para darle una tarjeta de crédito a Melinda y se dirigió a un negocio de deportes.
El trabajo de Melinda era difícil, no tenía ni idea qué comprar. Entraron a la tienda donde a ella ya la conocían. Las empleadas no dejaban de ver a Valentina, no era común que una religiosa anduviera por esos lugares.
Después de casi 4 horas en la tienda, por fin salieron. Cargaban muchas bolsas en las cuales llevaban alrededor de 20 cambios de ropa...entre pantalones, blusas, shorts, pants, pijamas, dos vestidos, un par de faldas...entre otras cosas.
A Melinda le cayó muy bien Valentina y aunque le rogó que la dejara ver cuando se probaba la ropa, ésta no la dejó. Así que salió de la tienda justo como entró...
--Pensé que se quitaría el hábito -menciona Salomón mirando por el espejo retrovisor.
--Ya la convenceré cuando estemos en el bar.
--Te dije que no, Melinda... Yo puedo trabajar como estoy. De verdad que no me estorba la ropa; creo que el señor Murillo ha gastado su dinero en vano pues no pienso usar nada de lo que hay en estas bolsas, bueno, solo algunas cosas.
--Ay, Vale, en serio que eres necia. Pero no conoces a Mario... En su bar se hace lo que él dice...y ya te ordenará que te quites esas prendas que usas... Mira... Ni siquiera dejas ver tu cabello -dice Melinda mientras sonríe.
Por fin llegaron al bar. Los tres se bajan del auto y cargando con las bolsas se dirigen a la entrada.
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Mario y... Valentina
RomansaMario es un hombre muy atractivo e inmensamente rico pero sin sentimientos. Para él todo son sus negocios, dinero, dinero y más dinero... Hasta que conoció a la pequeña Valentina y sin saberlo le cambió la vida.