cuarenta y siete

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Viernes 20 de septiembre a las 2 de la tarde Mario despierta con un tremendo dolor de cabeza.  Se incorpora en la cama del lujoso cuarto de hotel y comienza a recordar lo sucedido.

"Esa mujer me va a conocer, juro por mis muertos que me va a conocer. Si fue capaz de acostarse con Salomón entonces es un zorra y así la trataré.  Deseará no haber nacido"

Se miró al espejo y vio en su frente sangre seca.  Se lavó con agua y jabón y recordó que su hermano lo había golpeado con algo.  Tenía una herida de dos centímetros la cual se abrió al momento que removió los restos de sangre. Se dio una ducha fresca para luego salir del lugar y dirigirse a ver al juez y dejar claros los puntos de la boda. 

Fue a una farmacia y se compró material de curación para cubrirse la herida.

Después hizo una llamada.

--Hola, qué gusto escucharte, Mario.

--Te espero mañana en el bar como habíamos quedado.

--Por supuesto.  Ahí estaré.

Se dirigió en su coche hasta el bar viendo a Valentina,  a una mujer y a un hombre parados en la entrada del bar. No reconoció a los acompañantes de la monja porque le daban la espalda.  Entró rápidamente al estacionamiento y bajó de su auto y casi corriendo se dirigió hacia donde vio a las tres personas pero ya no había nadie.  Solo logró ver una Jetta rojo alejarse del lugar.

Entró y quiso buscar a Valentina para reclamar qué hacía en la calle pero prefirió no decir nada.

Fue hasta su oficina y encendió su computadora.


En la sala de ensayos las chicas consolaban a Valentina por la pérdida de su padre, de lo cual se acababan de enterar pues Erick no les contó nada.

--¿Por qué has vuelto?  Si tu padre está muerto ya no le debe nada a Mario.  Yo creo que ya no hay deuda pendiente -comentó Melinda.

Las demás chicas asintieron a lo que dijo Meli.

--Al firmar el contrato yo contraje la deuda.  Mi hermana Laura y yo nos hemos informado y así son las cosas.   Y aunque mi hermana quería que me fuera a vivir con ella y dejar este trabajo para siempre, yo no estoy dispuesta a estar huyendo.  Si el jefe quiere que me case con él, lo haré.  Además viendo cómo me defendió de Salomón, creo que me quiere.

--No estés muy convencida de eso Valentina -la abrazó Melinda con ternura.

Erick entra en la habitación y se dirige a la monja.

--Siento mucho lo de tu padre -le dice.

Ella baja la cabeza y suelta unas lágrimas a lo que él se acerca aprovechando la situación y la abraza.  Ella se deja abrazar sin ver que Mario abría la puerta en ese momento.

--¡Vaya, vaya, vaya!  ¡Pero qué escena tan romántica!  ¿No llenaste con Lanz ni con Salomón? ¡Ahora también con mi hermano! ¿Con cuántos más, Valentina? -gritaba Mario muy enojado.

--No es lo que tú piensas, Mario -dice ella.

--Señor Murillo -le corrgie él.

--Perdón, Señor Murillo, no es lo que usted piensa.  Su hermano solo me estaba dando un abrazo de consuelo.

--¿Ah sí? ¡Con que un abrazo de consuelo! ¡Qué bien! -sonrió Mario burlonamente- ¿Y aceptarías también un abrazo mío? -le dijo acercándose a ella para luego agarrarla de la cintura y acercarla a su cuerpo.

Valentina comenzó a titubear sin alcanzar a decir una sola palabra entendible.  Su corazón latía desbocado y aunque le parecía que Mario estaba actuando como un animal, le gustaba lo que estaba sintiendo.  Por un momento pensó que la iba a besar pero no fue así.  Él solo la miraba a los ojos tratando de entender porqué ella tenía que ser como las demás. Él la quería solo suya pero eso ya no podía ser porque aunque se unieran en matrimonio, nunca podría borrar las palabras que Salomón le dijo, además de que ella misma aceptó que se acostó con Lanz.

En ese momento entró Juan David y muy angustiado se acercó a Valentina para decirle:

--Siento mucho lo de tu padre, mi amorssss....

Valentina se separó de Mario y dejó que Juan David le diera un abrazo

--Muchas gracias -dijo ella.

--Sabes que cuentas conmigo para lo que sea.  Es difícil perder a un padre o a una madre.  Yo perdí a los míos cuando apenas tenía 10 años.  De verdad que lo siento mucho -luego la soltó y en sus ojos tenía lágrimas sinceras lo que hizo que Valentina también se echara a llorar.

Mario, desconcertado, preguntó lo que estaba pasando, a lo que Hanna le dijo que el padre de la chica había muerto.  No supo cómo reaccionar, se sentía tan estúpido por haber tratado así a Valentina e hizo lo único que sabía hacer: gritar y tratar mal a la gente.

--¿Y por qué demonios nadie me avisó? -preguntó alzando la voz. La curación que llevaba en la frente se removió y dejó caer unas gotas de sangre que le mancharon la camisa blanca.

--¡Demonios! -continuó vociferando Mario tratando de limpiar con su pañuelo la sangre pero lo único que hizo fue embarrar más el color rojizo en la camisa, lo que aumentó su furia.

--A mí me acaba de contar Erick lo del padre de Valentina -le dijo Juan David.

--Todos moriremos algún día... tarde o temprano, así que a trabajar todos -dijo Mario sin levantar la vista de su manchada camisa-  vamos, vamos... a ensayar.

Luego salió del lugar dejando a todos callados.  Pero no pasaron ni 10 segundos cuando Mario volvió a entrar para seguir dando órdenes:

--Olvidé decirles que hoy no habrá show.  Cindy, pon un letrero en la puerta que diga que estará cerrado todo el día de hoy y mañana.  Mi boda con Valentina se llevará a cabo mañana a las 3 de la tarde así que espero que tengan todo listo como les ordené.  Estaré en mi oficina por si algo importante se ofrece.

Mario aparentaba serenidad y control pero por dentro sus emociones estaban descompuestas. Sentía ganas de abrazar a Valentina y consolarla por la pérdida de su padre pero no podía dejar de pensar que ella ya había estado en los brazos de otro hombre.

Mientras tanto ella se ocultaba tras Melinda.  Su largo cabello lo llevaba recogido en una trenza y las marcas oscuras debajo de sus ojos y la hinchazón indicaba que no había descansado bien y que obviamente había llorado mucho.

--Seis de ustedes se van a encargar de arreglar el bar para la boda y la recepción.  Las cinco restantes se van encargar de lo del vestido y el arreglo personal de la novia.  Erick y Juan David las van a acompañar.

--Ah, se me olvidaba -continuó dando órdenes- quiero que la habitación que está a un lado de mi apartamento esté ordenada y con todo limpio porque tengo una invitada a la boda y se quedará aquí por unos días.

Dicho esto salió para no volver.









Mario y... ValentinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora