Cincuenta y cinco 👀

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Dos chicas temerosas caminan de noche por las calles de San Francisco. Han escapado del encierro al que casualmente fueron sometidas.

Mientras caminaban pensaban qué hacer, a quién contarle lo sucedido, en quién podrían confiar. Mario estaba en la cárcel injustamente y Salomón, el culpable, libre y haciendo de las suyas.... tenían qué hacer algo, pero qué?

--Yo creo que debemos confiar todo a Erick... no creo que sea tan desalmado como para no ayudar a su hermano-opinó Valentina.

--No sé... a él parece no importarle nada en la vida más que fumar, beber... y el sexo -puntualiza Melinda.

--Es que no sé a quién más acudir... Ir a la policía es otra de las sugerencias... pero.... y si no nos creen? Lo ideal sería hablar con Mario directamente y que ponga a su abogado al tanto de todo...espera, espera, Melinda -dice Valentina tomando a su compañera del brazo deteniéndole el paso.

--¿Qué pasa?

--Hugler...

--Hugler?... Quién es?

--Sí... Hugler... Hugler... él dijo Hugler... ¿recuerdas la conversación que sostuvo Salomón por teléfono hace un rato mientras estábamos escondidas detrás del sofá? -pregunta Valentina con la respiración agitada.

--Ahora que lo dices... es verdad... él mencionó ese nombre... o apellido... no sé. Según lo que Salomón dijo, Hugler debe ser su cómplice -asegura Melinda- ¿Lo conoces?

--No, pero... ayer Mario me dijo por teléfono que hoy lunes iba a venir su abogado a interrogarme y que debía contarle todo lo que sepa sobre Irwing.

--Mmmmm... ¿Y eso qué tiene qué ver con ese tal Hugler? -pregunta extrañada la otra chica.

--Pues resulta que el abogado de Mario se llama Hugler también... ¿comprendes?

--¡Oh, Dios! si no hacemos algo pronto, el jefe pasará el resto de su vida en la cárcel por un crímen que no cometió.

--Tengo miedo -dice nerviosa la ahora "esposa" de Mario.

--Sí, yo también pero tenemos que armarnos de valor... vamos al bar y le contaremos todo a Erick.

--¿Y si le llamamos por teléfono para que venga por nosotras? -sugiere Valentina- las calles están solitarias... mira por aquí hay una pequeña plaza... podemos esperarlo ahí.

Melinda aceptó la sugerencia y buscaron un teléfono público, pero ninguna de las dos se sabía el número de la oficina del bar.

--No puede ser... no puede ser... mira Valentina, mejor es que sigamos caminando hasta el bar, busquemos algo con qué defendernos en caso necesario.

Valentina encontró a pocos pasos una piedra y la tomó entre sus manos. Melinda tuvo mejor suerte... en un contenedor de basura encontró una especie de tubo. Las dos chicas se enfundaron de valor y caminaron a paso rápido hasta que llegaron sin necesidad de utilizar sus "armas"

Tocaron el timbre muchas veces hasta que Lulú les abrió la puerta.

--Woooowww... ¿pero qué hacen ustedes en la calle a estas horas? -pregunta.

Las chicas dudaron en la respuesta hasta que Melinda respondió:

--Lo que pasa es que Valentina está preocupada por Mario... y salió ayer hasta la comisaría para ver si la dejaban verlo, pero no pudo hacerlo.

Valentina agacha la cabeza poniendo cara de tristeza. En eso aparece Erick preguntando lo que estaba pasando.

--Nada, nada... pues que Valentina extraña a Mario... y es obvio, pobrecita! -exclama fingiendo pena por ella- pero bueno... yo voy a dormir, bye -se despide Lulú.

Mario y... ValentinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora