Efectivamente Mario no se retiró del hospital, siempre estaba tomando café... no quería quedarse dormido completamente, pues estaba alerta a cualquier noticia de su amada.
Erick no pudo convencerlo para que fuera a dormir a su apartamento y se aseara un poco o se cambiara de ropa.
Pasadas las 48 horas necesarias después de la segunda cirugía, el Dr. Mckenzie solicitó la presencia de Mario en su consultorio.
--Sr. Murillo, siéntese. -le sugiere el médico.
Mario ya tenía unas ojeras muy marcadas, se le veía cansado pero a la vez impaciente por saber de su esposa.
--¿Qué ha pasado, doctor? Ya se cumplieron las 48 horas, verdad...
--Así es... y... le tengo noticias -titubeaba el doctor sin expresión alguna en el rostro.
--Ya, doctor, dígame lo que sea... no ve que me muero de angustia -le contesta Murillo levantándose de la silla.
--Ella se salvará -sonríe Mckenzie.
Mario se cubre la boca con una mano y con los ojos cerrados da unos pasos hacia atrás hasta toparse con la puerta.
Luego de un rato suficiente en que agradeció internamente, dijo
--Dígame si ya puedo verla, por favor, aunque sea de lejos.
--Siéntese, Mario... necesito explicarle la situación de su esposa.
--Ok.
--El cerebro de la joven mujer responde satisfactoriamente...pero...
--Pero qué....
--Ella tiene que seguir anestesiada por un tiempo. Necesito que no se mueva en la más mínimo.
--¿Cuánto tiempo?
--Tal vez tres o cuatro semanas.
--Está bien... como usted diga... pero podré verla, doctor?
--No es aconsejable que la vea en ese estado pero veré qué puedo hacer. En una hora iniciaré la cirugía para cerrarle el cráneo y continuará en esa cápsula de cristal una semana más.
--Perfecto, doctor. ¿Cuánto tiempo durará la cirugía?
--Alrededor de 8 horas, más o menos. Tengo que poner cada nervio en su lugar... no puedo cometer errores -le dice sonriendo.
--Entonces no le quito el tiempo, esperaré en la sala.
--Debería ir a descansar un rato. Le hace falta. Dese una ducha y cámbiese de ropa -sugiere el doctor.
--Ni que estuviera loco... yo me quedo aquí -dice aplastante Mario.
El doctor sonríe... y piensa que él en su lugar haría lo mismo.
--Mire, vaya con Maggie, la recepcionista que está en la sala de espera y dígale que lo lleve a las duchas del hospital. Ahí podrá asearse un poco.
Mario asiente con la cabeza y luego se retira.
*
*
*
--¿Maggie?
--Sí, dígame -le contesta una chica joven, no pasaba de los 20 años.
--Me dijo el Dr. Mckenzie que me diga dónde están las duchas del hospital.
La recepcionista lo mira extrañada.
--Se va a duchar usted aquí? -pregunta.
--Sí, eso creo -contesta él cruzando los brazos.
La mujer se le queda mirando; ella había notado que Mario se la pasaba sentado en una silla, en otra y en otra; tomando café, caminando por aquí, caminando por allá, pero nunca lo había visto salir del hospital. En una ocasión lo vio acostado en el piso y tuvo que ir un guardia a llamarle la atención.
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Mario y... Valentina
Roman d'amourMario es un hombre muy atractivo e inmensamente rico pero sin sentimientos. Para él todo son sus negocios, dinero, dinero y más dinero... Hasta que conoció a la pequeña Valentina y sin saberlo le cambió la vida.