😘sesenta y cuatro😘

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Efectivamente Mario no se retiró del hospital, siempre estaba tomando café... no quería quedarse dormido completamente, pues estaba alerta a cualquier noticia de su amada.

Erick no pudo convencerlo para que fuera a dormir a su apartamento y se aseara un poco o se cambiara de ropa.

Pasadas las 48 horas necesarias después de la segunda cirugía, el Dr. Mckenzie solicitó la presencia de Mario en su consultorio.

--Sr. Murillo, siéntese. -le sugiere el médico.

Mario ya tenía unas ojeras muy marcadas, se le veía cansado pero a la vez impaciente por saber de su esposa.

--¿Qué ha pasado, doctor?  Ya se cumplieron las 48 horas, verdad...

--Así es... y... le tengo noticias -titubeaba el doctor sin expresión alguna en el rostro.

--Ya, doctor, dígame lo que sea... no ve que me muero de angustia -le contesta Murillo levantándose de la silla.

--Ella se salvará -sonríe Mckenzie.

Mario se cubre la boca con una mano y con los ojos cerrados da unos pasos hacia atrás hasta toparse con la puerta.

Luego de un rato suficiente en que agradeció internamente, dijo

--Dígame si ya puedo verla, por favor, aunque sea de lejos.

--Siéntese, Mario... necesito explicarle la situación de su esposa.

--Ok.

--El cerebro de la joven mujer responde satisfactoriamente...pero...

--Pero qué.... 

--Ella tiene que seguir anestesiada por un tiempo. Necesito que no se mueva en la más mínimo. 

--¿Cuánto tiempo?

--Tal vez tres o cuatro semanas.

--Está bien... como usted diga... pero podré verla, doctor?

--No es aconsejable que la vea en ese estado pero veré qué puedo hacer.  En una hora iniciaré la cirugía para cerrarle el cráneo y continuará en esa cápsula de cristal una semana más.

--Perfecto, doctor.   ¿Cuánto tiempo durará la cirugía?

--Alrededor de 8 horas, más o menos.  Tengo que poner cada nervio en su lugar... no puedo cometer errores -le dice sonriendo.

--Entonces no le quito el tiempo, esperaré en la sala.

--Debería ir a descansar un rato. Le hace falta. Dese una ducha y cámbiese de ropa -sugiere el doctor.

--Ni que estuviera loco... yo me quedo aquí -dice aplastante Mario.

El doctor sonríe... y piensa que él en su lugar haría lo mismo.

--Mire, vaya con Maggie, la recepcionista que está en la sala de espera y dígale que lo lleve a las duchas del hospital.  Ahí podrá asearse un poco.

Mario asiente con la cabeza y luego se retira.

*

*

*

--¿Maggie? 

--Sí, dígame -le contesta una chica joven, no pasaba de los 20 años.

--Me dijo el Dr. Mckenzie que me diga dónde están las duchas del hospital.

La recepcionista lo mira extrañada.

--Se va a duchar usted aquí? -pregunta.

--Sí, eso creo -contesta él cruzando los brazos.

La mujer se le queda mirando;  ella había notado que Mario se la pasaba sentado en una silla, en otra y en otra; tomando café, caminando por aquí, caminando por allá, pero nunca lo había visto salir del hospital. En una ocasión lo vio acostado en el piso y tuvo que ir un guardia a llamarle la atención.

Mario y... ValentinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora