Mientras tanto en la casa de los Altamirano
--Gracias, papá, por ocultarme.
--¿Qué ha pasado, hija? ¿Te hizo algo ese hombre?
--Papá, ese señor quiere que me case con él.
Julio abrazaba a su hija.
--¿Casarte? ¿Por qué?
--Porque es un prepotente que cree que todo el mundo tiene que estar a su disposición y hacer lo que él diga.
--No tienes que volver allá, hija. Deja que me metan a la cárcel para pagar mi culpa.
--No, eso no. Tú sabes que no lo voy a permitir.
--Entonces iré a hablar con él. Lo haré cumplir legalmente el contrato que firmaste.
Valentina comienza a llorar y camina hacia una ventana mirando a la calle.
--¡Papá... si yo firmé ese contrato... ¿Debo cumplir todas las cláusulas que están ahí escritas?
--Sí. Y él también.
--Entonces estoy perdida, padre.
--¿Por qué dices eso, pequeña?
--Porque ahora estoy obligada a casarme con él.
--No te entiendo.
--Padre -le dice Valentina encaminándose hacia él- en un lugar de ese contrato dice que si en un mes no logro pagar la deuda... debo casarme con él y así quedaría todo saldado. Y que si no acepto entonces me meterá a la cárcel.
Julio aprieta los puños y los labios. Siente mucha ira contra Mario Murillo. Pero más rabia siente hacia él mismo por haber envuelto a su hija en sus bajezas.
--Lo demandaré, hija. Haremos que anulen ese contrato. Diremos que se aprovechó de ti porque eres pequeña y además eres religiosa. Diré que te envolvió con sus palabras y te hizo firmar sin darte tiempo a leer nada.
--Pero eso no es verdad, papá. Y sabes que no puedo mentir.
--Hija, no...
--Mira, papá... será mejor que vaya a descansar. Pero antes voy a la cocina por un vaso de leche.
La chica se dirige a la cocina y abre la nevera... Estaba vacía. Abre la alacena... vacía. Siguió abriendo puertas de la cocineta pero todo estaba vacío... solo había vasos, platos, sartenes... pero no comida.
Julio la mira apenado.
--Lo siento, hija... Lo que pasa es que a Laura no le gusta cocinar. Ella siempre comía con Víctor fuera de aquí. Entonces no había necesidad de comprar nada.
--¿Y tú, papá... acaso no comes?
Julio baja la mirada y ella lo abraza tiernamente.
--Voy a ponerme un hábito y vamos a comprar algo -le dice la chica a su padre.
--Bueno... a esta hora ya no habrá nada abierto.
--Mmmm.... ok, papá. Oye, ¿todavía está el árbol de duraznos en el patio trasero? Es temporada, verdad.
--Sí, hija. Aún está ahí.
--Perfecto. Iré a cortar algunos. Los comeré y me iré a la cama -Valentina le da un beso a su padre despidiéndose de él- hasta mañana, papá. Ya verás que cuando vuelva a salir el sol tendré las ideas más claras en mi mente. Saldremos de esta. Ten fe en mí. Ten fe en Dios.
Ella se dirige al patio y él a su despacho dejando la puerta medio abierta.
Después de un rato oye los pasos de su hija y algo que ella dijo en voz alta:
"Tal vez no sea tan malo casarme con él"
Valentina subió a su habitación. Luego Julio tomó el teléfono y marcó un número
--Sí, diga...
--Eres un desgraciado, Murillo.
--¿Altamirano?
--Te voy a matar.
--No me amenaces.
--¿Cómo te atreviste a hacerle esa jugarreta a mi hija?
Mario se encontraba sentado en una banca de una plazoleta solitaria... precisamente frente a la Iglesia donde velaron a la anciana que le dejó la herencia. Hacía mucho tiempo que no iba por ese lugar.
--Murillo... Murillo, ¿no me escuchas? -se oía la voz alterada de Julio.
--Esos papeles ya no existen. No tienen que pagar nada. Tu hija no tiene que volver al bar.
--Murillo... sé que me estás escuchando. No te quedes callado, cobarde.
--Altamirano... hola... hola... ¿me escuchas?
--Te voy a matar, desgraciado. Así sea lo último que haga en la vida. Mi hija nunca se casará contigo.
Después de esto se cortó la llamada. Mario llamó varias veces al número registrado pero parecía que el móvil no tenía buena señal. Luego se recostó en la banca mirando la luna que brillaba en lo alto del cielo.
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Mario y... Valentina
RomansaMario es un hombre muy atractivo e inmensamente rico pero sin sentimientos. Para él todo son sus negocios, dinero, dinero y más dinero... Hasta que conoció a la pequeña Valentina y sin saberlo le cambió la vida.