Mis años en Hogwarts

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Cuando recibí mi carta diciéndome que tenía una plaza guardada para el colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, casi estuve a punto de volar por la ventana, sin escoba, de tantos saltos que pegaba. Realmente me alegré mucho, aunque casi no parecía para tanto, pues mi madre ya me había dicho que alguien como yo iría a tal prodigiosa escuela. Y así sucedió. Mi madre es muy inteligente.

Soy mestiza. Mi madre, Megan O'Brien, de soltera Cox, es una bruja. Algo regordeta, rubia con algunas canas ya, de ojos celestes, feliz pero con un duro carácter. Yo soy igual que ella. Menos rubia de lo que ella era de joven y tengo los ojos de mi padre: verdes. Mi pelo sobrepasa un poco mis hombros.

Mi padre es un muggle. No muy malo, pero cuando cumplí tres años, mis padres pelearon y se fue de casa. Por eso no lo recuerdo, y nunca supo que mi madre era una bruja: esperaba decírselo al mismo tiempo que a mí. Supongo que mejor así: menos problemas.

Total, que al cumplir los once, me llegó la carta. Fui a Hogwarts y allí conocí a mis mejores amigos. Ellos son: Harry Potter, El niño que vivió; Hermione Granger, la muggle más buena e inteligente de mi edad que he conocido; Ronald Weasley, el bobo pelirrojo con cinco hermanos varones y una pequeñaja en casa; Neville Longbottom, el chico más tierno y torpe al mismo tiempo que mis ojos han llegado a ver; Hannah Abbott, mi más fiel amiga y compañera; Susan Bones, mi otra mejor amiga; Luna Lovegood, la más graciosa Ravenclaw; Justin Finch-Fletchley y Ernie Macmillan, otros compañeros de casa... Y muchos más que son igual de importantes.

Sí, soy una Hufflepuff. Y francamente estoy orgullosa de ello. Sí, ¿por qué no? Somos justos, leales, tranquilos, no juzgamos a primera vista, comprobamos si realmente los rumores que existen son ciertos o falsos... Y, aunque parezca mentira, nos llevamos muy bien con los Slytherin.

Hablando de Slytherins... Draco Malfoy también es amigo mío. Curioso y extraño, ¿no? Alguien como él portándose bien con alguien como yo. Pues nos llevamos estupendamente. Cuando se conoce profundamente a Draco, se da una cuenta de lo bueno, gracioso, astuto e inteligente que es, por múltiples defectos que tenga.

¿Veis? Los Hufflepuff no juzgamos sin ton ni son.

Verdaderamente ese rubio platino con ojos grises de tormenta es un buen chaval. Se porta bien con la gente a la que le importa. Y creo que, por eso, estos últimos años ha dejado de meterse con mis amigos de Gryffindor. Le importo.

Mis comienzos en Hogwarts fueron fascinantes. Me juntaba siempre con El Trío de Oro, así que casi se le podría llamar cuarteto, pero no quiero ponerme medallas. Los Hufflepuff no hacemos eso, como ya he dicho.

Hagrid también me cayó bien en cuanto Harry nos contó cómo era, y cuando lo visitábamos a su cabaña, era agradable pasar las tardes con él y con su adorable y enorme perro jabalinero Fang.

No estuve con ellos cuando fueron en busca de la Piedra Filosofal que se encontraba debajo de Fluffy, pero sí ayudé a buscar información sobre Nicolás Flamel y demás cosas.

En segundo, tampoco fui a la Cámara de los Secretos con Ron y Harry, pero encontré algunos ingredientes para la poción Multijugos, siempre con la ayuda de Hermione, claro. Ellos siempre me agradecían toda la colaboración y el esfuerzo que ponía en echarles una mano. Yo era considerada y ellos también; por eso nos llevábamos de maravilla.

Aquel día en el que Gryffindor no pudo entrenar quidditch a causa de que los Slytherin ya tenían el campo reservado, cuando Ron escupió babosas durante varias horas, tuve que hacer de intermediaria entre Draco y los demás. Él llamó Sangre Sucia a Hermione y me enfadé con él. Estuve una semana sin hablarle hasta que un día se me acercó y me dio una nota dirigida a Hermione, pidiéndole disculpas. Viniendo de Draco, me pareció un gesto merecedor de mi perdón.

Y así hasta llegar a tercero, donde no hubo tan malos rollos con Voldemort, tan solo que el padrino «secreto» de Harry Potter había escapado de Azkaban y «quería matar a Harry». Al menos todo se solucionó a tiempo, pudimos saber qué conexión tenían los Merodeadores con Sirius, el profesor Lupin (mi profesor favorito), Pettigrew y el padre de Harry.

Draco cada vez molestaba menos a mis amigos de Gryffindor.

Y sabía de sobra por qué lo hacía: le habían enseñado fatal en su casa. A diferencia de mí, que mi madre siempre me decía: «Nunca subestimes a nadie por lo que diga o por cómo se vea; debes conocer bien su actitud antes de darle luz verde o roja.» Por eso me pusieron en Hufflepuff.

Ya tenía hechas mis maletas para volver a la maravillosa escuela de magia que tanto quería, con esa gente a la que tanto había extrañado durante el verano, para comenzar mi cuarto curso.

La Serpiente Y El Tejón (Draco Malfoy Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora