El diario

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Levantó su mirada gris para posarla en la mía y se quedó boquiabierto. Yo tampoco supe reaccionar debidamente, pero cuando me recuperé, me di la vuelta y salí de la habitación.

—¡Emma, no te vayas! —exclamó. Había caminado hasta el marco de la puerta. Gracias a la escena que estábamos montando, algunos de mis compañeros que andaban por los pasillos se nos quedaron mirando—. No huyas de mí otra vez...

Esas palabras me cayeron en el corazón como mil ladrillos.

Melody, esta me la pagas.

Me giré hacia él y, sin mirarle, volví a entrar a la habitación. El anciano toca traseros tosió con vehemencia, pero le ignoré. Draco volvió a sentarse en su cama.

Merlín bendito, Draco estaba en San Mungo.

¿Era eso una buena señal o una mala?

-Emma... -Draco ya no tenía voz de niño ni de adolescente. Su voz era grave pero dulce.

Venía vestido con un traje negro, su pelo era un desastre rubio magnífico, que casi le llegaba a los hombros. Se me hacía rarísimo verle sin gomina, pero le quedaba genial. Sus ojos grises eran igual de atrayentes como recordaba. Y, a pesar de lo guapo que yo lo veía, tenía mal aspecto: con ojeras, quizá demasiado delgado, más pálido de lo normal...

Dios mío, ¿y si estaba realmente enfermo?

—Buenos días, señor Malfoy —dije con voz trémula. Qué idiota era, por favor.

Miré su informe y vi que tenía que echarle una pomada en el antebrazo izquierdo.

Oh, no... La Marca...

—Por favor, suba su manga izquierda —le pedí mirando al suelo y haciendo aparecer con mi varita la pomada.

Él hizo caso en silencio. Cuando miré su brazo, la Marca no parecía tan sobresaliente como me había imaginado. De hecho, parecía un tatuaje que se estaba borrando: la cabeza de la serpiente era casi inexistente.

Me puse unos guantes, agarré su brazo con cuidado y le esparcí la crema por la «herida». Él se removió inquieto, pero no me atreví a mirarle.

—Las Sanadoras suelen echármelo con su varita... sin tocarme —comentó. Tragué saliva.

—El método manual hace más efecto, créame —dije por toda respuesta.

—Emma, por favor, deja de tratarme como a un extraño —contestó con voz suave.

—Ya está —hice desaparecer mis guantes y por fin tuve el valor de volver a mirarle a la cara.

—Gracias —dijo.

Emma, rompe tu barrera o lo haré yo.

¿Qué barrera?

La del orgullo. Es la peor del mundo. Rómpela.

—¿Cómo estás? —pregunté tontamente, haciendo que no se levantase.

Él dio un largo suspiro.

—¿No has leído mis cartas? —respondió con otra pregunta.

—No —murmuré.

—Lo supuse. Sigues siendo tan testaruda... —negó con la cabeza mientras sonreía débilmente.

—Leí la última..., la nota —carraspeé—. La de la boda de Ash.

Se me empañaron los ojos. Mierda.

—Por eso no entiendes nada —asintió—. Puedo dejar de escribirte si quieres.

Sabía a lo que se refería. No tenía nada que ver con estúpidas cartas.

La Serpiente Y El Tejón (Draco Malfoy Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora