Scorpius

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Aquella Navidad, los planes de mi prima se vieron frustrados gracias a la discusión que tuvimos: solo Sher y ella se quedaron a dormir en nuestra casa. Pero, por lo menos, habíamos arreglado las cosas de una maldita vez. Ellos ya no tenían problemas de estrés y nosotros no teníamos problemas de celos.

Sin embargo, como fui aprendiendo a lo largo de los años, lo que no mejora, empeora. Y, aunque nuestras situaciones mejoraron, también se torcieron otras cosas.

Yo tenía unos dolores espantosos por el embarazo y apenas me movía de la cama. Draco intentaba consolarme, pero de nada servían unas palabras de apoyo. Yo le decía que era normal estar dolorida: mi cuerpo estaba cambiando mucho para adaptarse al nuevo ser que crecía en mi interior. Lo único que podía hacer era reposar y tomar una pastilla al día para calmar el dolor; tampoco debía abusar de las medicinas.

—No tengo hambre —le dije una mañana a Draco, cuando me trajo el desayuno a la cama en una bandeja.

—Tienes que comer —replicó—. Tenéis que comer —se corrigió al instante.

Suspiré con cansancio.

—Se me ha cerrado el estómago, de verdad —insistí. Él hizo una mueca y dejó la bandeja a los pies de la cama.

Retrocedió unos pasos, se apoyó contra la pared al lado de la puerta, cruzó sus brazos y me miró.

—Si llego a saber que ibas a sufrir tanto, te habría propuesto adoptar a un indio —comentó.

Sonreí débilmente.

—Qué bobo eres...

—No me gusta verte así —bufó descruzando los brazos—. No puedes levantarte de la cama, no podemos viajar, no te apetece comer... Dime, ¿qué hago en esta enorme casa sin ti?

—Se me pasará —le prometí—. Espero mejorar para la semana que viene. Además —añadí, levantando mi dedo índice—, yo cuidé de ti con la varicela sin poner ninguna pega.

—Has hecho un pareado —observó distraído.

—Sin haberlo planeado —contesté.

Él soltó una risa y volvió a mirarme.

—¿Has pensado nombres para el niño? —preguntó.

—Siéntate —le aconsejé. Draco me obedeció y se sentó a mi lado, agarrándome la mano—. Me gustan los nombres griegos.

—No voy a llamar a mi hijo Zeus, Emma —me avisó. Yo le di un manotazo suave en la mano y sonrió burlón.

—Los nombres griegos van más allá de los dioses griegos, listillo —objeté—. Están Alexander, Leonard, Demetrius, Andronicus, Anthony, Theodore, Timothy...

—¿Todos esos son griegos? —se asombró, y luego puso una mueca—. No me gusta ninguno.

—El tuyo también es griego. Ya sabes, significa «dragón» —sonreí de lado.

—Sí, ya lo sé...

—¿Y tú? ¿Has pensado en alguno? —curioseé.

—Hum... Me gustaría uno que simbolizase a Slytherin —alzó una ceja pensativo.

—Das por sentado que irá a Slytherin —afirmé.

—Emma, seamos realistas —me miró a los ojos—: tú también podrías haber estado en Slytherin. Eres tan inteligente, tan determinante, tan ambiciosa y tenaz...

—Déjate de halagos, zalamero —reí, y él me miró con cariño—. ¿Qué nombre quieres, entonces? ¿Salazar?

—No —negó sonriendo—. Scorpius.

La Serpiente Y El Tejón (Draco Malfoy Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora