Además de estar todo el día trabajando en San Mungo, mamá me pidió que fuese a casa de la abuela para cuidar de ella. Hacía unos días se había tropezado con una alfombra y se había caído haciéndose daño. Por suerte, no se rompió nada, pero le dolía la rodilla derecha y no podía caminar bien. Mamá a veces hace turnos de noche, porque es más veterana que yo, así que me tocaba a mí cuidar de la abuela Scarlett.
De todas formas, me alegré de que fuera viernes, porque así podría quedarme a dormir en su casa y no ir al trabajo mañana.
—¡Buenas tardes, abuela! —saludé contenta al abrir la puerta de su casa.
—Ay, Emma, te he echado en falta —se quejó—. Me hago mayor. Casi no atino con los hechizos. Tengo hambre.
—No te preocupes —dejé mi bolso en una butaca y la besé en la mejilla—. Ahora preparo la cena.
—Me temo que tendrás que hacer varias tareas después de cenar —me advirtió.
—Sin problema —sonreí.
La abuela se quedó viendo la tele mientras yo entraba en la cocina y preparaba la cena. Había estado todo el día pensando en el endemoniado diario. Tenía tanta curiosidad por seguir leyendo, que le tiré la sopa al suelo dos veces al mismo paciente mientras le daba de comer. Estaba ida; por culpa de Draco, ahora no hacía más que pensar en nuestros días felices en Hogwarts.
Después de cenar, la abuela comenzó a nombrar las tareas que debía hacer:
—Tienes que subir al ático a por mantas y sábanas para que duermas. Y hablando de ropa, hay que poner la lavadora; ya sabes dónde está el cesto de la ropa sucia. Bien, ¿qué más? ¡Ah, sí! Dale de comer a las lechuzas y, a las once de la noche, déjalas volar durante media hora. Sí, sí, en la calle. También habría que limpiar un poco el polvo... pero hazlo con magia, no quiero atosigarte. Habrás tenido un día duro en el hospital, ¿no es así?
—Como siempre —le quité importancia con un gesto.
—Bueno... Y lo más importante, llévame a la cama a las doce. Mañana por la mañana despiértame a las diez. ¿Te acordarás de todo?
—Por supuesto. Manos a la obra —sonreí.
Eran las diez cuando comencé a hacer las tareas. Quizás con suerte tuviese tiempo de leer algo antes de dormir... Subí al ático a por la ropa de cama. El techo era demasiado bajo para mí; me di cuenta de ello cuando me di un tremendo golpe en la cabeza. Solté un juramento y busqué durante cinco minutos las condenadas mantas. Estaban apartadas en un rincón oscuro, donde la pequeña bombilla que había encendido no alumbraba, por lo que tuve que hacer un Lumos.
Luego, cuando me dispuse a bajar las estrechas y pequeñas escaleras de madera, estornudé por la cantidad de polvo de la habitación y las mantas se cayeron al suelo del segundo piso. No importaba mucho. Pero me jodió que, al volver a estornudar, yo cayera encima de las mantas.
La suerte, lo llamo yo.
El cesto de la ropa sucia se encontraba al lado de la puerta del baño. Pero como no lo encontré, busqué dentro de él. No hubo suerte. Bajé para preguntarle a mi abuela, pero ya estaba dormida. Entonces recurrí a la magia. Accio cesto de la ropa.
¡Yo pedí el cesto de la ropa sucia, no un golpe con él en la nariz que me hiciera sangrar!
¿Por qué estaba teniendo tan mala suerte?
Puse la lavadora sin ningún problema..., aparentemente. Y ya que estaba en la cocina, empecé a buscar por todos los cajones y armarios la comida para las lechuzas. La encontré justamente al lado de las jaulas de las lechuzas. La abuela siempre las dejaba volar libres por la casa, pero en ese momento estaban las tres en sus jaulas abiertas, con la cabeza bajo el ala.
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La Serpiente Y El Tejón (Draco Malfoy Fanfic)
FanfictionLa valentía nunca había sido mi fuerte, pero sí mi tenacidad; supongo que por eso me eligieron para la casa de Hufflepuff. Soy Emma O'Brien y estoy complacida de contarle al mundo (tanto mágico como muggle) la historia de mi vida, sobre todo en Hogw...