Castigo con mi mejor amigo

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—¿Qué se supone que ha pasado aquí? —exclamó preocupada, acercándose a Smith y mirándome con ceño.

—Eehh... Bueno, pues... —tartamudeé sonrojadísima.

—Ay... —gimió Smith mientras McGonagall le sentaba en el suelo.

—¿Qué ha pasado, señor Smith? —preguntó.

—¡No fue culpa mía! —grité casi sin quererlo. McGonagall me miró con ojos como platos mientras ayudaba a Smith a levantarse.

—¿Puede explicarme qué ha pasado? —me cuestionó.

—Me... me estaba molestando y... saqué mi varita... Discutimos y... Everte Statum... y acabó así —expliqué tartamudeando, con la cabeza baja aún.

En estos momentos solo quería que la tierra me tragase. Prefería estar en el Inframundo a estar allí.

—¿Puede ser más clara? —suspiró.

—Hemos peleado con las varitas —contestó Smith, tocándose la frente con una mueca de dolor—. Y hemos acabado así. Supongo que me ha ganado...

Me sonrió con complicidad y quise darle un puñetazo.

—¡Pues sepan ustedes que van a ser castigados duramente! ¡Avisaré a la profesora Sprout, Jefa de su Casa, y al mismísimo director! Luchar uno contra la otra, ¿se creen que les preparamos para una guerra? —espetó McGonagall con un gran enfado. Decidí no decir nada—. ¡Vamos, acompáñenme!

Dio media vuelta y con su gran agilidad y ligereza, la profesora echó a andar a buen paso y yo me posicioné detrás de ella, con el idiota de Smith a mi lado. Este me miró, me sonrió y guiñó un ojo. Yo gruñí.

—¡Cómo se les ocurre! ¡En mitad del pasillo, dos Hufflepuff! Por Dios, creí que eran una casa de lo más tranquila y... Oh, por Merlín, ¡qué decepción se va a llevar la profesora Sprout! —se lamentaba McGonagall.

—Señora...

—No quiero oír nada hasta que estemos con la profesora Sprout, señorita O'Brien —me espetó sin mirarme.

Nos dirigió hacia los Invernaderos y nos dijo que esperásemos fuera del número 3.

—Sabes que todo es culpa tuya, ¿no? —se atrevió a reciminarme Smith.

—¡Ni en tus mejores sueños! —susurré enfadada—. Tú me provocaste y ya sabes lo mal que me caes.

—Me encanta jugar, eso es todo —me sonrió.

—Pues céntrate mejor en quidditch y no en mí, pedazo de... —me callé, puesto que McGonagall y Sprout salieron del Invernadero. Esta última estaba de brazos cruzados y nos miraba a ambos con desaprobación. Yo bajé de nuevo la cabeza.

—Dadme vuestras varitas —ordenó, tendiendo la mano en nuestra dirección. Se las dimos. Ella y McGonagall vieron los últimos hechizos que habíamos conjurado. Genial. Yo había hecho unos tres o cuatro y el otro enclenque solo uno.

—Muy bien. Por esto podemos deducir que hoy, señorita O'Brien, no se ha levantado de buen humor —comentó Sprout.

—-No, profesora, no ha sido así —negué con la cabeza.

—Explíquese —ordenó.

—Smith...

—Tú debes llamarle por su nombre —me dijo McGonagall.

—Pero es que odio su nombre... y a él —contesté sin pensármelo.

—¡Señorita O'Brien! —exclamó Sprout. Miré de reojo a Smith y tenía una media sonrisa en la cara que no se quitaba. Idiota...

La Serpiente Y El Tejón (Draco Malfoy Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora