El duende arquero

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Ya había experimentado eso de dormir con mi enemigo, aunque estuviese bajo el hechizo de una poción. Pero eso de despertar a su lado, estando consciente de mis actos, es otra historia. Creo que fue la primera vez que sentí vergüenza al estar tan cerca de Smith. ¡Dormimos abrazados, por el amor de Merlín!

Estaba claro que mis facultades habían sido alteradas severamente y que me dejé llevar por el sentimiento de culpabilidad y mi bondad interior... Pero esa sería la última vez que me mostraría débil ante Smith.

Solo la gente más cercana a mí se había enterado de los dos fatídicos e irracionales sucesos que había tenido la mala suerte de vivir. Cuando les expliqué con pelos y señales lo ocurrido a Ed y George no sabían qué cara poner ni qué decir. En cualquier caso, no decidían si odiar más a mi padre o a Smith.

—Bueno, dado el hecho de que el cerebro del plan fue O'Brien, debe ser el peor de los dos —opinó George.

—Pero el imbécil de Smith lo llevó a cabo —bufó Ed con rencor.

—Pero O'Brien lo obligó —objetó George y me miró, así que asentí para corroborarlo.

—¿Tú de qué parte estás? —le espetó Ed.

—Del de Emma, ¿y tú? —le contestó para hacerle rabiar.

—¡También!

El día del partido de quidditch, Gryffindor contra Hufflepuff, al que tenía especiales ganas de ir, tuve que dirigirme al despacho del director, quien me había citado allí para hablar detenidamente sobre mi padre y todo lo que pasó.

Cuando el castillo se había quedado vacío por completo y ni siquiera se oía a Peeves intentando hacer de las suyas, me encontré a Harry y le deseé buena suerte. Él me lo agradeció con una sonrisa rápida y nerviosa y se fue corriendo. Supuse que estaba emocionado por jugar.

Le dije la contraseña a la gárgola, que anteriormente me había dicho Sprout y subí los escalones hasta la puerta. Dumbledore me indicó que entrara y lo hice caminando con nerviosismo. La tranquilidad con la que siempre hablaba el director me abrumaba tanto como me frustraba. Nunca se sabía su estado anímico por mucho que lo observaras.

El despacho no había cambiado en absoluto. Incluso Fawkes seguía en su percha.

—Buenas tardes, señorita O'Brien.

—Buenas tardes, profesor Dumbledore.

—Tome asiento, por favor —señaló con la cabeza la silla que había frente a él. Le obedecí y suspiré observando los objetos que tenía en la mesa, sin querer mirarle a los ojos—. La pasada tarde no tuvimos tiempo de hablar sobre el incidente de la maldición —comentó.

Asentí aún sin mirarle directamente.

—¿Tiene algo que decirme? —preguntó. De sobra sabía la respuesta.

—Sí, señor. Pero tengo unas dudas que me gustaría resolver, si no le importa, señor —le dije.

—Adelante —asintió.

—¿Conoció usted a la familia de mi padre? —pregunté.

—Oh, sí. La familia O'Brien siempre me recogió en su hogar con humildad. —comenzó—. Tus abuelos eran tan bondadosos como fuertes en la batalla; la sangre de los guerreros corría por sus venas. Por ende, también corre por las de tu padre y las tuyas. ¿Hay algo en especial que quieras saber?

—Profesor... ¿Es cierto que mi padre era un hombre bueno como lo fueron sus padres? —cuestioné.

—Hum —asintió Dumbledore—. Lo cierto es que era como su padre. Se llamaba Ciar, ¿lo sabías?

La Serpiente Y El Tejón (Draco Malfoy Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora