Toda la verdad

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Pegué una fuerte patada a mi baúl al tiempo que gritaba con todas mis fuerzas por enésima vez: «¡Maldito Snape!». Me hice un daño considerable en el pie, pero hice caso omiso al dolor punzante. Mi gata maulló, quizás con molestia, quizás intentando calmarme y recordarme que ella seguía allí, expuesta totalmente a mis arrebatos de furia desbocada.

—¡A la mierda todo, Cinder! —chillé, dando otra patada al baúl que, como la primera vez, no se movió ni un centímetro. Mi mascota bufó, hartándose de mí y se bajó de la cama para buscar un refugio más seguro, donde no peligrara su vida.

Por suerte, toda mi casa estaba cenando en el Gran Comedor, lejos de los sótanos donde yo descargaba mi ira y rabia. En ningún momento había dejado de llorar; había tantas razones por las que hacerlo, que ya no recordaba ninguna...

Ella lo sabía. ¡Claro que lo sabía! Soy una maldita inocente: Asherah Marston me ha estado mintiendo a la cara durante todo el curso ¡y me entero ahora! ¿Cómo no iba a saberlo, siendo ella una Slytherin que se lleva bien con todo el mundo?

Pegué otra patada al baúl.

¡Nadie quería decirme nada! ¿Y por qué? ¡Para protegerme! ¿Protegerme de qué, joder? ¡Tenía dieciséis años y sabía cuidar de mí misma desde los diez! ¿Qué puto problema había en que me lo dijeran? Odiaba los secretos, sobre todo cuando la verdad se hacía evidente ante mis ojos y yo, por más que rebuscaba, ¡no la veía!

Decidí tranquilizarme, por mi bien y porque pronto mis compañeros volverían a la Sala Común y no quería que me oyesen gritar o destrozar mi cuarto. Me senté en mi cama y me sequé las lágrimas de la cara. Recordé la mano de Draco que, hacía unos minutos, las había secado por mí. Solté un sollozo involuntario y me tapé la boca para hacerme callar.

Emma, cálmate. Cálmate y piensa.

Respiré hondo y cerré los ojos concentrándome.

Mi actual problema era descubrir qué demonios ocultaban los Slytherins... «Voy a suponer que ese secreto solo lo saben ellos». ¿Y por qué solo ellos? Bueno... Son astutos y discretos, pero si alguno tiene un problema, los demás no dudan en ayudarlo, así que... Probablemente la mayoría de los alumnos de sexto de esa casa, lo saben. O, al menos, la gente más cercana a Draco. «Lo cual incluye a Pansy Petarda Parkinson», pensé con rencor.

Concéntrate, Emma.

Bien. Los Slytherin lo saben. Draco anda metido en algo muy, muy perjudicial. Bien, avanzamos. Harry ha estado, durante la mayor parte del curso, espiándolo y siguiéndolo con ayuda de su mapa (según Hermione). Tal vez... No, nada de «tal vez»; Harry Potter sabía, casi tan bien como las serpientes, lo que tramaba Draco. Y si no sabía todo, estaba muy cerca de encontrar la verdad. Por lo menos, más cerca que yo.

¿En qué podría estar metido Draco que le perjudicase tanto y para que se preocupara por la vida de su familia... e incluso por la mía? Yo siempre había pensado que eran problemas familiares, porque su padre estaba en Azkaban...

«¿Por qué está su padre metido en Azkaban?», preguntó una vocecilla procedente de un rincón oscuro de mi cabeza.

¡Lucius Malfoy era un mortífago!

Pero Draco...

Abrí los ojos y examiné la habitación con vista de halcón. Mi gata se hallaba en lo alto de la cajonera que compartíamos las cuatro (ahora tres) chicas de la habitación. La miré con fijeza a sus bellos ojos azules, que tanto se parecían a los de Draco...

—Cinder... —suspiré con tristeza—. ¿Tú crees que Draco podría...?

Maulló ante mi silencio, porque no pude formular la pregunta entera. Saltó del mueble y se acercó a mis pies. La alcé en mis brazos, besé su suave y cenicienta cabeza y la acaricié monótonamente, intentando retener las lágrimas, mientras ella ronroneaba con gusto. Ella volvió a maullar y comenzó a lamer el dorso de mi mano, donde habían aterrizado unas gruesas lágrimas.

La Serpiente Y El Tejón (Draco Malfoy Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora