La cita de Smith

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Días después de haber visitado el sitio tan acogedor donde se quedaba mi padre, no se me volvió a ocurrir acercarme más por allí. Los deberes y los constantes avisos de los profesores sobre la importancia de los TIMOs ya me tenía bastante alejada del Bosque, cosa que en parte agradecía y en parte no.

Lo agradecía porque así no se me ocurriría hacer más locuras, claro está. Pero eso significaba renunciar a demostrarle a mi padre que podía ser perseverante y suspicaz si me lo proponía. No iba a descansar hasta descubrir su secreto.

Volviendo al tema de los exámenes, que ya estaban próximos, pues ya había comenzado el trimestre de verano, en las Salas Comunes apareció un papel informativo que trataba sobre la orientación académica y que cada alumno de quinto iba a hablar un día a una hora determinada con su Jefe de Casa. Yo debía hablar con Sprout el viernes a las once de la mañana, así que me perdería una parte de la clase de Encantamientos.

El lunes, para no variar, hubo un acontecimiento que dejó boquiabierto a todo el mundo, tanto profesores, como fantasmas y alumnos. ¿Quiénes eran los culpables? Cómo no, de nuevo los gemelos Weasley enfadaron a la arpía (Umbridge).

Después de Aritmancia, salí con mis compañeros al pasillo para seguir con las demás clases, pero nos encontramos con mucha gente arremolinada en el vestíbulo, viendo algo. Al acercarnos, pudimos ver cómo había sido convertido en nada menos que un pantano. Cuando Umbridge llegó, fatigada pero con una sonrisa triunfante, acompañada de un eufórico Filch, les preguntó a los hermanos si les parecía bonito lo que habían hecho. Y ellos empezaron a contestarla con guasa, a lo que varios rieron.

—¿Qué se creen que hacen? Se la van a cargar —dijo Ernie con preocupación, mientras seguían diciéndole a Umbridge que ya eran mayores para aguantar normas escolares.

—No lo creo —contesté yo con una sonrisa.

Los Weasley convocaron sus varitas. Anunciaron que si queríamos un pantano portátil, que podíamos conseguirlo en Sortilegios Weasley, instalado en el callejón Diagon. Luego dieron una fuerte patada al suelo y se elevaron en el aire hasta salir de allí libres y sin preocupaciones por parte de Umbridge.

Todos los allí presentes aplaudimos como nunca lo habíamos hecho antes al verlos salir.

El viernes llegó rápidamente y sin darme cuenta ya me estaba dirigiendo al despacho de Sprout. Me había pasado toda la semana metida en la biblioteca, junto a Hannah, con quien ahora pasaba mucho tiempo porque también me preocupaban bastante los TIMOs. Aunque no tanto como a ella. La pobre estaba agobiadísima, no hacía otra cosa que no fuese estudiar, incluso hacía lo mismo que Hermione: se llevaba un libro a todas las comidas. Y respecto a comer, pues lo hacía sin ganas, aunque cuando la aconsejamos que para rendir mejor en sus horas de estudio era mejor alimentarse adecuadamente, empezó a comer con normalidad de nuevo.

Susan alguna que otra vez nos acompañaba a la biblioteca, pero a pesar de que a ella, como a todos, nos preocupaban los exámenes, al menos ella tenía más libertad. O mejor dicho, se daba más libertad a ella misma.

Toqué a la puerta del despacho dando un suspiro y la profesora Sprout me dijo que entrase.

—Buenos días, profesora Sprout —saludé.

—Buenos días, señorita O'Brien. Toma asiento, por favor —me sonrió y me señaló la silla frente a ella.

Casi permanecía imperceptible, pero Umbridge estaba sentada en una esquina, más o menos en penumbra, con unos cuantos papeles en los que escribir. Decidí ignorarla aunque apreté los puños con fuerza al darme cuenta de su presencia.

—Bueno, querida, como ya sabes, te he citado aquí para hablar sobre trabajos del mundo mágico. Dime, señorita O'Brien, ¿en qué te gustaría trabajar? —me preguntó con amabilidad.

La Serpiente Y El Tejón (Draco Malfoy Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora