Cuestión de aves

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Desperté con un leve dolor de cabeza. La luz de la habitación en la que me encontraba era escasa, aunque veía perfectamente, pero tuve que habituarme a la penumbra. Alcé la mirada e intenté descubrir dónde me encontraba.

Me di cuenta entonces de que estaba atada de pies y manos a una silla. Y luego pude distinguir una sombra al lado de la puerta.

—¿Qué...?

—Por fin te despiertas —dijo la voz del hombre con brusquedad—. Creí que dormirías para siempre...

—¿Sabes, Carry? Hay un contrahechizo para Desmaius, el cual es Rennervate —espeté.

Se acercó rápidamente hacia mí, me agarró el mentón fuertemente con una mano y me obligó a mirarle a los ojos, idénticos a los míos.

—No vayas de lista, querida —murmuró—. No quieras que te haga daño...

—¿Qué es lo que quieres, Carry? —pregunté con odio. Apretó su agarre, a lo que aguanté una queja de dolor.

—No me llames así. Ni siquiera dejaba a tu madre hacerlo, ¿te enteras? —exclamó y luego suspiró—. Desgraciadamente, eres muy parecida a ella, pequeña Caroline...

—Me llamo Emma, ya lo sabes —le corregí.

—Te llamo como me da la gana —contestó y soltó mi cara. Se puso recto y me miró desde arriba, aunque yo no hice esfuerzo para mirarle—. Caroline era el nombre que quería para ti. Deseaba que fueses como yo, así que quería ponerte mi nombre... en femenino. Pero no, tu mami prefería un nombre vulgar que eligió de un libro muggle. ¡Muggle! Qué asco...

Me mordí el labio para no decir nada.

—«Emma significa diosa de la fertilidad y el amor. Supongo que no es tan malo» —dijo con voz chillona—. Eso dijo tu madre. Pero a mí me siguió pareciendo un nombre muy común y muy simple. Al menos me dejó elegir el segundo; mi madre se llamaba Annabeth.

—Deja de criticar mi nombre —dije entre dientes.

—Cállate y no me des órdenes, niñata —espetó. Le miré con odio—. Oh, vamos, vamos, no te enfades, Carol... —pasó una sucia mano por mi pelo y luego por mi mejilla—. Es que quien me molesta, nunca sale bien parado...

—¿Por qué me has secuestrado, dónde estamos? —pregunté.

—Secuestrado, ja, sí... Ay, cariño, no he tenido elección. Estamos en casa de una vieja muggle, a quien he aturdido.

—¿No la has matado? —murmuré.

—¿Te preocupas por alguien que no conoces? Merlín, tu madre te ha ablandado mucho. Tienes que dejarte llevar y solo preocuparte por ti misma, Caroline. No puedes darte a los demás, porque si lo haces, ellos te romperán hasta matarte.

—¡Estás enfermo! —exclamé—. ¡Y llámame por mi nombre!

—No te alteres si no quieres salir herida, te lo advierto por segunda vez —dijo—. ¿Quieres oír tu nombre? Pues te llamaré Anna.

Rodé los ojos y suspiré con resignación.

—¿Qué quieres de mí?

—Quiero que me obedezcas —contestó.

—Pides mucho, entonces —comenté.

—Mucho o poco, me obedecerás. Me harás caso por las buenas o por las malas, eso lo dejo a tu elección —replicó.

—¿En qué se supone que debo obedecerte? —curioseé.

Sacó su varita y me apuntó con ella. Pensé que me iba a echar un maleficio, por lo que cerré los ojos con fuerza, pero los volví a abrir cuando escuché su risa burlona.

La Serpiente Y El Tejón (Draco Malfoy Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora