Horror en las cocinas

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Si estrujar los bubotubérculos para sacarles el pus y meterlo en botes de cristal era asqueroso, entonces limpiar los restos de ello y de demás plantas el doble o triple de espeluznantes, lo era aún más.

Y sobre todo si lo hacía con Zacharias Imbécil Smith. Era el doble de tortura. Acabamos a las nueve y tuve que quedarme, con él, en la Sala Común una hora más para escribir la divertida frase que nos dictó McGonagall en medio metro de pergamino. El mejor día de mi vida.

Smith estaba todo el rato como: «¿Cómo vas?», «¿Te falta mucho?», «Déjame verlo, a ver si vamos igual.» Solo con decir que estuve a punto de morderle... Y Cinder no dejaba de bufarle, al igual que yo, claro. Cuando estaba callado (pocas veces), ella le observaba escribir y al mínimo movimiento fuera de lugar, le gruñía. Y a punto estuvo de arañarle varias veces la cara o la mano. De no ser porque su lechuza, negra y enorme, estaba posada en el respaldo de una silla y miraba todas las escenas con sus grandes y marrones ojos, que parecían matar si se miraban fijamente, mi gata sí que habría saltado realmente a la acción.

El martes, después de comer, cuando me decidí a ir a la Sala Común para seguir con el medio metro de ese día, Draco me detuvo y me propuso dar un paseo para hablar. Y acepté.

—¿Y por qué te han castigado? —pregunté.

—¿Y a ti? —alzó la ceja y sonrió juguetonamente.

—Venga, yo te he preguntado primero —sonreí. Él suspiró.

—Vaaaaleee... Bueno, digamos que... Pansy estaba molestándome, como siempre, y le dije que me dejase en paz, pero Blaise se metió en medio, defendiéndola, y acabamos mal. Si te fijas en la mesa de Slytherin en las comidas, verás que un chico tiene un ojo morado y que Pansy estará comiéndole la oreja —contó y nos reímos al terminar.

—Blaise es el que se apellida Zabini, ¿no? —pregunté.

—Sí —asintió—. Te toca.

Le conté la historia, con muchos insultos, y muy rudos hacia Smith y con cada detalle, muchos más de los que le di a McGonagall y Sprout.

—Ese tío es tonto —negó con la cabeza con desaprobación—. Mira, si te vuelve a molestar, me avisas.

—Draco, ¿piensas que voy a dejar que hagas algo? ¿De verdad? —alcé una ceja escéptica.

—¿Por qué no? Oye, solo quiero protegerte de payasos...

Se calló al darse cuenta de lo que había dicho. O eso pensé yo. «Solo quiero protegerte», sonaba muy fuerte. Viniendo de Draco supuse que... era raro. ¿Por qué habrá dicho eso?

Su pálida cara tenía ahora un color carmesí suave y seguramente la mía también.

—Sé protegerme sola —me reí nerviosamente.

—Ya sabes a lo que me refiero —contestó mirando al suelo. ¿Lo sabía? No.

Aunque Draco y yo fuésemos amigos, él seguía siendo un enigma, como con todos. Conmigo menos, quizá, pero en fin...

—Qué pena que no vaya a haber quidditch este curso, ¿no? —comenté para cambiar de tema.

—A mí no me molesta tanto. Me gustará el Torneo y conoceré a gente de Durmstrang. Casi me mandan a estudiar allí —arguyó él. Vaya...

—Pero estás bien aquí, ¿no? —pregunté casi sin querer. Se rio.

—¡Claro que sí! No es un lugar perfecto, pero tampoco es el peor —me miró sonriendo.

—Ya ves —sonreí.

Llegamos a la orilla del Lago Negro. Draco se sentó en la hierba y yo le imité. Toqué el agua con mis dedos. No estaba muy fría.

La Serpiente Y El Tejón (Draco Malfoy Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora