Ojos miel

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—¿Preparada para empezar sexto curso, Emma? —me sonrió Susan la mañana siguiente.

—No entiendo tu entusiasmo... —bufó Hannah levantándose de la cama perezosamente.

—Solo intento animar. No hay que ser tan negativa —repuso Susan y me dirigió una sonrisa divertida.

—Ni siquiera tenemos los horarios... A saber qué tenemos a primera hora hoy —se quejó Hannah.

—Ya lo veremos —suspiré encogiéndome de hombros.

No me había atrevido a contarle a nadie lo sucedido con mi padre. No quería preocupar a nadie ni hacerle creer a la gente que era una niñita asustada y cobarde. La verdad es que me sentía más protegida en Hogwarts que ahí fuera, pero la inseguridad perduraba en mí.

Hannah y Susan salieron de la habitación. Me dijeron que me diera prisa.

—Tus amigas parecen simpáticas —murmuró una voz conocida.

—Rachel, me has asustado —espeté cuando recordé quién estaba debajo de mi cama.

—Lo siento, bonita —se disculpó.

—Son simpáticas, pero Hannah tiene un gran genio —comenté—. Bueno, realmente yo también, así que no puedo quejarme.

—No será para tanto —le quitó importancia.

—¿Te traigo algo para desayunar? —le pregunté.

—Sí, gracias, pero no tengas prisa por mí —contestó.

—Enseguida vuelvo —aseguré.

Bajé a mi Sala Común, que casi estaba vacía, a excepción de algunos niños y niñas de primero y segundo. Bien, mis amigos no me habían esperado.

Me encaminé sola hacia el Gran Comedor y me senté con mis amigos. Desgraciadamente, Smith rondaba más cerca de lo que hubiese deseado. Pero ni siquiera le regalé una mirada.

La profesora Sprout se acercó a los alumnos de sexto con una amplia sonrisa y, uno a uno, nos repartió nuestros horarios correspondientes. La primera hora aquella mañana la tenía libre, pero a segunda me tocaba Defensa Contra las Artes Oscuras, con Snape, así que sería una buena idea prepararme para ella.

Susan y Hannah decidieron dar una vuelta por los terrenos de Hogwarts antes de empezar con las clases. Yo me encontré a Edward mientras caminaba a mi habitación para llevarle comida a Rachel.

Me abrazó con fuerza durante cinco segundos.

—¡Cuánto me alegro de verte, Emma! —me sonrió ampliamente—. ¿Qué te pareció ese poema que te escribí por tu cumpleaños? Es uno de los primeros que escribo.

—Ah, me pareció fantástico, Ed —asentí—. Sabes rimar muy bien. ¿No le has escrito alguno a Georgie? —sonreí socarronamente.

—¡No! —contestó sonrojado—. He escrito sobre él, pero no se lo he enseñado. ¡Qué vergüenza, Emma!

Me reí con ganas.

—¿Dónde está, por cierto? —pregunté, notando su ausencia.

—En clase de Cuidado de Criaturas Mágicas. ¡Qué pesado es con los animales! —se quejó Ed—. Se ha pasado todo el verano contándome viejas historias de quintapeds, que a mí no me interesan lo más mínimo. ¡Será un gran Magizoólogo, pero muy pesado!

—Pobre —dije yo sonriendo divertida—. Solo te habla de lo que le fascina; estoy segura de que tú haces lo mismo con él.

—Pues no —negó—. Como te he dicho, no le he enseñado ninguna de mis obras.

La Serpiente Y El Tejón (Draco Malfoy Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora