Un tour por Hogwarts y una poción problemática

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No sabía cómo tomarme eso de que los profesores no nos castigaran ni a mí ni a Draco, pero a Smith sí. Bueno, esta vez, yo no lancé ningún hechizo a nadie, sino que fueron ellos los que se batieron en duelo. Pero Draco no fue sancionado. No es que no me alegre de que no fuese castigado, al contrario que Smith, pero era algo confuso.

Smith no me dirigía la palabra y ni siquiera me miraba, algo que a mí, personalmente, me encantaba. En las clases de Transformaciones, Herbología y Pociones, los respectivos profesores de dichas asignaturas me sonreían más de la cuenta. No tenía ni idea de a qué se debía eso. Hay que imaginarlo por un momento: Snape sonriendo. ¡Por las barbas de Merlín, ¿qué escreguto les había picado a los tres?! Draco también me había comentado que esos tres profesores, en especial Snape por ser Jefe de su casa, le miraban con más... calidez.

Sin embargo, a Smith le miraban con reprobación por sus actos cometidos en Hogsmeade. No me daba pena ni mucho menos, pero aquellos comportamientos me parecían muy extraños.

Hannah y Susan me decían todo el rato que no debía preocuparme por semejantes bobadas, puesto que ahora Smith no me molestaba. Y Draco estaba de acuerdo con ellas.

Por otro lado, una tarde recibí otra carta de mi madre, en la que decía que no era necesario que fuese a casa en Semana Santa, porque mi tío Steve no podría ir al final de visita. Mi madre añadió que seguramente el tío Steve nos visitaría en verano, así que de todas formas le iba a ver.

A Harry Potter le seguía yendo tan «bien» como siempre. Recalcó eso de bien, porque al muchacho le llovían las malas noticias. Estaba en el Torneo, sí, y nos había contado que el campo de quidditch estaba ahora cubierto por enormes setos que crecerían hasta llegar a medir seis metros de altura, todo aquello para la tercera prueba, que consistiría en cruzar el laberinto de setos, pasando por varios obstáculos, hasta llegar al centro del lugar y conseguir el premio.

Nos contó también que, después de que Bagman les enseñase el laberinto, Krum y él fueron al bosque para hablar en privado. Resultó ser una tontería; Krum quería asegurarse de que entre Harry y Hermione no había nada. Pero allí se encontraron a Bartemius Crouch, el del Ministerio de Magia, quien, según dijo Harry, estaba muy fuera de sus cabales. Quería hablar con Dumbledore, decía cosas sin sentido como que su mujer y su hijo seguían vivos y que el Señor Tenebroso se hacía cada vez más poderoso... Harry fue a buscar al director y cuando llegaron, Krum estaba inconsciente y no había rastro de Crouch.

Para mejorar la situación, Sirius le advirtió en una carta a su ahijado que no debería andar solo por los terrenos de Hogwarts a altas horas de la noche, o al menos con gente casi desconocida, como lo era Krum. Hagrid también desconfiaba de nuestros huéspedes, incluso de Madame Maxime, con quien había hecho buenas migas al principio, pero ahora su relación no parecía la mejor...

Harry practicaba varios encantamientos y maleficios con Ron, Hermione y conmigo, preparándose para la prueba, ya que a penas podía salir del castillo según la advertencia de Sirius. Y luego me contaron que, en una clase de Adivinación, Harry había soñado con Voldemort y fue inmediatamente a hablar con Dumbledore, donde conoció lo que era un pensadero.

Bien, ya que he relatado media vida de El niño que vivió, creo que pasaré a comentar los últimos acontecimientos de MI vida. Suena algo egocéntrico, pero para algo estoy.

Una mañana llegaba tarde a mi maldita clase de Transformaciones porque el bueno de Peeves me había estado incordiando todo el camino desde los Invernaderos hasta el castillo. McGonagall me iba a quitar puntos si me retrasaba. Cuando ya me estaba dirigiendo a su clase, mientras revisaba si tenía lo necesario, sin mirar al frente, me di un golpe con una persona.

La Serpiente Y El Tejón (Draco Malfoy Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora