28. Soy carroña y ellos zopilotes.

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Luego de que ambos chicos tocaran el suelo, la gente enloqueció, yo estaba un poco ida por el contexto, saben, ver a un club de chicas locas gritando el nombre de Adrián y otras el nombre de Erik con pancartas no era nada normal. Estoy algo atónita, aunque eso tal vez sea por el golpe que recibí cuando me resbalé allá arriba.

—felicitaciones a los ganadores. ¡Adrián y Sky!— cuando Adrián se quitó el gancho que lo sujetaba de la cuerda que está enganchada hasta mero arriba del mural, volteó a verme, ni siquiera se quitó el arnés y vino conmigo. Me abrazos unos segundos y luego me elevó unos centímetros arriba dando vueltas sobre su propio eje.

—¡ganamos la prueba!— gritó de alegría.

La verdad era que estaba fascinada con la idea de haber ganado. Lo hice. Y no había logrado algo pequeño como ganar un partido de fútbol a mis hermanos, no, había subido 25 metros de forma vertical.

—¡ganamos!— grité aún en el aire.

Rodee su cuello con mis brazos. Luego un carraspeo bastante cerca de nosotros hizo que detuviéramos la celebración.

El castaño que me tenía cargada hace un momento, me bajó poco a poco.

—¡felicidades, cariño!— dijo, bueno, más bien ¡chilló!, la rubia.

Di unos pasos atrás para darles su espacio, ella lo abrazo y luego se besaron.

Volteé a ver a mi izquierda donde se encontraba Erik y Gerg. Me acerqué un poco.

—bien jugado, Sky, me parece que estuviste genial— dice el pelirrojo, mientras se acerca para darme la mano.

—gracias, tú también lo hiciste bien— dije tratando de sonar lo más educada posible.

Él me sonrió y luego dio una mirada rápida a su compañero de cuarto.

—no seas muy dura con él, o bueno...— achica los ojos y se frota la barbilla pensándoselo —sabes qué, se lo merece, aplastalo— dice divertido. Creo que tampoco le cae muy bien.

Asentí al chico y posteriormente se fue. Avancé unos pasos hacia el gorila enojado, o como muchos le dicen, Erik.

—¿qué quieres?— dice hostil antes de que pueda acercarme más.

—burlarme, es todo— me encojo de hombros.

Por lo general no soy así, no me gusta presumir mis logros en la cara del otro, pero este imbécil me estaba picando las costillas desde hace mucho. Apuesto a que ha de estar muy enfadado y no exactamente porque perdió, sino contra quién perdió. Una chica. Y es que él es así, una machista de lo peor.

—sabes, al final de cuentas no te sirvió de nada querer intimidarme, tratar de ponerme los nervios de punta, ni mucho menos elegirme a mí para escalar. Al final de cuentas te gané— él me fulminó con la mirada.

—¡bueno ya, ¿no?! Largate de una vez— demandó bastante cabreado.

—ya, ya. Me voy— levanté las manos en son de paz y comencé a marcharme.

Comencé a irme de nuevo a las gradas. Cuando iba atravesando el campo vi a cuatro chicos parados en la entrada hacia las gradas y el público. Mis hermanos. Los cuatro me veían con una sonrisa en los labios.

¡Amo a este cuarteto! Son unos idiotas, pero son mis idiotas

Corrí hacia ellos y ellos hicieron lo mismo pero hacia mí, así como en una película de amor donde el chico corre hasta su amada chica, sólo que esto era diferente, eran cuarto chicos que corrían hacia su amada hermana y ¿saben qué? Mi versión era mejor.

Una princesa imperfecta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora