12. Pequeña mentirosa.

49 5 0
                                    

Mientras más me alejaba del chico ojiazul y más me acercaba al castillo, mi hogar, más sentía la necesidad de poder llegar a mi habitación sin que mis padres me vieran, pero eso se vio imposible cuando...

—¿¡se puede saber dónde estabas!?— gruñó mi madre.

Ni siquiera había dado dos pasos después de la puerta principal, es más, los guardias que cuidan esta puerta, ni siquiera había cerrado la puerta por completo cuando mi madre ya me estaba regañando.

—Sky, cariño, qué bueno que estás bien— dijo mi padre casi corriendo a abrazarme.

Terminé el abrazo con mi padre y caminé junto con él y mi madre hasta la sala principal. Dónde, como lo suponía, Alexa estaba ahí, al igual que mis cuatro hermanos.

—hola chicos— saludé tímida.

Ellos se veían cansados y preocupados, pero no eran los únicos, mis padres se veían igual o peor.

—oh, cielo santo, Sky, que bueno que ya estás aquí— corrió mi mejor amiga a mis brazos.

Su abrazo se sentía tan... reconfortante, es tan sorprendente cómo un simple abrazo de esta chica puede relajarte, o bueno, al menos conmigo así es.

Mis hermanos, por otra parte, se levantaron y me rodearon con muecas y expresiones diversas de cada uno.
Scott me veía con una gesto de... ¿orgullo? Sí, creo que es orgullo y creo que tiene una ligera sonrisa en sus labios.
Brad me miraba aliviado, como si se hubiera quitado una enorme preocupación de encima, incluso hasta me abrazó.
Ian y Lalo me miraban felices, talvez felices de que yo estuviera bien, o felices de que mi madre por fin deje de torturarlos con preguntas sobre mi paradero.

—nos tenías preocupados, monstruo— dijo Ian sonriendo.

—lo siento— dije sintiéndome culpable.

—Sky, yo...— habló mi madre haciendo callar a todos los demás presentes —me alegra que hayas regresado sana y salva— me sonrió y abrazó tan... ¿sincera? Ese abrazo se sentía bien, se sentía real, que es lo mejor de todo esto.

—¿y esa ropa?— preguntó mi madre confundida mirando mi atuendo y el vestido azúl entre mis manos.

—oh bueno, yo...— ¿qué les diría? No puedo contarles la verdad, aunque quisiera.

—mañana hablaremos sobre eso, ahora es momento de ir a dormir— anunció mi padre.

Y cómo si aquella orden hubiera sido insecticida y nosotros cucarachas, nos fuimos de ahí.
Alexa era de esas amigas que ni siquiera necesitaban invitación para quedarse a dormir, ella simplemente entraba a mi recámara y vagaba por ella como si fuera suya.
Llegamos a mi habitación, en la parte de arriba del castillo sin haber hablado de nada, lo cual es raro tratándose de nosotras.

—¿y bien? ¿A dónde fuiste?— bombardeó mi amiga apenas cerré la puerta.

Ella se sentó cruzada de piernas en mi cama, como si supiera a la perfección que esto era para largo.

—solo, necesitaba un poco de aire— dije haciéndome la tonta buscando mi pijama, en mi guardarropa. Sabía perfectamente que sí la veía a los ojos estaba perdida.

—si, claro y yo te acabo de conocer, Sky— dijo sarcástica.

¿qué hago? Es obvio que no puedo contarle la verdad, lo prometí y siempre cumplo con mi palabra, pero... ¿que más da? Esta pelinegra me conoce muy bien, incluso mejor que yo.

—esta bien, pero necesito que cuando llegue a cierto punto, no te enojes— advertí. Me senté en mi cama, frente a ella, por que yo sí sabía con certeza que esto iba para largo.

Una princesa imperfecta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora