69. Nadie quiere escuchar.

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Me levanto de la cama para ir al baño y en eso caigo de nalgas al suelo.

—tacones hijos de puta— gruñí molesta al calzado.

Estos tacones están como para matar a cualquiera y este vestido es sumamente incómodo de los pechos. Una de mis gomitas me pica y en esa zona no cabe mi mano para aliviar la comezón.

—ni siquiera sé por qué cojones existen, sólo torturan los pies de las mujeres— me volví a quejar, pero ahora me callo en cuanto escucho a alguien a mis espaldas burlarse de mí.

Era Adrián con una vestimenta que te cagas, se ve muy sexy con ese esmoquin. Si los ángeles existieran se parecerían a él. Adrián es un hombre muy apuesto, de buen cuerpo y una carisma envidiable, pero todo hombre se ve mucho mejor con esmoquin.

—me encanta escucharte maldecir cuando te enojas— dice recargado en el umbral de la puerta de mi habitación.

Me río de su confesión puesto que anteriormente su novia era Bridgit, la chica de los modales y vocabulario perfecto. Dudo mucho que a Bridgit se le haya escapado una mala palabra frente a alguien mayor, a diferencia de mí que parezco no tener filtro o sentido común en estas cosas.

—que estúpido eres— me burlo —mejor ven y ayudame a levantarme— le digo.

—sí, señora— hace una gesto con la mano de soldado y viene a ayudarme.

Me duele el culo.

Busco asiento y me tomo unos minutos para respirar y hacerme a la idea de que los usaré durante toda la noche.

—recuerdame porqué asistiré a esta fiesta— le pido a Adrián.

—porque es tu fiesta de cumpleaños—

Blanqueo los ojos. Le dije a mi madre que no quería fiestas enormes, de hecho le dije que no quería que nadie, que no sea familia, supiera la fecha de mi cumpleaños ¿y qué hace ella? ¡Va y arma una fiesta!.

Adrián me convence de bajar a mi fiesta de cumpleaños.

Ya sé que mi madre ha cambiado y que ahora trata de entenderme, pero con el asunto de las fiestas sigue siendo un  caso perdido. Adrián me hizo tratar de comprender que esto es lo único que ella conoce, es lo único que le enseñaron sobre festejar y que, a veces, no es tan malo ceder un poco. Así que cedí. Bajé a festejar. Aunque… por alguna extraña razón siento unos piquetes en el pecho, como si estuviera cometiendo un gran error.

En la fiesta predominaba mi color favorito; azul rey. Un 90% de los invitados son completos desconocidos para mí, aunque a otros los conozco por el exilio real.

—te ves preciosa, pequeña— dice cuando por fin estamos situados en una mesa.

—gracias, Adrián—

Me sonrojo como la primera vez que me dijo un cumplido, me sonrojo como si no fuera mi propio novio quien me lo dice. Me sonrojo porque solo él lo dice tan seguro.

—esa chica se me hace conocida— mira Adrián por detrás de mí y achica los ojos.

Y lo siguiente que escucho es —¡Sky!— de una voz familiar.

—Violeta, que alegría verte de nuevo— la saludo después de tanto tiempo sin verla.

¿Recuerdan a Violeta? La chica rubia y tímida que conocí en el exilio, la misma chica que me ayudó a hacerle esas épicas bromas a Bridgit, ¿ya la recordaron? Que bueno porque no es más tímida, ahora lleva una sonrisa llena de confianza y está en compañía de Scott… esperen… ¡¿está en compañía de Scott?!

Una princesa imperfecta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora