51. ¿Quién dijo abracadabra?.

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Narra Adrián:

—¡te juro que no puedo más!— grité frustrado a Carter.

Apreté mis puños hasta del punto de que quedaran completamente blancos.

Lo odio, no puedo verlo ¡y lo sabe! ¡Sabe que no puedo verlo ni en pintura! El muy hijo de puta se atreve a darme la cara y saludarme como si jugáramos lacrosse los domingos.

—¡es un malparido! ¡Lo voy a matar!— grité de nuevo frustrado afuera de la reunión a la cuál asistí con mi padre y Carter con el suyo.

—calmate, no ganas nada cortándole las bolas— me detuvo del brazo antes de entrar e irme cintra Ron —es lo que él quiere, que quedes mal con los demás reyes u príncipes— aconsejó Ron.

En cuanto ingresé a aquella sala con todos esas personas trajeadas sentí una mirada muy pesada, era Ron quién no había dejado de verme durante toda la junta, supongo que le gusto al muy gay. Dieron un breve descanso y tuve que salir para no irme sobre él, pero antes de hacerlo me miró de lejos y sacudió la mano en modo de saludo, se estaba burlando en mis narices.

—es que sí tú la hubieras visto Carter; ese moretón, su voz— apreté los párpados al recordarla —¿qué clase de hombre golpea a una mujer?— cuestioné al moreno.

—ese es el punto idiota, él no es un hombre, Ron es un pedazo de basura y será mejor que no hagas alguna estupidez de la que te puedas arrepentir—.

Volvimos a entrar a la sala de juntas y recé en silencio por paciencia para no cometer alguna locura. Traté de evitar su mirada lo más que pude, cada que coincidimos él me sonreía con burla y eso me hervía la sangre. Gracias a Dios la junta terminó al igual que mi martirio.

En la salida me despedí de mi padre porque iré con Carter por ahí para distraerme un poco.

Al final nos decidimos por ir a su castillo y pedir pizza, así podemos hablar de lo que sea sin temor de que algún cotilla ande merodeando.

—si querías sexo duro conmigo debiste rentar películas al menos maldito bastardo— y ahí estaba él, diciendo estupideces como siempre.

—no quiero sexo duro contigo, enfermo— puse los ojos en blanco y le brinde un golpe detrás de la cabeza.

—¿y qué tal con Sky?— alzó una ceja insinuando algo típico de Carter.

Le envíe una mirada fulminante diciéndole que no meta a la castaña en sus ideas enfermas. Puse cualquier película de acción y abrí la caja de pizza.

Entre la película, bromas, risas y comida, logré aliviar un poco de toda la preocupación que traigo encima. Carter siempre sabe animarme, pero eso no quiere decir que los problemas desaparezcan.

—bueno, ya— apagó la televisión y se acomodó mejor en su lugar (la cama) —¿ya vas a decirme porqué estás así?—.

—no e visto a Sky en un mes, siento que algo le sucede y no puedo enviarle ni una maldita señal de humo porque no sale de su habitación o la biblioteca, ¡eso me sucede!— exploté —la extraño, por más marica que esto suene entre hombres; la extraño—.

Carter me escuchaba atentamente y una que otra vez asentía a lo que le decía. Necesitaba hablar con alguien de todo lo que me sucedía y gracias a Dios que fue con este orangután porque sé que no dirá ni una sola palabra.

—en primer lugar: te has vuelto un marica— rodé los ojos —en segundo: me gusta que por fin te estén pasando estas cosas— ¿qué? —y por último: no sé qué mierdas estés esperando para ir a buscarla, ¿una invitación?— enumeró.

Una princesa imperfecta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora