—lo pagarás caro— dice y yo retrocedo al mismo tiempo que él avanza.
Llega hasta mí y comienza a hacerme cosquillas. Caigo hasta la cama y él para unos segundos, pero luego vuelve a comenzar.
—basta, por favor— le pido y luego de unos segundos en los que creo que me orinaré, él para y yo trato de dejar de reír.
—eres un maldito— es lo primero que me permito decir cuando recupero el aire.
—¿que yo soy un maldito? Yo no fui la que me dejó allá afuera con una erección— me acusa y yo me sorprendo escucharle confesar lo de su erección.
No digo nada y me incorporo mejor en mi cama. Doy unas palmaditas a mi lado para indicarle que se siente.
—volviendo a lo que me preguntaste hace rato…— se vuelve a mí para mirarme —me gusta mucho estar aquí, contigo y con ese par, Adrián. Y aprecio mucho todo lo que hiciste para poder hacer esto posible— le digo de corazón.
El pasa mi mano por mis hombros y me atrae a él.
—todo vale la pena con tal de verte feliz— me atrapa la barbilla entre sus dedos y la acerca a él para poder besarme.
—el problema ahora es que ya no quisiera irme— le confieso y me muerdo el labio inferior.
—lo sé, yo tampoco—
Entonces comienzo a fantasear, en que un día, no muy lejano, tendré una casa en la playa, seré dueña de ella y podré venir cuando me plazca.
¿De qué te sirve fantasear con una casa así, si ni siquiera sabes si tendrás a Adrián en un futuro?
Mi subconsciente me regresa de sopetón a la realidad. Es cierto, de nada me serviría tener una casa en la playa si no está él, pero ¿por qué no lo estaría?.
La vida cambia en muchas direcciones, hoy puedes tenerlo y la semana que viene se pude cansar de ti e irse.
Ah, pues muchas gracias.
De nada
—¿en qué piensas, pequeña?— si supieras, creerías que estoy loca por pelear conmigo misma.
—en…— iba a decir que nada, pero no tiene caso, él sabría que miento —en que nunca quiero perderte— y me aferro a él.
—no lo harás. Ambos nos pertenecemos desde el primer día en que nos vimos—
Eso me robó el aliento, más bien, él es el que me roba el aliento.
Después de eso sale de mi habitación y regresa a la suya para darse una ducha y regresar para ver qué hacemos el resto de la noche.
En cuanto se va, yo entro al baño y hago lo mismo. Me baño y me cambio de ropa, cuando salgo, busco algo qué leer en esta habitación, mientras busco, el ruido reina en el lugar lo que permite oír a… ¡por Dios! ¡Qué asco!
Trato de no pensar en los ruidos extraños que se escuchan en la habitación de a lado, pero ¡es imposible! Es como si les pagaran por hacer ruido. No soporto seguir escuchando sus gemidos así que salgo de la habitación y me encamino a la sala de estar, pero una puerta al fondo me llama. Me detengo en seco y me pongo a debatir si seguir mi camino o ir a esa habitación.
Minutos después me encuentro tocando la puerta de Adrián, la habitación más arrecholada de la casa, acá no se escucha ni pío y eso es paz para mi alma.
—Sky, ¿qué pasa? ¿Necesitas algo?— siempre tan servicial.
—no, no, es sólo que me preguntaba si… ¿podría entrar contigo?— no quiero incomodarlo, pero me niego a escuchar a mis amigos mientras tienen sexo.
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Una princesa imperfecta.
Подростковая литератураSky, una chica de 16 años, sin una pizca de delicadeza o feminidad y para colmo de males: es una princesa. Sus padres desean con todo el alma la felicidad y el bienestar de su hija, aunque crean que la felicidad es igual a vestidos incómodos, tacone...