19. Guerra virtual.

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Él frunció el ceño confundido, mientras parecía debatir mentalmente sobré preguntar algo o no.

-¿y de qué trataban las cartas?- preguntó curioso, pero a la vez con cautela.

El parecía entender lo doloroso que era contar y recordar todo esto para mí. Él sólo recordarlo, mí labio inferior tiembla y unos escalofríos recorren mi cuerpo.

-cuando recogí las cartas del suelo leí las dedicatorias, una decía " Regina y Henrry Rosselvert", la segunda decía "Brad, Scott, Eduardo, Ian Rosselvert y Alexa Brown" y la tercera...- una pequeña y tímida sonrisa apareció en mi rostro -"la pequeña Sky"-

Adrián sonrió de lado y me miraba expectante de lo que le relataba.

Creo que por alguna extraña razón, hablar todo esto me está haciendo bien, siento que de alguna manera mi baúl se va vaciando cada vez más.

-yo entregué las dos cartas a cada uno de sus destinatarios. Los chicos y Alexa la leyeron juntos una noche después de que se las entregué, mis padres se encerraron en el despacho a leerla solos y yo...- bajé mi mirada a mis manos -yo aún no e podido leerla, no e tenido el suficiente valor para hacerlo- comienzo a jugar con los dedos de mis manos.

-solo necesitas tiempo, es comprensible- anima.

-ose, pero ¿cuanto? Yo aveces deseo tener el suficiente valor para poder leer la bendita carta. Me carcomen las ganas de saber su contenido, pero por otro lado, el miedo y el dolor se apoderan de mí cada que trato de abrirla- de nuevo estas ganas de llorar vuelven, tal parece que se aferran a salir.

Quisiera tener las suficientes pelotas que todos creen que tengo, quisiera poder leer la carta para poder decir adiós, pero cada que pienso eso se vuelve más imposible.

-lo lograrás- atrae mi atención -tu abuelo la escribió para ti y si la escribió es por que estaba seguro de que podrías leerla-

Tiene razón

Talvez la tenga, el abuelo Ben escribió esas líneas sabiendo que su partida me destrozaría el corazón, pero aún así la escribió y lo hizo por que sabía que la leería, y lo haré, tarde o temprano tendré que hacerlo.

Aún a través de la obscuridad y con la poca ayuda de la luz de la luna, pude ver sus ojos, pude ver la intensidad del azúl que sus ojos emanaban y en ellos no había otra cosa que no fuera comprensión y honestidad.

-tienes razón, él me conocía a la perfección, él sabía que la leería tarde o temprano- repetí en voz alta, con la diferencia de que el nudo en mi garganta se volvió más grande, a un grado insoportable.

Quería llorar, ¡no! quería berrear pero no puedo permitirlo, Adrián no puede verme llorando, ¡lo odio! Él no puede verme de esa manera, tan débil que con cualquier toque me podría quebrar.

-no puedes seguir guardando todos esos sentimientos y emociones, Sky, tienes que dejarlos salir o te hará daño. Llora si es necesario, todos en algún momento hemos necesitado hacerlo- llevó una mano a mi mejilla y la acarició levemente.

¡No, no podemos vernos débiles frente a él!

Eso es lo que dijo esa terca y rebelde vocecita en mi cabeza, pero mis emociones gritaron:

¡Al carajo! ¡Tu no me mandas!

Y salieron, así como si les importara un comino que yo me viera débil, mis emociones necesitaban salir, necesitaban ser libres, ellas ya no querían seguir escondidas como lo han hecho durante años, ya no más.

Una princesa imperfecta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora