Estoy comenzando a creer que necesito hacer ejercicio. Tengo la condición de una persona de cincuenta años. O bueno, tal vez sea el hecho de que no hemos comido nada en el día, omitiendo las rebanadas de pastel de hace rato, claro.
¡No comiences a divagar! ¡Concentrate!
Okay, ya, tranquila. Estoy corriendo como loca junto a Adrián por que tenemos la pequeña esperanza de llegar al auditorio antes de que las pruebas terminen, ¿el motivo? Bueno, el motivo por el que corremos como locos con el reglamento de exilio es que ¡encontramos la regla que me da la razón! ¡Tengo derecho a concursar!.
Eso si llegan a tiempo, tortuguitas
¡Callate! ¡No es como que seamos corredores profesionales!
Cuando por fin llegamos al auditorio agitados y con ganas de matar a la estúpida rubia por hacernos pasar por esto, abrimos la puerta y
—bien jóvenes, se da por terminada la prueba de talen— interrumpimos a la reina Beckeham entrando como psicópatas en el lugar.
—¡un momento!— gritó Adrián, atrayendo la atención de todos y agitando el reglamento en lo alto.
Corrimos hasta el escenario, junto a la mesa de jueces y por un momento me di el derecho de ver la cara roja de la rabia de Bridgit, mientras hacía una rabieta en silencio.
—¡nosotros también tenemos el derecho de participar!— dije ahora yo.
Las personas comenzaron a murmurar y mirarnos extraño, mientras que yo sólo podía pensar en una cosa: me pica una de mis gomitas. Tengo ganas de rascarme una bubi, pero debo comportarme, no es como que pueda meter mi mano dentro del sostén y aliviar mi picazón, estoy frente a demasiada gente, ¡joder! Ser educada es difícil. ¡Concéntrate mierda! ¡Te están preguntando algo!.
Sacudí mi cabeza, tratando de no pensar en la comezón y escuchar lo que me están preguntando.
—¿me escuchó?— preguntó extrañado uno de los jueces.
—no, disculpe, ¿qué dijo?— me mordí el labio culpable.
—que si puede leernos la regla que encontró— repite una vez más con fastidio.
Asentí y di un par de pasos adelante para estar más cerca de los tres hombres. El primero tenía expresión de me importa una mierda estar aquí o no, el segundo tenía una expresión amarga y molesta, como si le molestara mi presencia y el último de ellos conservaba una expresión amable y contenta. Él último me agradaba más.
—en la regla 108, dice que— comencé a leer —una princesa no puede concursar junto a un príncipe, ni viceversa—.
—exacto— dijo el señor agrio, según lo bautice unos segundos atrás, y enarcó una ceja invitandome a seguir.
—pero, en la regla número 156— busqué rápidamente la regla antes dicha —dice que la regla 108 debe cumplirse siempre y cuando los jóvenes no vivan juntos— los tres hombres trajeados fruncieron el ceño.
—no comprendo— manifestó el hombre con gesto amigable.
—yo tampoco lo hacía, hasta que me senté un momento a analizarlo— me sentía una abogada utilizando las reglas a mi favor y jodiendo a gente que se lo merece, en este caso es Bridgit —yo no puedo competir junto a Adrián si no vivimos juntos, pero gracias a un pequeño error de nombres, yo vivo con él, así que por derecho— di una mirada de soslayo a Adrián quién me miraba ¿orgulloso? —puedo participar con Adrián Hemsworth— una sonrisilla triunfadora se asomó en mi rostro.
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Una princesa imperfecta.
Teen FictionSky, una chica de 16 años, sin una pizca de delicadeza o feminidad y para colmo de males: es una princesa. Sus padres desean con todo el alma la felicidad y el bienestar de su hija, aunque crean que la felicidad es igual a vestidos incómodos, tacone...