60. ¿Vas a terminarme?

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El sonido constante de una máquina cerca de mi cabeza me hizo abrir los ojos, ¿quién fue el imbécil que puso una máquina dentro de mi habitación. Mi cama nunca había sido tan cómoda. Conforme iba despertando iba cayendo en cuenta de que esta no era mi cama y que definitivamente no estaba en mi habitación, pero… ¿dónde estoy entonces?.

—¿qué es esto?— me pregunté en voz alta. Tenía una extraña pinza gris mordiéndome el dedo. Se parece a la que el abuelo Ben tenía cuando…

—mierda— mi incorporé a la cama en segundos. Estoy asustada, ¿qué estoy haciendo aquí?.

Odio los hospitales y a alguien se le ocurrió internarme en uno.

—tranquila Sky, sólo estaba esperando a que despertaras para sacarte de aquí—

Apareció Adrián en la habitación. Él estaba sentado en un sillón individual; tenía una manta azúl marino cubriéndolo y el cabello revuelto. ¡Joder! Se ve muy sexy. ¡Concéntrate Sky!.

Entonces ¿durmió aquí?, ¿Yo dormí aquí?.

—me quiero ir— digo con desesperación.

—ya lo sé— se quitó la manta del cuerpo y la puso a un lado de él —sólo espera unos minutos más—

Adrián estaba cansado y tengo mucho miedo de que sea de mí, que esté tan cansado de mí y que me mande al demonio por ello. Tenía más miedo de eso que de pasar otra noche en esta maldita habitación. Justo ahora, él tiene sus manos alrededor de su cuello mientras lo mueve de un lado a otro.

—¿dormiste aquí toda la noche?—

—no te iba a dejar aquí sola sabiendo de tu fobia a los hospitales. Quería estar aquí para cuando despertaras— dice y una sonrisa se pinta en mis labios.

—ven— dije y moví las sabanas de mi cuerpo para extender los brazos.

Adrián se levantó a duras penas de su sitio y yo me recorrí todo lo que pude en la cama para que se acostara junto a mí. Se recostó a mi lado y me apresó en sus fuertes brazos.

—me asustaste— dice con los ojos cerrados y apoyando su frente contra la mía.

—pero… no es la primera vez que me desmayo frente a ti— estaba confundida.

—esta vez es diferente. No estabas en una crisis— su voz estaba apagada y preocupada al mismo tiempo.

No dije nada más, sólo me aferre más a él. No quería perderlo nunca, el sólo hecho de creerlo perdido me mata. Me permití estar en paz unos segundos. Me despegue de él sólo un momento para besarlo en los labios, Adrián no se hizo del rogar y me siguió besando. Me fascinaba sentir sus labios sobre los míos, era como si ambos estuvieran hechos el uno para el otro, como si ambos se pertenecieran.

Un carraspeo resonó en la habitación —lamento interrumpir, pero necesito darle el último chequeo y hacerle unas preguntas antes de darla de alta— entra el que creo es el doctor.

Yo no pude ponerme más roja por la situación. Adrián se levantó de la cama y se paró a un lado de la misma. Me guiñó travieso pero yo decidí evitar su mirada para no ponerme más sonrojada.

El doctor acomodó sus lentes con un dedo y miró el pisapapeles que trae en brazos, después me miró con ternura.

—así que usted es la princesa de la que todos hablan— desgraciadamente .

—supongo que sí— tengo la mirada clavada en el suelo.

—todos en este hospital están hablando de usted. Dicen que desde que sus padres llegaron aquí no se ha movido, es bueno saber que aun existen personas como usted— al terminar de oír esto levanté la mirada llena de sorpresa.

Una princesa imperfecta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora