Narra Adrián:
—odio verte llorar— le susurré.
Hace rato estaba molesto, bueno, un poco más que molesto.
¿Por qué es tan difícil molestarme con ella? ¿Porqué es tan diferente a las demás? Nosé cómo mierdas logra cambiar mi estado de ánimo tan rápido, estando cerca de ella todo me parece todo diferente. Y cuando la vi apunto de llorar por mis gritos y reclamos sentí que me hacían un nudo en el corazón, me sentí una basura. Sentí la necesitaba de estar con ella. Todo esto es tan extraño y confuso.
—¿sigues molesto conmigo?— preguntó con la voz quebrada, pero aún reteniendo el llanto.
Nosé porqué siempre trata se reprimirse, casi siempre se guarda todas esas emociones. No sé porqué lo haga, pero está mal. La única manera de pasar por algo doloroso es pasándolo, no hay un atajo o un camino más corto y si reprime esas emociones algún día terminará explotando.
—no, y perdoname por haberte gritado, ¿si?— me eché para atrás para verla una vez más. Tenía sus ojos azules inundados pero no lloraba, las comisuras de sus labios temblaban y sé que está mal pensarlo, pero ¡joder, se ve tan linda!.
—ya no importa— trató de sonreír.
Narra Sky:
El transcurso de la habitación hasta la primera planta fue silencioso, pero no incómodo.
—bien, te veo en cinco minutos, toma las llaves— me tendió el juego de llaves que, según me dijo, Bridgit le había ayudado a conseguir con su mami. Tomé las llaves y asentí.
Él iría por unas rebanadas de pastel a la cafetería, mientras yo me adelantaba para dar un vistazo al cuarto.
Luego lo vi perderse entre el pasillo que daba a la cafetería del exilio, cuando ya no lo alcancé a ver, introduje la llave y giré la perilla abriendo la puerta con la etiqueta que decía cuarto de música.
En el momento en que puse un pie ahí, supe que sufriría. A primera vista y justo en medio del cuarto se encontraba un hermoso piano de cola.
Di un paseo por la habitación para ver toda clase de instrumentos musicales. Una batería, guitarra eléctrica y acústica, saxofón, trompeta, tuba, trombón, un piano eléctrico, un piano de cola, un violín, un arpa y todos los instrumentos que puedas recordar. Pasé la mirada por todos y cada uno de los instrumentos, sin embargo, mis ojos, mente y corazón se detuvieron en el mismo.
Era impresionante la ola de recuerdos que éste me traía. Aún recuerdo cuando esperaba con ansias a que fueran las cuatro de la tarde para que comenzaran mis clases de piano con el abuelo. A las cuatro de la tarde, ni un minuto más, ni un minuto menos, aquel señor con una sonrisa perfecta, mirada tranquila y voz ronca, se presentaba en aquel salón donde solía practicar con él. Para mí, era el mejor tocando el piano. Oír sus melodías era una escapadita al cielo.
Pasé mi mano por sus teclas, sin presionarlas, sólo las acaricié. Me senté en el banco frente a este.
Recuerdo que en todas las clases, el abuelo me decía que tenía un don, que era demasiado rápida la velocidad con la que aprendía a tocar, pero ¿cómo creerle? Sabía que me amaba tanto como yo a él y que era probable que su cariño hacia mí lo estuviera cegando, tal vez no tocaba bien y sólo lo decía porque me amaba, ¿y cómo culparlo? Yo hubiera dicho lo mismo por él.
Mis dedos parecían buscar algo entre las teclas, las recorrió todas, hasta que se detuvo en una en particular y la presionó emitiendo un sonido. Ese sonido me era tan familiar que seguí haciéndolo, seguí apretando las teclas con un orden en específico como si de una rutina se tratara.
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Una princesa imperfecta.
Fiksi RemajaSky, una chica de 16 años, sin una pizca de delicadeza o feminidad y para colmo de males: es una princesa. Sus padres desean con todo el alma la felicidad y el bienestar de su hija, aunque crean que la felicidad es igual a vestidos incómodos, tacone...