42. Un error.

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-¿que opinas de las cartas manuscritas, Mario?- pregunté recordando el sobre que aún no leo.

-que son importantes. Hoy en día, las cartas hechas a puño y letra no se le escriben a cualquiera. Es espantoso que se esté perdiendo esa buena costumbre, Sky- contestó Mario con una sonrisa melancólica en los labios, pero sin quitar la vista del camino.

-tienes razón- concluí y cerré mi boca por el resto del camino.

Mario me llevaba al castillo de los Beckeham para mis malditas clases. Ni siquiera sé cómo le voy a hacer para controlarme en caso de que Ron se encuentre ahí. Además, estoy un poco nerviosa ¿qué hago si Adrián está ahí y quiere hablar conmigo? Aún no sé qué pensar.

...

-estaré en mi habitación- llegué al castillo apurada. Ni siquiera saludé a mi madre al llegar.

Las clases con Bridgit estuvieron bien, Ron no se paró por ahí en ningún momento y Adrián no fue a visitar a su novia así que no me fue mal, bueno eso si no mencionamos los insultos de Bridgit por no saber comportarme como una princesa.

Entré a mi habitación y cerré detrás de mí. Me lancé a mi cama e inmediatamente comencé a rasgar el sobre blanco. No sabía con exactitud de quién era porque en el sobre no venía el nombre del remitente, solo traía mi nombre y eso me picaba un poco más la curiosidad. Del sobre salió una hoja doblada en cuatro y un pin con la forma del martillo de Thor. Desdoble torpemente la hoja y comencé a leer:

« De: Adrián.
Para: La piraña.

No empieces a fruncir el ceño por decirte piraña, como seguramente lo hiciste, ¡yo debería ser el molesto! Ya que usted, señorita es la que no me ha respondido los mensajes, llamadas y esas cosas.

Hablando enserio Sky, no entiendo porqué no me quieres ver. Necesito hablar contigo sobre algo muy importante y no te molestas en responder mis mensajes, necesito verte, urge.

Espero que tus padres no te hayan regañado mucho por lo del baile, que estés castigada y por eso no me contestes. Responde lo antes posible.

Adiós, cara de chango. »

Una sonrisa boba permanecía en mis labios desde que comencé a leer. Me dio un poco de risa cómo supo que fruncí el ceño con su apodo.

Una princesa imperfecta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora