Capítulo 53

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~Narrado por Brian~


Estos últimos días me la he pasado muy contento, como en mucho tiempo no recordaba haberlo estado, no a este nivel, al menos. Lo de Hazel había quedado atrás, yo sabía que era lo mejor para los dos, me sentía mucho más a gusto. Además, y claro, la razón principal de mi buen humor era Stefani. El otro día la habíamos pasado muy bien, luego de comer habíamos ido a un parque cercano y nos la pasamos haciendo tonterías juntos toda la tarde, hasta que ella se fue a casa, ya cuando había anochecido. A mi padre ella le caía muy bien, a la hora de la comida se la habían pasado hablando, y, ya en la noche, mientras cenábamos, a papá no se le pasó comentar que yo parecía ser otro cuando veía a Stefani. No lo dijo directamente, claro, pero siento que a él le gustaría que yo regresara con ella. Y demonios, ¡claro que quiero! Lo único que me estaba deteniendo era que apenas era una semana de que Haz me cortó, siento que cualquier cosa ahora es apresurada. Pero está bien, puedo esperar... bueno, espero poder esperar, siendo sincero, se me hacía muy difícil no robarle un beso a Stefani, me moría de ganas por hacerlo cuando estaba con ella, pero bueno, tenía que respetarla, ella no estaba lista, y claro, yo lo entendía.


Me estaba preguntando qué podía hacer para ganarme el derecho a besarla, cuando un puñado de nieve me golpeó en el rostro.


-¡Oye, basta!


El perro negro que tenía a unos dos metros de mí dejó de cavar su agujero en la nieve al escucharme, pero luego, como yo no dije nada más, siguió en lo suyo, echándome más nieve.


-¡Ven aquí! ¡Hey!


El pero suspendió su aparentemente ocupadísima labor y vino a donde yo estaba sentado, afuera de mi casa. Le quité la nieve del hocico con la mano, y él me lamió la cara. Esta mañana había ido al mercado del barrio, a echarle la mano al viejo de la carnicería descargando un camión. El caso era que este perro me siguió desde el primer viaje que hice cargando filetes, tratando de robar unos, se me metía entre las piernas o me saltaba encima, tratando de hacerme caer. Lo logró un par de veces, pero no lo dejé llevarse nada. Al final de la jornada, el perro no se me despegó, de modo que le compartí de mi desayuno y acabó siguiéndome a casa. Pude darme cuenta de que debía ser el perro más desobediente del mundo, o quizás era porque aún no me conocía lo suficiente. Sea como sea, decidí que lo quería. Llegué a casa y le dije a papá que lo adoptáramos. Se mostró algo recio al principio, pero mi táctica fue insistirle hasta que terminó aceptando con tal de que me callara. Eso sí, nos echó a mí y al perro afuera mientras el quitara toda cosa que este pudiera destruir. Y es por eso que estoy aquí afuera, dejando que un perro me muerda los zapatos.


Había que admitir que era bastante bonito para ser un perro callejero, era grande y flaco, tenía el pelo lacio y muy negro y los ojos cafés. Podría decir que parecía un Vizsla pero obvio, no era de raza pura. Hasta el momento, lo único que puedo decir de él es que es capaz de derribarme y que le gusta revolcarse en la nieve.


-¡Bri!


Me volví, y me dio un vuelco al corazón ver a Stefani cruzando la calle.


-¡Hola!-exclamé


El perro, supongo que preguntándose a quién le hablaba yo, miró a Stefani, que ya venía por el jardín, y corrió hacia ella, sacando la lengua.


-¡Oye! ¡Ven acá!


El perro saltaba alrededor de Stef, y le lamía las manos. Ella estaba entre asustada y divertida, pues mi perro parado en dos patas era casi de su tamaño.


-¡Cálmate!-ordené, tratando de apaciguarlo manteniéndolo con las cuatro patas en el piso. Me mordió juguetónamente el brazo y ladró-¡Oye! Mejor ve a seguir con tu agujero

Yoü And IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora